Quítame ese maldito vicio de no ver
quítame esa necesidad de ser amada
hazme dura, insensible y entregada
sólo al divino amor que es tu querer.
Cuando el amor es correspondido
se desborda, crece y ennoblece
es eterno y nunca está escondido.
Como volcán en plena efervescencia
sin despotismo, ni pleito que lo frene
sólo el cariño inmenso te sostiene
el espíritu ciego, anestesiado
con razón y con el ego bien plantado
el cariño es cual elíxir necesario:
cae de lleno y, si no es atormentado
dulcemente nos atonta y adormece.
Del libro:
En el Alarido de lo Inmarcesible.