ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(DÉCIMA SÉPTIMA PARTE)
De acuerdo a las estadísticas encontradas en los muy diversos estudios de tipo epidemiológico que se han llevado a cabo en ciertos países, y que se han mencionado en esta columna, se ha encontrado otro tipo de trastornos que también acompañan con bastante frecuencia al TDAH, tanto en los niños, como en los adolescentes y los adultos. Se trata de los llamados trastornos de ansiedad en sus muy diferentes variedades. Es así como se ha registrado la presencia lo mismo del trastorno de ansiedad por separación en las edades más tempranas, pero igualmente el de ansiedad generalizada, el de estrés postraumático, el obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, así como los diferentes tipos de fobias, sea la fobia social o cualquiera de las otras variedades que responden a diversos estímulos como animales, insectos, fenómenos naturales, alturas, espacios abiertos o cerrados, etc. De acuerdo a cada uno de estos trastornos, los síntomas van a cambiar en uno u otro caso según la variedad de que se trate, pero la sospecha de su presencia determinará la necesidad de que el terapeuta consultado lleve a cabo mejores y más detalladas evaluaciones clínicas. Gracias a ello, se logrará discriminar y diagnosticar adecuadamente cualquiera de estos trastornos que estuviera presente, y cuyos síntomas se mezclan en cierta forma con los síntomas característicos del TDAH. En ocasiones por ejemplo, puede ser difícil diferenciar la hiperactividad que se presenta en forma secundaria a la presencia de un trastorno de ansiedad, de aquélla que es típicamente resultado de un TDAH por sí mismo. Por lo tanto, es de suma importancia el llevar a cabo esta diferenciación, puesto que ella nos ayudará a diseñar un mejor y más específico y completo programa de tratamiento.
En el caso de los adolescentes y los adultos, es posible encontrar trastornos de ansiedad que pueden haberse añadido recientemente como parte de las experiencias de vida del paciente en estas etapas, pero en muchos otros casos, también se puede tratar de trastornos de ansiedad que se han venido arrastrando desde la infancia, o de muchos años atrás, que inclusive nunca habían sido detectados y por lo mismo tampoco habían sido tratados. Ello puede suceder con bastante frecuencia, debido al hecho de que por lo general los síntomas de TDAH son tan obvios y estrepitosos, que opacan fácilmente cualquier otro tipo de sintomatología que pasa desapercibida, no sólo en cuanto a trastornos emocionales, sino igualmente en lo que se refiere a problemas físicos. Es decir, que la hiperactividad, la impulsividad y los problemas de atención y concentración pueden ser tan visibles, tan molestos y tan intensos que atraen fácilmente la atención de todas las personas alrededor del o la paciente, sea en la familia, en la escuela, en la comunidad misma o aún en el consultorio, por lo que llegan a esconder o a disfrazar por completo la existencia de los síntomas típicos de la ansiedad, en cualquiera del tipo de trastornos mencionados. Inclusive llega a suceder, que en ciertos casos el terapeuta ni siquiera interrogue al paciente o a sus padres sobre dicha posibilidad, lo que desgraciadamente trae como consecuencia que se descuide el diagnóstico y el tratamiento de tales trastornos. Por ejemplo, se puede pasar por alto el hecho de que durante la infancia haya existido abuso o maltrato físico o sexual, con las consecuentes y características repercusiones y cicatrices emocionales de un trastorno de estrés postraumático. Así sucesivamente, se pueden pasar por alto una infinidad de síntomas característicos de cualquiera de estos trastornos de ansiedad durante una entrevista clínica, especialmente cuando el terapeuta no está pensando en la posibilidad de comorbilidad, o no lleva a cabo una evaluación lo suficientemente minuciosa. Esto sucede con mucha frecuencia en nuestra época, debido a las presiones de tiempo y de personal que hay en tantas instituciones médicas y psicológicas, así como al descuido o a la falta de suficiente capacitación y experiencia de tales terapeutas. En el presente es tanto el entusiasmo y la impulsividad de muchos profesionales por “hacer terapia”, que descuidan desgraciadamente, no le dan el suficiente valor o no saben llevar a cabo una completa evaluación clínica diagnóstica, la cual es tan indispensable para conocer a fondo al paciente y a su familia, y entonces sí poder planear y llevar a cabo un programa global de tratamiento, que incluya todas esas posibilidades. (Continuará).