El hombre es capaz de amar y odiar. El ambiente en el cual se desarrolla puede ser estimulante y hasta condicionante del predominio en los hombres de cualquiera de las dos emociones, el que causará respuestas específicas a cualquier estímulo, individual o social.
Una sociedad que enseña y permite a sus asociados convivir hermanablemente, a contribuir y aplaudir el triunfo ajeno, a no violentar al prójimo, etcétera; induciendo la activación de sentimientos y comportamientos constructivos, no habiendo método más eficaz para lograr tal meta que la ejemplaridad y los mensajes repetidos. Por ello, familia y escuela son tan importantes, sin omitir los medios de comunicación social.
En el mundo actual el bombardeo de mensajes y ejemplaridades masivos parecen producir lo contrario. La televisión, por ejemplo, ¿cuántos mensajes produce que fomenta y acrezcan la cultura general? Son poquísimos y para capas de población que pueden pagar programas especiales.
¿Por qué se desperdicia un medio que ha logrado atraer a millones de personas de todas las edades? Se ha dicho que porque la TV es un negocio, sostenido por la contratación y promoción de productos comerciales; aunque así sea, no justifica la presentación de tanta tontería y de tanta violencia. Menos se justifica la permisividad de los adultos a niños y adolescentes para que se “entretengan” diariamente durante largas horas frente a la pantalla chica.
Este tipo de adicción inhibe el juego intelectual–social, el ejercicio muscular del espectador volviéndolo perezoso mental y físicamente; pero además, está absorbiendo ilimitadamente el machacón mensaje “el más fuerte es el que triunfa”, acabando por no importar la calidad de quien triunfa, por atrofia analítica del espectador.
Si se acepta como “normal” la tontería, la mentira, la superficialidad, la xenofobia, el egoísmo, el mal hablar, etcétera; fácilmente esta aceptación se traslada a la vida real: niños que matan niños, pandillas de adolescentes asaltantes o coadyuvantes de mafias de adultos secuestradores, perfeccionamiento de sistemas para cuasar daño de todo tipo.
Se deduce de estos aprendizajes y actuaciones, la disminución de la sensibilidad individual y social ante los problemas reales que no se atienden y muchas veces ni se ven. El trabajo, la creación no son temas regularmente tratados por los medios; no hacen desbordar la adrenalina necesaria para atrapar la atención de auditorios necesitados cada vez de “emociones fuertes”.
Mucho se ha dicho que los medios de comunicación masiva no muestran ni difunden más de lo que ocurre en la vida real, que le dan al público lo que a éste le place y pide. Quienes defienden su quehacer de comunicadores esgrimiendo tal argumento, obviamente están justificando su deslealtad al desarrollo patrio impidiendo el desarrollo intelectual y artístico de una mayoría poblacional, especialmente de los niños.
Suponiendo que algunos empresarios y operadores de medios masivos gustarían de formular programas saludables y bellos, instructivos, veraces, etcétera, pero no lo hacen, ¿es por que dependen del nefasto y represor sistema económico-político–social y que señorea en la mayor parte del mundo? Si es así ¿Por qué no lo critican, por qué no luchan contra él?
Es más fácil coptar y conservar una audiencia de gente impreparada. No necesitarán pagar comunicadores creativos. No habrá criticas, crecerá la adicción a contemplar en mundo a través de la dimensión desconocida; las ofertas, ahora “inteligentes” se venderán más a un público cada vez menos exigente, conservarán el dinero y el favor de sus patrocinadores y todos contentos.
¿Y el Estado?.. a éste parece venirle bien la ignorancia de las masas, por la cual, también lleva agua a su molino. En un país donde la educación es tan deficiente, donde se lee tan poco y tan mal, sólo se beneficiarán los grupos de poder en el candelero.
El conocido estribillo y repetido por doquier de que “estamos como estamos porque se han perdido los valores” quizá mitigue algunas conciencias que no analizan a fondo los serios problemas que aquejan a México o que siendo más profundas, excusan así “su no hacer nada al respecto”.
¿Cómo asombrarse de la apatía o negligencia generalizada frente a los graves problemas ecológicos, si entretienen más los programas televisivos de escándalos farandulescos; los que ponen a prueba la memoria de los participantes adivinando a quién pertenecen los senos fotografiados de las “famosas”; aquéllos donde el héroe mata de un tiro a seis personas y a otra que vive en el extranjero, aquéllos donde el héroe casi resquebrajado, salva la situación guiando motos, autos, aviones, tanques de guerra, supercargado de las más mortíferas armas y extermina a los malos? Los héroes, protegidos por los dioses que les pagan, nunca comen o duermen, hacen el amor día y noche sólo con bellezas. El trabajo, la solución de los problemas reales, tan vastos e inquietantes, quedan para los sufridos, minusválidos y enajenados mortales.
El cuarto poder, como ahora se les llama a los medios de comunicación masiva, ha sido, hasta hoy, inmensamente desperdiciado; como lo han sido bosques, agua y el cultivo intensivo de la inteligencia de los mexicanos.