La experiencia es el pasado que habla al presente
¡Con que finalidad nos engañamos a nosotros mismos!. ¡Por supuesto, que más daño nos hacemos con nuestros propios engaños, que con aquellos que nos hacen los demás. QUEVEDO, una de las inteligencias más privilegiadas, escribió éste pensamiento: “Felizmente fuera sabio el hombre, si con atención estudiare en las cosas ajenas; pero, llevado del amor propio, se persuade que los prósperos (sucesos) le pueden suceder, pero no los adversos”.
Comentario: nuestro amor propio, es decir, nuestro orgullo, y en algunos casos, nuestra soberbia, nos impide imaginar y pensar que no solamente a los demás les suceden acontecimientos adversos, sino que también a nosotros fácilmente nos pueden suceder. Otros son los que se enferman, fracasan, y mueren, pero nosotros no. Somos muy hábiles para engañarnos a nosotros mismos. Por esto, es muy difícil que podamos aprender de la experiencia de otros; aunque, claro está, que hay un reducido porcentaje de personas que si aprenden “en cabeza ajena”.
Bien lo dijo el poeta HORACIO: “Somos engañados por la apariencia del bien”. Y cuando el mal está muy cerca de nosotros, nuestro corazón repudia las sabias advertencias, tal y como lo dice un proverbio chino: “Quién me alaba es mi enemigo; quién me censura es mi maestro”. Una máxima de la antigua Roma decía: “El que desee ser engañado, que sea engañado”.
Si somos conscientes de todo lo anterior, podemos adquirir una gran sabiduría siempre y cuando nos esforcemos durante toda la vida en hacer un gran caso de las adversidades que a otros les han sucedido. No se trata de que estemos a la expectativa de las catástrofes que nos puedan suceder; se trata de que comprendamos, que como humanos, estamos expuestos a todo tipo de acontecimientos: buenos y malos. Pero si estamos pasando por un problema difícil, acudamos a “la voz de la experiencia”, la que nos podrá alertar, enseñar caminos de solución, o en el peor de los casos, cómo sortear las dificultades con la adecuada fortaleza.
BENJAMIN FRANKLIN, el gran científico, literato y estadista norteamericano, una vez escribió: “Es una escuela muy cara la de la experiencia; sin embargo, los necios no aprenderán en ninguna otra”. Una máxima Latina decía: “Se sabe más por experiencia que por aprendizaje”. Y otra máxima Romana sentenciaba: “La experiencia es el pasado que le habla al presente”.
La Experiencia, es el caudal de conocimientos, especialmente de índole práctica, que uno adquiere en la vida diaria o, en el ejercicio de alguna ocupación. La Experiencia es conocer o sentir alguien una cosa él mismo, por sí mismo, o en sí mismo. Por lo general decimos: “Sé por experiencia lo que es eso”. Y también aconsejamos: “Déjate aconsejar por una persona de experiencia”. BALTAZAR GRACIAN nos dice en una de sus obras, que pocas cosas hay tan útiles en la vida como pedir consejo a una persona de experiencia. Y que cuando la situación cambie, debemos acudir al reconsejo.
QUEVEDO nos dice que podríamos ser sabios si con atención estudiamos en las cosas ajenas. Nos está diciendo éste gran pensador español, que necesitamos estudiar la Experiencia de otros. Pero tengamos muy en cuenta que dos son los obstáculos más difíciles de vencer: el engaño que nos hacemos a nosotros mismos, al pensar que lo malo solo a otros les puede acontecer; y, nuestro orgullo, que fácilmente nos persuade que solamente nos van a suceder prósperos sucesos.
Critilo nos quiere dejar un profundo pensamiento de uno de los cinco más grandes poetas de la humanidad; de VIRGILIO quién escribió: “La experiencia de la desgracia me ayudó a socorrer a desgraciados”.
Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx
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