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Occidente se distrae y los terroristas progresan

AP

Los Tigres del Tamil, de Sri Lanka, recaudan de 200 a 300 millones de dólares por año, mayormente por medio de extorsión y fraude.

Sólo se le conoce como KP y dirige una Red clandestina de contrabando que abarca desde los rascacielos de Nueva York hasta los campos de entrenamiento suicidas de Sri Lanka.

A sus 52 años, de contextura mediana, con bigotes y cabello raleado, KP opera bajo las mismas narices de occidente, que según los expertos está tan preocupado con Al Qaeda que en general ignora otros grupos terroristas, incluyendo algunos tan estructurados como los Tigres del Tamil, de Sri Lanka.

Se cree que los Tigres fueron pioneros del uso de chalecos explosivos para ataques suicidas, y, con la distracción de occidente, perpetran crímenes en todo el mundo -como un supuesto plan para saquear máquinas bancarias automáticas en Nueva York- a fin de financiar su lucha por una patria independiente para la minoría tamil de Sri Lanka. Es una campaña que ha dejado 70 mil muertos en los últimos 24 años.

En docenas de entrevistas con funcionarios de Sri Lanka (ex Ceilán), diplomáticos occidentales y ex rebeldes, halló que los Tigres recaudan de 200 a 300 millones de dólares por año, mayormente por medio de extorsión y fraude. Usan compañías frontales o intermediarios para comprar armas a fabricantes legítimos en Europa y Asia y los trasladan a Sri Lanka en sus propios barcos.

KP, por ejemplo, adquiere armas en lugares como Tailandia, Indonesia, Bulgaria y Sudáfrica. Tiene docenas de pasaportes -indio, egipcio, malayo y otros- además de una ayuda experta para falsificar cualquier documento que necesite, dicen funcionarios srilankeses.

Los fondos provienen de lugares como Nueva York, donde ocho sospechosos han sido arrestados en el escándalo de las máquinas bancarias y otros siete son acusados de tratar de sobornar a funcionarios estadounidenses para retirar a los Tigres de la lista gubernamental de grupos terroristas. Un sospechoso trabajó alguna vez para Microsoft Corp. y supuestamente ayudó a los Tigres a comprar computadoras, según documentación judicial.

Otro sospechoso fue apresado con una computadora portátil en su poder que detallaba pagos por más de 13 millones de dólares en el verano de 2006 para equipos militares, incluyendo artillería antiaérea y 100 toneladas de explosivos de gran potencia, agregan los documentos. Su pasaporte reveló más de cien viajes en los últimos cinco años a países como China, Kenia e incluso Sri Lanka.

Las autoridades también están investigando a un financista de Wall Street que se sospecha ha donado millones de dólares a los rebeldes. Sólo se le identifica como “Individuo B” en los documentos judiciales y no ha sido arrestado.

GUERRA CIVIL

El éxito de los Tigres en armar una fuerza de 10 mil efectivos ha sido objeto de atención en el último año con la reanudación de la guerra civil en Sri Lanka. Los expertos en financiación terrorista dicen que la red de los Tigres ha medrado aun después de los ataques de Al Qaeda del 11 de septiembre del 2001.

“Después del 11 de septiembre, se suponía que tenía más vigencia que nunca el principio de conocer al cliente en todo negocio”, dijo Shanaka Jayasekra, experto en terrorismo en la Universidad Macquarie en Sydney, Australia. Los Tigres “están demostrando lo que se puede hacer para explotar los resquicios en este sistema”.

Sri Lanka ha acelerado sus esfuerzos por interrumpir las líneas de abastecimiento de los rebeldes. Su armada hundió siete barcos de los insurgentes el año pasado, y han sido arrestados varios sospechosos de agentes de los Tigres en Estados Unidos, Europa y Australia.

Pero los recursos de Sri Lanka son limitados, como también el interés de occidente.

“Si hallamos que (los agentes de los Tigres) quebrantan la Ley, por supuesto los perseguiremos”, dijo un diplomático occidental, que habló con la condición del anonimato para no incomodar a las autoridades cingalesas. “Pero no vamos a estar corriendo por todos lados tratando de darles caza”.

Aun grupos islámicos con vínculos con Al Qaeda -como el grupo paquistaní Lashkar-e-Tayyaba-, al que se atribuye la matanza de más de 300 indios en ataques dinamiteros en los dos últimos años-, quedan mayormente fuera del radar de occidente, observó Peter Chalk, del grupo de estudios Rand Corp. en Estados Unidos.

“Nadie está prestando demasiada atención a ningún otro grupo” aparte de Al Qaeda, especialmente como el de los Tigres, cuya lucha se da en un país relativamente pobre, agregó Chalk. “Estos grupos a menudo ignorados imponen amenazas reales”, afirmó.

KP, dijo un diplomático occidental, “es algo así como una película de James Bond”. Aunque hay especulaciones sobre su identidad, nadie la conoce a ciencia cierta.

Surgió como principal abastecedor de armas de los Tigres a fines de los años 80, después que India puso fin a su apoyo clandestino. Ha aparecido en Vietnam y Sudáfrica y ha tenido cuentas bancarias en Londres, Singapur, Francfort y Bangkok.

Se cree que vive en Tailandia, donde es propietario al menos de una compañía y un embarcadero y está casado con una tailandesa, dicen funcionarios de Sri Lanka.

Tiene guerrilla su miniestado

La Red de la guerrilla Tigres del Tamil refleja la sofisticación del miniestado que han erigido en el norte de Sri Lanka. Allí imponen impuestos -el 10 por ciento sobre los materiales de construcción, 7.5 por ciento en repuestos automotores, 20 por ciento en cigarrillos- para apoyar sus propios tribunales, Policía de tránsito y aparato militar, una Fuerza disciplinada cuyos combatientes no beben ni fuman, esperan hasta alrededor de los 25 años para casarse y llevan píldoras de cianuro para tragar si son capturados.

Los Tigres han instalado compañías frontales en más de una docena de países, en los que venden legítimamente de todo, desde pescado seco en Tailandia hasta teléfonos móviles en Toronto. Los Tigres envían fondos iniciales a los negocios a cambio de participación en las ganancias. También usan su pequeña flota naval para transportar carga para clientes.

Pero el grueso de su dinero proviene de la diáspora tamil, de 600 mil a 800 mil personas, muchas de las cuales huyeron de la guerra y de la persecución a menudo violenta por parte de la mayoría cingalesa de Sri Lanka. Abarcan toda la gama socioeconómica desde médicos y banqueros en los suburbios elegantes de Nueva Jersey hasta obreros de la construcción y taxistas en los vecindarios sórdidos de inmigrantes en Londres.

Algunos donan voluntariamente. “A otros hay que convencerlos”, dijo un ex Tigre que trabajó en Londres como recaudador de fondos.

El método de persuasión favorito, dijo, son las amenazas dirigidas directamente al donante remiso o a sus familiares en Sri Lanka, “que siempre es lo más fácil porque saben que allá somos la Ley”.

Si las amenazas fallan -lo que es “muy infrecuente”, entonces “quizá lo golpeamos. O, si tiene un comercio, podríamos destruirlo”.

Versiones de activistas como Human Rights Watch hablan de docenas de casos similares en Londres y Toronto.

Los Tigres hallan recaudadores que nunca han peleado en Sri Lanka para que no estén en ninguna lista. Los fondos eran depositados en cuentas bancarias y luego transferidas a otra cuenta de HSBC, también en Londres.

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