ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC)
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA-
(CUADRAGÉSIMA QUINTA PARTE)
Por lo comentado la semana pasada en relación a las diferentes perspectivas que se tienen sobre los niños y las niñas, es importante concluir entonces, que los fármacos que se van a utilizar en su tratamiento, deben ser valorados cuidadosamente después de una minuciosa evaluación clínica, para determinar el tipo y las dosis adecuadas del medicamento, tomando en cuenta naturalmente lo que se refiere a las ventajas de su uso, al igual que sus efectos secundarios, y las circunstancias específicas que acompañan a cada caso, de manera que se puedan poner en la balanza los diferentes factores a favor o en contra en el momento de la decisión final. Es por ello común que en la práctica pediátrica, lo cual no sucede del todo en lo que respecta al tratamiento de los adultos, los medicamentos son calculados para su uso de acuerdo al peso de cada paciente, en dosis que generalmente se miden y se utilizan en miligramos por kilo de peso. Naturalmente e idealmente, el mismo criterio aplica en lo que se refiere al uso de los psicofármacos, tanto en la práctica de la Psiquiatría Infantil, como de la Neurología Infantil, así como de las otras especialidades en las que se atiende a la población infantil. Este tipo de práctica más conservadora y de menor riesgo, ayuda a encontrar las dosis ideales para el buen funcionamiento de cada fármaco, sin que se abuse del mismo, y obviamente sin que se someta al niño o a la niña a dosis excesivas y a los consecuentes riesgos tóxicos de efectos indeseables y en ocasiones irreversibles.
El uso de los psicofármacos en la práctica de la Psiquiatría Infantil, ha sido y sigue siendo un tema de mucha discusión, confusión y controversias, debido precisamente a esos conceptos que se han tenido sobre los niños desde épocas pasadas. Por lo mismo, se tiende a caer en dos extremos de una misma línea; por un lado en la sobreprotección exagerada al pensar que los psicofármacos deben evitarse por completo, por considerarlos como “drogas” terribles y adictivas que van a intoxicar, dañar e incluso enloquecer o matar a las criaturas. Esta posición generalmente es asumida por personas que al carecer de suficientes conocimientos médicos, tienden a echar a volar su imaginación y su pensamiento de tipo mágico. Muy comúnmente se trata de personas que pertenecen a ciertos grupos de orden pseudoreligioso o pseudocientífico, cuyas ideas los lleva a satanizar todo tipo de medicamentos, pero muy especialmente a los psicofármacos. En el otro extremo de esta línea, se encuentra una tendencia “cómoda” y de “manga ancha”, que usualmente peca de negligente y desidiosa, también muy común en nuestro medio y que realmente no repara en utilizar cualquier tipo de psicofármaco que sale al mercado, independientemente de que haya o no sido revisado y aprobado oficialmente, empujados simplemente por el entusiasmo de la novedad, la publicidad y los favores de la mercadotecnia que llega hasta los consultorios. En este extremo, se presenta un espíritu de experimentación con los niños, como si se tratara de conejillos de Indias, lo cual no siempre se traduce en resultados satisfactorios y adecuados.
Al igual que sucede con todos los extremos, ambos son exagerados, irreales e inadecuados. Dentro del marco de la Psiquiatría Infantil, existen cierto tipo de fármacos que ya han sido investigados desde hace mucho tiempo, a través de proyectos sólidos en diferentes centros universitarios y clínicos de diversos países, lo que ha permitido que a través de los años hayan sido aprobados oficialmente y utilizados en la práctica médica con resultados satisfactorios y de beneficio para los pacientes. Es así como algunos de estos fármacos se han estado utilizando exitosamente desde los años cincuentas del siglo pasado, como ha sido el caso de los estimulantes en el tratamiento del trastorno por déficit de atención en niños, adolescentes y hasta adultos en la actualidad. Por otra parte y como se ha mencionado anteriormente en el caso de los trastornos de ansiedad infantiles, no hay todavía un consenso claro en relación al uso de los mismos psicofármacos que se utilizan en el tratamiento de tales trastornos en los adultos. Por lo tanto, dichos fármacos aún no han sido aprobados del todo, y cuando algunos médicos los recetan en forma tan amplia y tan “flexible”, se pueden correr ciertos riesgos importantes respecto a sus efectos secundarios y a su toxicidad. Este tipo de experiencias representan a la larga los ejemplos a los que se les da publicidad negativa, y que luego son utilizados ampliamente por los medios de comunicación y entre el público mismo para devaluarlos, e incluso generalizar tal devaluación al uso de todos los psicofármacos, que entonces llegan a ser satanizados en su totalidad como “esas drogas terribles” que van en contra de la salud de los niños, lo cual no es del todo cierto.
La investigación del uso de los psicofármacos en los niños, tiende a ser un asunto difícil y complejo en aquellos países en los que se llevan a cabo este tipo de proyectos. Las razones son múltiples, pero tienen que ver especialmente con la edad de los sujetos que se prestan a tales proyectos, el proceso evolutivo de crecimiento en el que se encuentran, la aprobación de los padres, los criterios clínicos que se utilizan y los riesgos a los que son sometidos de acuerdo a los efectos secundarios, o las leyes que los protegen entre otros muchos. Es por ello que todos los adultos, no sólo médicos y demás especialistas y profesionistas en el área de la salud, sino también madres, padres, educadores, abogados, representantes religiosos, políticos, legisladores y en general todos los adultos que en algún momento fuimos niños y que además estamos al cuidado de otros niños en el presente, tenemos la obligación de reflexionar sobre lo que representa el uso de los psicofármacos en ellos, tanto cuando realmente están indicados y son necesarios y benéficos, o como cuando sucede lo contrario y se utilizan en forma descuidada y hasta abusiva, sin tomar en cuenta los criterios clínicos adecuados. Me parece que al estar celebrando este domingo el DÍA DEL NIÑO, ése podría ser uno de los mejores regalos para dedicarles, como una demostración de que los queremos, que nos preocupamos de ellos y estamos al cuidado de su salud mental (Continuará).