ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC)
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(TRIGÉSIMA QUINTA PARTE)
Es así entonces como se continúa una vez más este ciclo de relaciones e interacciones humanas, gracias a la capacidad que tenga tanto el hombre como la mujer para separarse de su familia de origen, en un intento por reforzar su identidad y su individualidad, pero a la vez tratando de mantener un equilibrio entre ambas familias, es decir con la de origen que está quedando atrás y a la vez con la que está formando, que representa su futuro. En muchas ocasiones sin embargo, separaciones como ésta suelen convertirse en dramas verdaderos, con sentimientos de gran intensidad, a un grado tal que realmente sería difícil de calificar o definir como una separación, puesto que este apasionamiento manifestado a través de sentimientos tan intensos de enojo, celos, frustración, desilusión, tristeza, impotencia y culpa entre los diferentes miembros de ambas familias, representan la manifestación muy concreta de lazos tan fuertes e indivisibles que verdaderamente impiden el que se lleve a cabo la separación. En tales casos, se trata de familias en las que los vínculos establecidos desde temprano han sido débiles, inseguros, infrecuentes, vulnerables y que por lo mismo no han ofrecido esa constancia y regularidad que era necesario para facilitar el desarrollo de los hijos, y la formación de una estructura del ?yo? adecuada. Los resultados se manifiestan y confirman en el hecho de que la pareja de recién casados encuentra sumamente difícil el abandonar el nido de origen, lo que determina que en tantos de los casos se queden a vivir con sus progenitores, en hogares en los que ya de por sí habitan varias generaciones, sea por un tiempo indefinido, o inclusive por el resto de sus vidas. En otros casos, la relación de pareja es tan vulnerable y frágil que tiende a fracasar y a romperse dentro de los primeros meses o años de su matrimonio, de manera que cada uno de los cónyuges busca regresar a su familia de origen, sea en espera de una siguiente oportunidad, o inclusive en ciertos casos, para también permanecer ahí de por vida.
Tal vez los hombres y las mujeres no hemos sido educados para reflexionar más a fondo sobre lo que verdaderamente significa la relación matrimonial, puesto que tendemos a percibirla como una relación individual de un hombre con una mujer, cuando en realidad y de raíz se trata de la posibilidad de unirse una familia con la otra. Precisamente esa característica se convierte en uno de los factores que determinan la complejidad de tal relación, ya que las bases de la misma estarán cimentadas aunque sea difícil de creer, en el tipo y el estilo de vínculos que desde muy temprano se han desarrollado en cada una de las familias de origen y sus miembros. De acuerdo a la existencia de tales vínculos, y a la capacidad que tenga cada familia de origen, así como cada uno de los miembros de esa nueva pareja para separarse, existirá entonces la posibilidad de que se forme y se desarrolle esa nueva unión, o que por el contrario, fracase y termine en un rompimiento a corto o mediano plazo. De una u otra forma, aunque por un lado se está hablando del compromiso y la interacción entre un hombre y una mujer como individuos, la realidad es que en el fondo también estamos hablando del convenio, la interacción y la relación entre las familias internas y externas, tanto si lo enfocamos en los aspectos conscientes de la experiencia, como en los inconscientes. Es importante aclarar que por familia interna me refiero a las imágenes de la familia que cada uno de nosotros porta dentro de sí, mientras que la externa se refiere a la familia real.
Recorriendo nuevamente la vida de esta pareja que ha sido capaz de mantener su matrimonio y seguir el curso deseado, el ciclo se repite una vez más para enfrentarlos ahora a ellos como padres al nacimiento de sus hijos, a la separación de los mismos en el momento que deben asistir a la escuela por vez primera, o cuando más adelante cambien a esa nueva etapa de la adolescencia, o después lleguen a convertirse en adultos jóvenes que también buscarán su autonomía y la separación de sus padres, para iniciar ellos mismos su propio ciclo de vida. En esa forma, la pareja a la que nos referimos tendrá que enfrentar ahora como adultos con sus hijos, las diversas separaciones que ellos mismos experimentaron como niños, adolescentes o adultos jóvenes con sus progenitores hasta llegar a ese período como adultos de edad media. Es en esta etapa, aunque a veces puede ocurrir más temprano, que esta pareja debe de enfrentar una cierta enfermedad crónica o terminal de sus progenitores, e inclusive como consecuencia, la muerte de los mismos. Se trata entonces de una nueva experiencia de separación, que una vez más, al igual que ha sucedido en las ocasiones anteriores durante el proceso del desarrollo, pondrá a prueba la fuerza de esos vínculos formados desde la infancia más temprana, así como las capacidades de la personalidad de cada uno y de la estructura de su ?yo?. Es quizás difícil de pensar o de creer, el hecho de que en un momento dado, sean estos factores tan lejanos en el tiempo, provenientes de un pasado que se puede antojar tan distante, representen en cierta forma una parte importante de los cimientos de nuestros vínculos, de modo que influyan en forma bastante importante en nuestras reacciones emocionales ante una experiencia tan difícil e intensa como es ésa, así como en nuestra capacidad para enfrentarla y superarla (Continuará).