El mercado navideño de Nüremberg refleja la tradición en la fabricación de juguetes de la ciudad: numerosos puestos acogen juguetes de madera, casas de muñeca de madera y hojalata, y la tradición artística milenaria artesanal: angelitos de oro y adornos para el nacimiento. (Archivo)
Más de dos millones de personas visitan cada año el mercado desde el primer viernes de Adviento hasta el día de Nochebuena.
Alemania se viste en periodo prenavideño de luz y color, y ofrece olores y sabores con sus “Weichnachtsmarkt” o mercados navideños, entre los que destaca el de Núremberg el más antiguo y famoso del país, y reconocido a nivel mundial.
Ningún otro mercado navideño de Europa puede competir con el de esta localidad, situada en el este de Baviera, a unos 150 kilómetros al norte de Munich, que visitan desde el primer viernes de Adviento hasta el día de nochebuena más de dos millones de personas cada año.
Estos días, hostales y hoteles están al límite de su capacidad para acoger a las personas que se acercan al “Christkindlesmarkt” (Mercado del Niño Cristo), situado en la Plaza del Mercado, coronado por la imponente catedral en la que se celebran conciertos de Adviento.
Todo a los pies del Castillo Imperial, la residencia preferida de todos los emperadores alemanes, y rodeada por el muro de la ciudad vieja, en la que también se encuentran las iglesias góticas de San Sebaldo y San Lorenzo, de visita obligada.
El mercado navideño refleja la tradición en la fabricación de juguetes de la ciudad: numerosos puestos acogen juguetes de madera, casas de muñeca de madera y hojalata, y la tradición artística milenaria artesanal: angelitos de oro y adornos para el nacimiento.
No por nada el Museo del Juguete es uno de los más famosos de la ciudad y donde se inventó el lápiz, a manos de Lothar von Faber de Stein.
El espectáculo cambia radicalmente de aspecto al atardecer: a los colores del día se unen las luces de la noche, multiplicando el efecto por dos y creando un ambiente nocturno espectacular.
Durante el paseo puede encontrarse, con suerte, con el angelito de carne y hueso coronado cada año que se dedica estos días a visitar hospitales y asilos en el país para llevar saludos navideños de Núrenberg.
Los puestos no se limitan a la famosa plaza sino que se desbordan más allá de ella, inundando las calles adyacentes y ofreciendo golosinas, quesos, mieles, té e infusiones, frutas de cultivo ecológico, frutos secos e innumerables productos.
Por allí pasan también hermosos carros tirados por caballos, que dan al mercado un aspecto totalmente medieval. La ciudad compensa así su triste fama por su pasado Nazi, fue sede de numerosos actos de Adolfo Hitler y también de los famosos juicios de Núremberg.
Sin embargo, muchos no saben que algunas tradiciones del mercado, como el espectáculo de apertura de cada viernes anterior al periodo de Adviento, son herencia del nacionalsocialismo, aunque las raíces del mercado se remontan a tiempos muy antiguos.
Pese a la predominancia católica de Baviera, Núremberg fue una ciudad imperial protestante en la que el padre de la reforma, Martin Lutero, dejó una huella relacionada inevitablemente con el mercado navideño: al eliminar el culto a los santos, surgió la tradición de regalar dulces a los más pequeños el día de San Nikolaus.
EXPERIENCIA MULTISENSORIAL
Pasear en medio del mercado se convierte en una experiencia multisensorial, en la que se une una diversidad visual de colores y formas, de olores que abren el apetito y exquisitos sabores si el visitante se decide a probar una de las especialidades bávaras.
Lo más atrayente son quizá las especialidades culinarias que los puestos de venta ofrecen al visitante, dulces como saladas, sólidas y líquidas; seduce el aroma, pero también la vista de los diversos tipos del famosísimo Lebkuchen, cubierto de chocolate blanco, negro o almendrado.
Así como los tradicionales pasteles de frutas navideños y las interminables variedades de dulces de todos los colores y sabores.
Son famosas las frutas cubiertas de chocolate -plátanos, uvas, manzanas y fresas- y las variedades de frutos secos garapiñados: cacahuetes, almendras y otras variedades, que impregnan el ambiente de un dulzor inconfundible.
Los distintos tipos de salchicha a la parrilla de las diversas regiones del país, con colores, tamaños y sabores diferentes, así como la forma de preparación, en un panecillo y coronados por una mostaza de un sabor inigualable en el mundo, invitan a probarlos.
La típica bratwurst bávara sigue asándose sobre fuego de leña y es servida sobre platos de estaño, según una tradición que se remonta a 1313.
A las variedades de cerdo, carnero, res e incluso pollo se unen las típicas Frikadelle, o bolas de carne, o el Leberkäse, un típico embutido cuya textura recuerda a una pasta de carne o foie y que pueden acompañarse de cebolla frita que le da un toque excepcional.
Pero lo mejor para poder aguantar el frío y mantenerse en las calles disfrutando del mercado es tomar una buena jarrita de Gluhwein, vino tinto caliente con especias, al que puede añadirse un “Schuss” de licor que provoca una agradable sensación en el cuerpo.