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NUESTRA SALUD MENTAL

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(SÉPTIMA PARTE)

TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD (TDAH)

No cabe duda de que los médicos generales con mucha experiencia y conocimientos sobre los niños, los pediatras, las educadoras y las maestras o maestros de las estancias infantiles, el jardín de niños o la primaria juegan un papel sumamente importante en la detección temprana y canalización de todo tipo de trastornos, tanto físicos como emocionales que se puedan presentar entre los niños y las niñas. La visión más experimentada, conocedora y objetiva de ellos, puede ayudar a superar en los padres esa perspectiva que pueden tener de sus hijos y que no siempre es tan justa y realista, puesto que está teñida por el amor y todos los demás y muy variados sentimientos que se dan entre padres e hijos, y que generalmente nos tienden a cegar como seres humanos para llegar a aceptar ciertas realidades. Es por ello, que el monitoreo constante con los pediatras o la entrada de la criatura al ambiente escolar, tienen un valor muy significativo y una repercusión muy importante para lo que será el futuro de la salud física o mental infantil, así como para la influencia que ello tenga en la dinámica familiar, tanto en el presente como en el futuro.

En el caso de los niños y niñas con TDAH, a los que nos hemos estado refiriendo en nuestra columna en las últimas semanas, esta verdad no puede ser más cierta. Si los padres por cariño, por ansiedad, por demasiadas ocupaciones y presiones de trabajo o por falta de información, no llegaron a percibir estos rasgos de su hijito o de su hijita como síntomas del trastorno, es muy probable que su médico o la educadora o maestra de ellos sí sea capaz de detectarlo y asimismo de comentarlo y orientarlos al respecto. En el aula, los niños con TDAH son detectados de inmediato, debido a su constante inquietud que les hace difícil permanecer sentados u ocupados por períodos más allá de los 15 ó 20 minutos en cualquier tipo de tarea que se les indique. Por lo general, tienden a subir y bajar de las sillas una y otra vez, a hablar fuerte y excesivamente sin cesar o incluso gritando, a interrumpir las tareas de sus compañeros o a molestarlos y distraerlos con travesuras, a llamar la atención de la maestra sin seguir sus instrucciones, o a salir del aula al ser incapaces de tolerar los períodos de tiempo regulares que implican los juegos y las actividades escolares, para las cuales tampoco pueden ser constantes, de modo que cambian de una a otra sin llegar a terminarlas, ni lograr meta alguna. En ocasiones inclusive, ya sea solos o en compañía de algunos compañeros intentan actividades potencialmente peligrosas que consisten en treparse a las rejas, a los árboles o a los sitios más altos del edificio para saltar desde ahí, a prender fuegos o en muchas ocasiones a buscar oportunidades para salirse de la escuela. Es común que en este ambiente, ellos tiendan a juntarse con niños que presentan rasgos semejantes a los suyos, de modo que llegan a formar pequeños grupos que son etiquetados como “los desordenados” o “los desastrosos” desde los primeros años escolares. Cuando se juntan con otro tipo de niños, el chico con TDAH llega a tomar en ocasiones el papel de líder en actividades y travesuras en las que involucra y dirige a los demás, y en las que siempre quiere ser el primero para figurar como jefe, hasta que después de cierto tiempo los demás se aburren y lo dejan solo.

Muchas maestras o maestros en este nivel escolar tienen los conocimientos, la experiencia y la paciencia para saber tratar y manejar a tales niños, de forma que les ayudan a canalizar su hiperactividad a través de actividades extra que les encargan y les permiten desfogarse y mantenerse un poco más controlados en las aulas. Al detectar estos rasgos, los maestros tienden a hablarlo con los padres para informarles, orientarlos y ayudarlos a que el niño sea canalizado hacia los servicios de psicología o de psiquiatría infantil para obtener ayuda profesional. Desgraciadamente, hay ocasiones en las que los maestros o maestras no tienen tal preparación ni las características anteriores, o sus salones rebasan los números de estudiantes pedagógicamente adecuados, de manera que en estos casos no hay la tolerancia o la motivación para ayudarlos o canalizarlos a los servicios necesarios. Es así como estos chicos llegan a ser etiquetados negativamente como “indeseables”, al grado de que los maestros buscan pasarlos de un nivel al siguiente como una forma de evitarlos y mandarlos a alguien más. Lo mismo sucede con la institución, puesto que llega un momento en que se prefiere darles un ultimátum a los padres, generalmente al final del año escolar para que busquen otra escuela para su hijo. Desde la primaria, estos chicos pasan por experiencias semejantes en forma por demás frecuente, de manera que cambian de una escuela a otra sin que sus problemas sean diagnosticados, sino que más bien van aumentando, con la consecuente desorientación, frustración y confusión para sus padres. Es ahí donde la detección, el diagnóstico, la orientación y la canalización temprana hacia los servicios adecuados puede romper con este círculo vicioso y negativo en beneficio no solamente del chico, sino también de su familia, de la escuela y de la comunidad misma, puesto que en realidad, el TDAH en nuestra época ha sido considerado como un problema de salud pública (Continuará).

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