Afirma “La Güera” que la mayoría de las sexoservidoras hace su trabajo por placer; “a ninguna nos pusieron una pistola, es un trabajo como cualquier otro”, asegura.
No importa el trabajo que tengas, siempre y cuando no se menosprecie una misma, afirma
“Para los 14 años ya sabía lo que quería ser en la vida: Yo quería ser sexoservidora. Fue como haber dicho quiero ser maestra o doctora... lo tomé como una profesión, no vine a buscar drogas, ni alcohol, yo sólo quiero que los hombres me paguen, cumplo y se acabó”.
Ella quiere ser como María Magdalena. Es una sexoservidora de 42 años, madre de cinco hijos y habita en la ciudad de Durango, Durango. Su deseo era haber sido como la María Magdalena, sin embargo por situaciones de la vida su camino tomó un rumbo muy diferente y a los 14 años se inició como sexoservidora.
Sus sueños quedaron truncados, pero no el deseo de hacer el bien y ayudar a sus semejantes. Creció con la idea fija de ejercer su profesión honestamente, sin dañar a terceros pero sobre todo sin dañarse a sí misma.
La conocen como “La Güera”, ejerce el oficio más antiguo del mundo en un establecimiento y a sus 42 años se encuentra instalando un pequeño bar que desde hace tiempo se ha convertido en un sueño próximo a cristalizarse.
TRABAJO
Su habitación es un pequeño cuarto de apenas dos metros cuadrados donde tiene lo indispensable para ejercer su trabajo, una cama, un abanico y una televisión pequeña, las paredes tapizadas con pequeños corazones y algunos peluches que denotan a la niña que quizá lleva dentro.
Ella sentada coquetamente, espera a que llegue “el primer cliente”, su silueta apenas se asoma por entre la maltrecha puerta de la habitación.
Recibe a sus clientes cautelosos pero sonrientes, no es para menos si apenas hace dos días uno de sus ellos la amenazó con una pistola para no pagarle por sus servicios.
Aun y con el antecedente, nos quiso recibir, su plática es fluida, muy poco hay que preguntar, es como sí estuviera esperando que alguien se acercara para conversar.
“Anteriormente se decía que las sexoservidoras se dedicaban a esto por necesidad y que en la actualidad la mayoría lo hace por gusto, porque ya no existen los pretextos de que por necesidad o por los hijos se ejerce la prostitución. La mayoría lo hacemos porque queremos, a ninguna nos pusieron una pistola, es un trabajo como cualquier otro, no importa que seas sexoservidora, barrendera o laves baños, siempre y cuando no te menosprecies tú misma, siempre y cuando no le hagas daño a nadie, cualquier trabajo es bueno y gratificante”.
PASADO
Su vida no ha sido fácil, a su madre biológica ni la conoció, la adoptó un matrimonio que la quiso mucho y le dio buenos ejemplos, sin embargo, el destino se los arrebató a la edad de diez años, fue entonces cuando tomó la determinación de dedicarse a la prostitución.
“Para los 14 años yo ya sabía lo que quería ser en la vida, yo quería ser sexoservidora, fue como haber dicho quiero ser maestra, doctora, lo tomé como una profesión, no vine a buscar drogas, ni alcohol, yo quería que los hombres me pagaran”, explica.
Como toda jovencita, a los 14 años ella quería volar, no deseaba que nadie le dijera cómo vivir su vida, pensaba que le llamaban la atención sólo por fastidiar, ese fue quizá su error.
“Uno no piensa cuando es joven, no quieres gatear quieres volar, mi error fue no haber hecho caso de mis mayores, ellos querían un bien para mí, pero no me arrepiento, jamás me arrepiento de lo que hago, ni ahora a mi edad”.
Habla también que a lo largo de su vida nunca ha tenido que mantener a un hombre y mucho menos deja que le quiten el dinero porque lo que gana es para sus hijos, uno de ellos ya estudia la universidad.
Con orgullo, nos comentó que su hija se casó de blanco y por la Iglesia, aunque ella no estaba de acuerdo fue su decisión y acabó por respetarla. “Yo le decía que sólo se juntara, pero ella me dijo yo quiero salir de mi casa de blanco, ir a la Iglesia y qué bueno porque es lo que ella quería, mis hijos todos saben a qué me dedico, no valía la pena mentirles, porque cuando son niños, los propios amiguitos les dicen, así que es mejor que yo hablara con ellos y todos lo han aceptado”, comenta.
SENTIMIENTO
“La Güera” es feliz según sus propias palabras, ha cometido errores que la vida se ha encargado de cobrarle, pero agradece a Dios dejarla despertar a diario para maravillarse con la salida del sol o simplemente por tener una nueva oportunidad de hacer el bien a sus semejantes.
“Tengo problemas como cualquier persona, uno de mis hijos es drogadicto, pero yo le digo que de mis errores yo voy a darle cuenta a Dios, él hablará por los suyos y que si quiere seguir en ese camino será decisión propia. Yo vengo aquí a trabajar, respeto a mis clientes, vienen, me pagan, cumplo y se acabó, no me voy a bailar ni a tomar, termino y me voy a mi casa”, expresa.
Además de dedicarse al sexoservicio, “La Güera” tiene otros pequeños oficios con los cuales ha podido subsistir, vende comidas y de vez en cuando instala una tiendita donde vende de todo a sus compañeras.
Está consciente de que la juventud no es eterna y por ello está pensando seriamente en hacer algo para el futuro, no desea que le pase lo que a sus compañeras, que cuando mueren no tienen ni para sepultarlas.
FUTURO
“Me gustaría hacer algo, una asociación donde juntemos dinero para las necesidades que nosotras mismas tenemos, he visto morir a compañeras y sus familias no tienen para enterrarlas, deberíamos nosotras mismas prever esto, pero muchas son desconfiadas, ya sabes cuando manejas dinero siempre existe la desconfianza”.
Por eso, está a punto de terminar su bar, le faltan algunos detalles, pero con esto piensa dejar su trabajo como sexoservidora para dedicarse de lleno a su establecimiento y empezar a hacer un “colchoncito” para cualquier imprevisto.
“No voy a decirte que se vive mal, gano en ocasiones hasta cuatro mil pesos diarios, depende cómo esté la clientela, es más estoy haciendo cuentas porque aún me faltan cosas por instalar en el bar, quiero poner una barra, me faltan mesas y un clima, son como 12 mil pesos según mis cuentas”.
Como toda mujer se da sus “lujos” gasta mucho en comida, porque le satisface invitar a sus hijos de vez en cuando a comer, comprarles algunas cosas a sus nietos y por qué no, gastar parte de su dinero en ropa y uno que otro “caprichito”.
“De vez en cuando hay que gastar en uno, la vida no la tenemos comprada, fíjate, he pasado por tres sustos grandes, en las tres ocasiones fueron taxistas quienes abusaron de mí, pero afortunadamente no me mataron, cuando me ha pasado eso nunca grito, sólo les pido que por favor no me maten que tengo hijos, si gritas los alteras y te va peor”.
Con todo, la María Magdalena moderna espera que pronto su vida dé un giro de 180 grados, está reuniendo para terminar su bar y dejar la vida de pecado que ha llevado desde los 14 años, pero a final de cuentas... “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.