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Nueva dirección priista| Plaza pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Como “partido de la legalidad” definió la presidenta del PRI Beatriz Paredes a su partido, para explicar la demora en integrar el comité ejecutivo nacional del PRI que ella encabeza. Dijo que debió esperar a que el IFE validara la reforma estatutaria que consagra la nueva integración del núcleo director priista y que ello ocurrió apenas el 18 de abril, exactamente dos meses después de que ella fue elegida y a seis semanas de la fecha en que la asamblea nacional reformó los documentos del tricolor. Esa espera coincidió con las negociaciones que la lideresa debió mantener con los verdaderos focos del poder priista, para integrar un equipo que asegure la diversidad de enfoques y de intereses que integran hoy al PRI. De no ser porque esos intereses se mueven por su cuenta, apenas se entendería cómo un partido nacional puede pasar casi cincuenta días sin equipo dirigente.

Es un comité numeroso, pues se crearon nueve secretarías y una coordinación, amén de las dependencias tradicionales. Entre los titulares de estas últimas sobresale la presencia de Ernesto Enríquez Rubio como secretario de administración. Al presentarlo, la presidenta Paredes detalló sus pasos por el partido y la docencia, pero prefirió ser parca en la porción central de la trayectoria del nuevo dirigente, pues sólo dijo que “en la administración pública ha desempeñado diversos cargos”. Ciertamente muy diversos, pues se trata de un hombre ecuménico, dijéramos que de espíritu renacentista (pues encabezó desde un banco nacionalizado hasta los Centros de Integración Juvenil pasando por la dirección de una fábrica de tubos y la subsecretaría del Trabajo). Formado en la Escuela Libre de Derecho y en el Instituto de Integración Iberoamericana creado por Luis Pazos, transitó por los más diversos caminos de la burocracia. De su paso por la oficialía mayor y la subsecretaría de Ganadería de la antigua SAG, regida entonces por Carlos Hank González, derivó una relación personal entre ambos que lo condujo a administrar en Costa Rica los negocios agropecuarios del “ahorrativo profesor de primaria”.

Su fama pública, sus relaciones o el azar lo llevaron de presidir el Grupo de trabajo de la Comisión de oferta política para los candidatos del PRI, en 1999, a ser parte del Gobierno panista a partir del año siguiente. Fue coordinador de asesores de Francisco Barrio en la secretaría de la Contraloría, la misma que denunció el trasiego de fondos de Pemex al PRI. Y después encabezó dentro de la Secretaría de Salud la Comisión Federal Contra el Riesgo Sanitario (Cofepris). Hace un mes su paso por ese cargo fue evocado con motivo del descubrimiento de los negocios del multimillonario Zhenli Ye Gon. Según el diario El Centro, de 23 de marzo, Enríquez Rubio “aparece en las investigaciones ministeriales contra funcionarios del sector salud por el ingreso de seudoefedrina utilizada por grupos de narcotraficantes, como lo revelaron fuentes de la PGR”.

El nuevo secretario de administración del partido de la legalidad retornó al redil tricolor, después de servir al Gobierno panista, el año pasado, cuando Roberto Madrazo lo incorporó a su equipo de campaña. Otro miembro, principalísimo de ese grupo, Javier Ulises Oliva Posada, es también integrante del equipo paredista. Él fue secretario particular del líder nacional y candidato de su partido y él mismo aspiró a dirigirlo, enfrentado a quien ahora lo ha nombrado, quizá con sorna, secretario de relaciones académicas, como indicando que en ese terreno transita con más donaire que en otros. Del madracismo viene también el nuevo secretario de organización (el tercer cargo en la estructura partidaria, después de la presidencia y la secretaría general), el senador campechano Alejandro Moreno Cárdenas, desde hace cinco años (recién llegado Madrazo al liderazgo priista) líder del Frente Juvenil Revolucionario. A propósito de jóvenes, la secretaría de asuntos de la juventud será ocupada por Carlos Corona Martín del Campo (que no egresó, como por error se dijo al presentarlo de la Universidad Autónoma de Guadalajara, la de los tecos, lo que sería una barbaridad para un partido que pretendió definirse como de izquierda) sino de la institución pública, la Universidad de Guadalajara, cuya federación estudiantil (que sustituyó a la FEG) encabeza el nuevo dirigente priista.

La diversidad del PRI queda expresada en nombramientos que enaltecen a la militancia de ese partido, aunque está por verse si han sido designados sólo para que aporten su nombre al comité nacional, pues sus oficinas son nuevas y habrá que esperar si funcionan y cómo. El doctor Jesús Kumate sobresale entre ellos, por su trayectoria científica y docente en las instituciones públicas. Secretario de Salud bajo Carlos Salinas, el año pasado le fue conferida por los senadores, con justos títulos, la medalla Belisario Domínguez.

Heriberto M. Galindo Quiñones vuelve a la dirección nacional priista donde fue secretario de información y propaganda y secretario general adjunto, así como presidente de la Comisión nacional de información y del Instituto de capacitación y desarrollo político. Tras una larga carrera política y administrativa, a últimas fechas su experiencia beneficia al gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, de quien el sinaloense es cercano. La doctora Lilia Berthely y Miguel Ángel Porrúa llevan su bien ganada fama a un comité nacional en que serán secretaria de asuntos de los adultos mayores y de promoción cultural.

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