ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC)
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(CUADRAGÉSIMA NOVENA PARTE)
Otro aspecto muy importante que puede surgir en las sesiones de terapia familiar, y que se convierte asimismo en un objetivo importante del tratamiento, puede estar relacionado con los conflictos maritales de los padres. Tales conflictos pueden por un lado estar relacionados con la planeación, la educación, la interacción, la disciplina y el trato en general con los hijos, y aún más específicamente con el o la paciente, ya que como suele suceder con gran frecuencia, los criterios de cada cónyuge difieren debido a la educación, las costumbres, la historia, las experiencias y la personalidad de cada uno de ellos, contrastes importantes que en ocasiones inclusive pueden llegar a convertirse en una desmedida lucha de poder en la pareja. Pero por otro lado, los conflictos no necesariamente están enfocados en forma exclusiva al paciente o a los demás hijos, sino que también y de un modo fundamental, tienen que ver con la relación entre ellos como individuos y como esposos. Los orígenes del conflicto en la pareja, se pueden remontar en muchas de las ocasiones desde su etapa de noviazgo, a las razones que tuvieron para elegirse o no mutuamente, a los conflictos ya existentes desde el principio entre las familias de cada uno, a la resistencia para separarse de la dependencia que los une y que mantienen con su familia de origen, a sus dificultades para adaptarse el uno con el otro y obviamente para complementarse, a las tantas diferencias sutiles o a veces enormes que pueden presentarse entre ambos en tantos de los aspectos cotidianos que comparten, y que no han sido capaces de superar. En general, los conflictos se puede dar por las escasas o múltiples experiencias negativas a lo largo del matrimonio, así como a los tan diversos y variados factores de tipo biológico, sexual, cultural, intelectual, educativo, religioso y social que vendrían a ser esas moléculas que forman parte y le dan estructura a una relación tan compleja y a veces tan enigmática como suele ser la relación marital. Tales conflictos si no han podido ser superados a lo largo del proceso matrimonial, tarde o temprano se pueden convertir en obstáculos que interfieren con el desarrollo no sólo de la relación marital, sino de toda la familia, lo que a su vez representa una serie de riesgos para la estabilidad de la pareja, de los hijos y de la familia en general. En un buen número de investigaciones, se ha encontrado que muchos de estos niños o niñas que presentan trastornos de ansiedad o depresivos durante su desarrollo, tienden a ser sujetos mucho más sensibles, con una mayor tendencia a absorber los diferentes conflictos que ocurren a su alrededor, tanto en el hogar, como en la escuela y en su ambiente social en general.
Debido a lo mencionado anteriormente, es de gran importancia que el o la terapeuta puedan detectar este tipo de conflictos a través de su evaluación diagnóstica inicial, lo que obviamente les ayudará a comprender mejor el significado de los mismos y especialmente el efecto que tienen sobre todos los miembros de la familia. Como resultado, se podrá entonces intentar trabajarlos con los padres del paciente, para ayudar a superarlos, y evitar de esta manera que interfieran o inclusive lleguen a bloquear y detener el proceso del tratamiento en general. Bajo estos criterios, se puede justificar entonces ampliamente la importancia de llevar a cabo una visión y evaluación global de la familia como una estructura sumamente amplia y compleja, que por lo mismo tiene que ser atendida definitivamente en todas sus dimensiones para que el tratamiento a la larga pueda llevarse a cabo con mejores resultados. El depender exclusivamente de un fármaco como suele suceder con frecuencia en el tratamiento psiquiátrico de los niños, cuando se piensa que ésa es la única medida y solución para disminuir la ansiedad, o el presumir de que se está llevando a cabo una terapia de juego pero sólo con el niño o la niña, sin involucrar ni tomar en cuenta a los padres y a la familia, son prácticas ambas que suceden comúnmente, pero que por desgracia son incompletas. Este tipo de manejos lleva el riesgo no sólo de no lograr los resultados esperados, sino además de estar desperdiciando el tiempo, el dinero y la energía de las familias. Además, es igualmente importante tomar en cuenta otro tipo de problemas que pueden desprenderse de este estilo de tratamientos. En primer lugar, el hecho de que se presenten efectos secundarios tóxicos de psicofármacos que no han sido aprobados del todo para su uso en niños, y que en tantas ocasiones ni siquiera son monitoreados médicamente en forma adecuada, de manera que su uso se puede prolongar indefinidamente por meses o hasta años sin control suficiente. Algo similar suele suceder en aquellos casos en los que se presume practicar alguna “terapia de juego” por alguien no especializado, cuyo proceso también se puede prolongar por meses o hasta años, sin que ni siquiera se hayan hecho diagnósticos adecuados para saber los objetivos a los cuales está dirigida dicha terapia. Desgraciadamente, ésa también puede convertirse en otra forma más de desperdiciar el tiempo, sin que se tomen las medidas terapéuticas específicas y necesarias, lo que puede traer como consecuencia que el trastorno de ansiedad prosiga pero de una forma latente y semiescondida, para aparecer posteriormente durante la adolescencia o en la etapa de adulto. Por todo ello, me parece importante e imperativo el seguir insistiendo en la necesidad de que este tipo de trabajo sea hecho por especialistas capacitados, que elaboren una buena historia clínica del paciente y de su familia, para obtener diagnósticos específicos, y planear entonces programas de tratamiento efectivos y globales, que cubran todos los aspectos mencionados, de manera que realmente puedan ayudar al paciente y a su familia y prevenir naturalmente, daños más severos a largo plazo (Continuará).