Javi cuenta que llegó a enojarse con Dios, a pensar que no existía y que si estaba allá arriba, que no estaba de su lado.
Querer quitarte la vida es lo peor que puedes hacer; hay que tener valor para enfrentar la vida: Javi
El Siglo de Durango
Su piel aún se enchina cuando vuelve a su mente ese sueño recurrente en el que estaba mareado en una sala de emergencias perdiendo sangre y llorando por no haber logrado su objetivo.
Se llama Javi, tiene 24 años y hace un año y medio quiso escapar por la puerta falsa. No lo logró... ni lo volverá a intentar.
Su vida –según dice- era bastante cómoda. Sus papás le mantenían, tenía una novia agradable, llevaba buenas calificaciones en el colegio y todo en general pintaba para que su destino fuera igual que el de su padre, un conocido abogado local.
Para octubre del 2005, y por aquellos azares del destino, su vida dio un giro de 180 grados y fue cuando la pesadilla comenzó.
“Mi mamá sufrió de leucemia –dice con los ojos humedecidos- y verla en esa situación a diario, con mi padre descuidando la casa y su trabajo, me empezó a hacer sentir presionado”.
La situación económica se tambaleó en su casa. Su padre inactivo y su madre al borde de la muerte volvieron un infierno el estilo de vida al que Javi estaba acostumbrado.
“Estudiaba en colegio, me hablaban a la casa para que pagara... se siente gacho después de que has estado en cierto estatus toda tu vida y luego te caes así”.
Su madre murió. A la semana siguiente, Javi aún continuaba mareado y bebiendo a diario debido a esta terrible pérdida.
No pasó un mes cuando su padre sufrió un accidente en el coche. El estallamiento de vísceras lo alejó del lado de su hijo único, quien no daba crédito a lo que estaba pasando.
“Estaba encab... con Dios. Neta me hizo creer que ni existía, y que si estaba allá arriba, que no estaba de mi lado”.
Para ese entonces, Javi se mantenía activo con algunas drogas y con el máximo alcohol que podía beber.
“Mi novia me mandó a la ... decía que parecía ya una piltrafa humana y fue lo que me llevó al fondo del abismo.
“Te sientes como si de verdad no existiera alguien que te cuidara... –comenta con voz entrecortada-.
“Los ‘dizque’ amigos que tenían se iban a pistear conmigo y ya cuando los llevaba a su casa nadie estaba a mi lado. Yo me sentía muy mal. Lo de mi mamá fue lo peor que me pudo haber pasado y lo de mi papá fue como escupirme en la cara estando de rodillas”.
Para mantener su casa y los gastos primarios, Javi entró a trabajar de mesero, pero se sentía tan miserable que prefirió dejar el trabajo... y tratar de alcanzar a sus padres.
“Le servía bebidas a los que eran mis compas en la escuela... unos se burlaban y tuve muchos ped.. con mis jefes porque me agarraba a madr... seguido”.
“Un jueves, cuando salí del trabajo me decidí ponerle fin a todo. A las deudas, a mi carrera inconclusa, a mi novia que me dejó, al recuerdo de mis padres... ya no podía más”.
Llegó a su casa, que ya estaba en venta y a punto de ser embargada, se tomó toda la cerveza que había en el refrigerador y escuchando música de José José se hundió en la peor borrachera de toda su vida, así como en el momento cúspide de su dolor, “de esos en los que gritas y lloras, que sientes un nudo en el pecho y que no va a salir con nada”.
Regresó a la cocina por un vaso pero vio los cuchillos en la mesa.
“Nadie me va a extrañar, fue lo que pensé primero... Y lo agarré del filo cortándome la palma de la mano... la sangre empezó a escurrir y fue cuando me decidí”.
Tomó con la mano derecha el arma blanca y se cortó la muñeca izquierda haciéndose una herida profunda que rodeaba casi todo el antebrazo.
“Después me enterré el cuchillo en la misma mano –agacha la mirada- me estuve clavando más y más hasta que me di cuenta del error que cometía.
“No mam... estoy bien joven”.
Asustado, sin poder hablar, le llamó a una amiga suya que vive en Torreón. Ésta, asustada, telefoneó a la Cruz Roja de Durango para que fueran por él.
“No sé cómo dieron a mi casa. Ahí me di cuenta del gran Ángel que siempre está contigo. Me tendí en el piso. Mi amiga había venido como dos veces a la ciudad y a puras señas le dijo a la ambulancia cómo llegar. Neta, eso está muy raro”.
Acostado en el frío piso de la cocina, Javi comenzó a sentir que su vida se le iba de las manos. “No era la forma de estar con mis padres, sentía que los defraudaba con algo tan cobarde”.
Despertó en el hospital. Sus amigos verdaderos estaban con él y nunca más lo dejaron solo.
“Quitarte la vida es la peor pend... que puedes hacer. Si bien dicen que hay que tener hue... para intentarlo, hay que tener más para enfrentar las cosas como vengan”.
Hoy en día Javi paga las consecuencias de su acto. “Perdí la movilidad del brazo izquierdo y ni con terapia volverá a funcionar porque me corté los tendones”.
Fuera de eso –continúa- “estoy bien, porque estoy vivo y no hay nada más por lo que deba agradecer. Ya voy a acabar la escuela, amo a mis padres y los tengo presentes siempre y respeto mucho a Dios por darme la oportunidad de volver a intentar lo que quise dejar a medias”, concluyó.
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“Quitarte la vida es la peor pend... que puedes hacer. Si bien dicen que hay que tener hue... para intentarlo, hay que tener más para enfrentar las cosas como vengan”.