El incremento del nivel del mar; la intensificación de los fenómenos hidrometereológicos como huracanes, lluvias intensas y la desertificación son los tres principales problemas a los que tiene que hacer frente el país para evitar la oleada de “refugiados ambientales”. (Archivo)
Más de 28.6 millones de mexicanos viven en lugares de muy alto riesgo.
Unos 40 millones de mexicanos podrían verse obligados a emigrar de sus lugares de residencia habitual a consecuencia del cambio climático. Por su ubicación geográfica, topografía y aspectos socioeconómicos, México es especialmente vulnerable a los impactos de este fenómeno.
El incremento del nivel del mar; la intensificación de los fenómenos hidrometereológicos como huracanes, lluvias intensas, y la desertificación son los tres principales problemas a los que tiene que hacer frente el país para evitar la oleada de “refugiados ambientales”, término que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya está valorando incluir, señala la investigadora de la UNAM y directora de la Cátedra de Vulnerabilidad Social de la ONU, Úrsula Oswald.
La Secretaría de Gobernación reconoce que 28.6 millones de mexicanos viven en lugares de muy alto riesgo y otros 11, en alto riesgo y sólo 32 millones habitan zonas de muy bajo riesgo. Y es que cerca del 82 por ciento del territorio se ubica en zonas semiáridas y áridas y lo que se prevé es que se intensifique la desertificación, que podrían generar fenómenos colaterales de consecuencias inimaginables, apunta la investigadora.
Los habitantes de los estados ubicados en el Golfo de México y los fronterizos con Estados Unidos son los que más podrían verse afectados. La frontera norte es una zona de mitigación de emigración, pero si pierde su capacidad de poseer agua por el descenso de precipitaciones y se secan los acuíferos y el Río Colorado, se estima una gran vulnerabilidad para diez millones que viven allá. A ellos habría que añadir los 20 millones que viven en la costa y los que múltiples veces se van a ver afectados por huracanes como el Stan o Wilma.
Un estudio de la Universidad Veracruzana y el Reino Unido demuestra los “altos costos de alterar el ciclo hidrológico”. De hecho el estado podría ser uno de los más perjudicados.
Y no por casualidad, en los estados de centro y norte que han sufrido más sequía, como Zacatecas y Durango, u Oaxaca, donde hubo una intensa destrucción ambiental, son los de más expulsión de mano de obra en la última década.
Estos nuevos emigrantes se verán obligados a trasladarse a los estados del centro del país, lo que generará a su vez conflictos en las urbes a las que llegarán, por la escasez de agua que ya afecta a todas las grandes ciudades del país, señala el doctor Jorge Zavala, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.
Ante este escenario urge prepararse para adaptarse a los cambios que vienen y deberán implicar a todo mundo.
La Unesco señala que si se invirtiera al menos 5 por ciento en prevención se podrían ahorrar al menos 18 por ciento de los gastos que ocasionan los fenómenos naturales. El 2005, el año de Stan y Wilma, los desastres naturales costaron 170 mil millones de dólares a las aseguradoras.
En México, las torrenciales lluvias de “Stan” ocasionaron la vida de 98 personas y al menos 30 desaparecidos y se generaron 21,062 billones de pesos en pérdidas, especialmente en Chiapas, donde se destruyó el 50 por ciento de las producciones de café y se dañó el 40 por ciento de los bosques.
A nivel mundial, las fenómenos naturales afectaron a más de cinco mil millones de personas causaron más de dos millones de muertos en los últimos 35 años.
Y las perspectivas no parecen ser halagüeñas. México va a incrementar en 2025 un 63 por ciento las emisiones a la atmósfera, China en 145 por ciento, (más que Estados Unidos en la actualidad), sin contar a Brasil, India y otros, por lo que la carga del planeta va a ser brutal y se agudizará el problema “lejos de pensar que nos va a ir bien, nos va a ir peor”, comenta la doctora Oswald.
La Tercera Comunicación Nacional ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático, elaborada con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y del Gobierno de México señala que de seguir la tendencia actual, el clima de México será más cálido para 2020, 2050 y 2080, principalmente en el norte; se proyectan disminuciones en la lluvia, así como cambios en su distribución temporal, por ejemplo, se esperan reducciones de hasta 15% en regiones del centro y de menos de 5% en la vertiente del Golfo de México, principalmente entre enero y mayo. El ciclo hidrológico se volverá más intenso, por lo que aumentará el número de tormentas severas y la intensidad de los periodos de sequía. En el caso de los fenómenos extremos como los frentes fríos (nortes), es posible que éstos se vuelvan menos frecuentes. Es incierto en qué medida dicha disminución podría afectar las precipitaciones, pero de acuerdo con ciertos escenarios, éstas tenderán a disminuir principalmente en la vertiente del Golfo de México.
La temperatura de la superficie del mar en el Caribe, Golfo de México y Pacífico podría aumentar entre uno y dos grados centígrados, lo que provocará el aumento de la intensidad de los ciclones tropicales, favoreciendo las probabilidades de que éstos alcancen categorías mayores en la escala Saffir-Simpson.
El incremento de la temperatura es posible que provoque una disminución significativa en el escurrimiento del agua que cae en forma de lluvia, del orden del diez al 20 por ciento a nivel nacional, y mayor al 40 por ciento en los humedales costeros del Golfo.
Si la temperatura se eleva un grado quizá se pueda enfrentar el problema pero si aumenta en cinco grados “vamos a enfrentar problemas gravísimos especialmente México”, señala la doctora Oswald, lo que es aún más grave debido a que es el cuarto país megadiverso del mundo, (entre el diez y 12 por ciento de las especies existentes en la Tierra se encuentran aquí) lo que en teoría obligaría a actuar si cabe con más urgencia y responsabilidad ante el cambio climático, señalan los distintos investigadores.
Pero por el momento no se está haciendo casi nada, apunta, el doctor Jorge Zavala. Según este experto urge reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), adaptarse a las condiciones de clima cambiante, especialmente en los municipios cercanos al nivel del mar, desarrollar tecnología para aumentar la productividad del campo; uso más eficiente de los recursos y buscar fuentes alternativas de energía como la éolica, la solar o las olas del mar.
México podría reducir el 17 por ciento las emisiones de GEI si el 29 por ciento de la energía fuera renovable, y 12 por ciento, nuclear; si se desarrollaran normas de eficiencia energética en vehículos particulares a gasolina (incluyendo SUV) y vehículos a diesel y promoción de medidas de ahorro para los municipios, impulsadas por la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía (Conae).
La doctora Oswald añade el manejo integral, ordenamiento territorial y urbanos como soluciones del país y eso implica recursos y un nuevo modelo de producción pues el actual es muy costoso en términos ambientales y elevado uso de agua si se requiere, dependiendo del proceso productivo, entre 25 mil a 35 mil litros de agua.
Estrategia nacional frente al cambio
El titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Juan Elvira Quesada, declaró recientemente que “es imperativo para México hacer frente al cambio climático” durante la Reunión de Ministros de Medio Ambiente del G8 + 5 (Alemania, Italia, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Canadá y Rusia; así como China, India, Sudáfrica, Brasil y México), que tuvo lugar en Postdam, Alemania. El objetivo de este grupo es reducir “significativamente”, la pérdida de diversidad biológica a 2010.
Y según se ha podido saber, el Gobierno del presidente, Felipe Calderón, ultima la Estrategia de Cambio Climático, que contempla ocho aspectos: aumentos del nivel del mar entre 18 y 59 centímetros, ondas de calor; inundaciones y sequías, disminución de rendimientos agrícola, incremento de plagas, disminución del agua, incremento de enfermedades como paludismo y dengue, no adaptación de los ecosistemas y modificación de suelos. Y para hacer frente a estos escenarios se establecerán dos líneas de acción fundamentales: Mitigación y adaptación.
Las principales actividades de mitigación de emisiones van dirigidas a la reducción de emisiones de GEI y para ello se desarrollan programas de gasificación, diversificación de fuentes e incremento de eficiencia y proyectos coordinados dentro del MDL y ahorro de energía, según la Semarnat.
Dentro de estas acciones está la plantación de 250 millones de árboles que este año servirán para reforestar y conservar los suelos.
Para la consolidación de la Estrategia Nacional de Acción Climática, más allá de proyectos individuales se requiere programas estructurados que encaminen todos los esfuerzos nacionales en la materia a un fin común y sobre todo se requiere financiamiento para identificar problemas, reducir las emisiones e instrumentar programas para la adaptación recomienda la bióloga Julia Martínez, coordinadora del Programa del Cambio Climático del Instituto Nacional de Ecología (INE), dependiente de la Semarnat
El cambio climático es un reto y una oportunidad para México si decide apostar por una política más eficiente desde el punto de vista energético, que dependa menos del petróleo e incorpore sistemas agrícolas más productivos agrega, Jorge Zavala.