Por más fino que sea el espejo, no podrá reflejar más que lo que somos
Parte II
Tendencias nuestras bien comprendidas, emociones, que se mueven libremente en el reloj de nuestras vidas, un alma sana y un enfoque claro del mundo, es lo único que puede hacer posible la sentencia griega de ?Conócete a ti mismo?. Y además, es lo único que nos puede permitir gozar de un buen conocimiento de nosotros mismos y de los demás.
El inmenso genio de FREUD descubrió el mecanismo de nuestras ?Proyecciones?. Por ejemplo, una persona muy agresiva en su vida diaria, es incapaz de que pueda reconocerse como ?agresiva?. En todo caso, dirá que así se comporta, porque las otras personas son peligrosas y que más vale a tiempo prevenir que lamentar.
Lo mismo sucede con la persona que es envidiosa. Es imposible que quiera reconocer su sentimiento de envidia. En todo caso, dirá que descalifica al envidiado porque en realidad no tiene los méritos que se le atribuyen.
Cuando padecemos de ciertas deficiencias que nuestro inconsciente sí sabe que las tenemos y las vemos en otras personas, las otras hacen las veces de nuestros espejos, reflejando nuestras fallas psicológicas con una exacta nitidez, sólo que no las reconocemos como nuestras, sino que se las atribuimos todas a las otras personas, pero como si nosotros no padeciéramos de ellas.
Con mucha frecuencia, nos basta ver en el otro ciertos rasgos de su personalidad muy desagradables que nosotros padecemos, como para que de inmediato experimentemos un sentimiento de disgusto hacía él, sin saber, que en el fondo, esa persona ya nos desagrada, porque nos enseñó rasgos desagradables que nosotros padecemos. Por más fino que pueda ser el espejo, no podrá reflejar más que lo que somos, si lo ponemos delante de nuestros ojos.
El gran secreto para la curación de esa persona que tiende a achacarle a otros los males psicológicos que él padece es el siguiente: darse cuenta por completo que si observa aspectos detestables en el otro, es porque él también los padece, solamente que desde su infancia empezó a suprimirlos de su conciencia. Creyó que estaban sepultados para siempre, pero esto no fue así ni pudo serlo. Esos restos psicológicos que tanto detestó, o que sus padres le hicieron detestar (aunque haya rasgos que nada hayan tenido de detestables, como los fuertes impulsos sensuales, la expansión del ánimo, el atrevimiento, etcétera) aparentemente están sepultados, pero la verdad es que no es así.
Están vivos y urgidos de expresarse, pero los equivocados mandatos de sus padres, o las erróneas reglas religiosas o las no ciertas reglas morales, se empeñan en sepultarlos; pero como esas tendencias naturales se filtran entre las losas del aparente sepulcro, saltan y el afectado de ellas dice que no son de ellas, sino que son los otros las que padecen de envidia, rencor, impulsos sexuales, etcétera.
Suprimimos lo que nos disgusta, lo que nos prohibieron, lo que nos enseñaron como reprobable, inmoral y enfermizo. Cuando en la realidad, una gran cantidad de nuestras expresiones era totalmente saludable.
Al desconocer nuestras supresiones, es absolutamente imposible que podamos saber quiénes somos y por lo tanto, es también absolutamente imposible saber cómo son los demás. Critilo le pide a sus lectores, para poder terminar con este tema en la siguiente Columna, la que de alguna manera dará claves fundamentales para empezar una rica vida del autoconocimiento y el de los demás.
Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx
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