Ahora me conozco y siento dentro de mí una paz superior a todas las dignidades terrenas: una conciencia clara y tranquila
SHAKESPEARE, la inteligencia más vasta y profunda que ha dado la humanidad, pone en boca de uno de sus personajes, el CARDENAL WOLSEY el siguiente parlamento: “Ahora me conozco y siento dentro de mí una paz superior a todas las dignidades terrenas: una conciencia clara y tranquila”.
La Conciencia es la suma de representaciones actuales o pasadas que permite al hombre obtener una imagen de su personalidad física y moral. La Conciencia nos permite tener un conocimiento interior del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar. Hacemos las cosas a Conciencia, cuando reflexionamos seriamente sobre ellas. Es común que escuchemos: “Yo tengo mi conciencia tranquila”, “El más implacable juez es nuestra mala conciencia”, etcétera.
La paz, en el sentido del CARDENAL WOLSEY, es la Virtud que pone en el ánimo, tranquilidad y sosiego. Con frecuencia oímos decir: “Déjalo en paz”, “Estoy en paz”, “Poner paz” etcétera. “Dar la paz”, es un acto en las Misas solemnes. Y “Dejar en paz”, consiste en no molestar a alguien, en dejarlo tranquilo en su ánimo. “Estar en paz” con alguien significa que tenemos ajustadas las cuentas, que no nos debemos nada el uno al otro. Y “Hacernos las paces” con alguna persona, significa que hemos logrado una reconciliación que no teníamos.
Para SHAKESPEARE, “una conciencia clara y tranquila” es la fuente de “una paz superior a todas las dignidades”: poder, riquezas, prestigio, son incapaces de proporcionarnos la paz superior que sí es capaz de darnos una conciencia clara y tranquila.
La tranquilidad de conciencia es uno de nuestros tesoros superiores, pero por desgracia, no la valoramos en el altísimo grado en que debemos aquilatarla. En la gran novela de DOSTOYEVSKY, Crimen y Castigo, observamos la progresiva destrucción emocional que le causó al asesino de la prestamista el crimen que cometió. Su conciencia lo llevó a su propia confesión. FRAY LUIS DE GRANADA en su obra Guía de Pecadores, bien dice: “La buena conciencia es tan alegre que hace alegre todas las molestias de la vida”. Y por su parte, DANTE en su Divina Comedia, expresa: “¡Oh conciencia digna y pura, cuán amargo tormento te produce una pequeña falta!”.
Podrá un hombre no temblar ante otro hombre muy peligroso, pero en cambio sí temblará ante su propia Conciencia. Podremos esquivar el juicio de los tribunales de justicia o el castigo por parte de los que hemos ofendido y dañado, pero raras veces podremos esquivar el implacable juicio de nuestra mala Conciencia.
Definitivamente, SHAKESPEARE tiene absoluta razón: una conciencia clara y tranquila, nos hace sentir una paz superior a todas las dignidades de la Tierra. Para SAN AGUSTÍN, “No existe bien más deseado que la paz ni puede poseerse un bien más útil”.
SAN LUCAS, en su Evangelio dijo: “Paz a los hombres de buena voluntad”. Esto nos lleva a pensar, que la Conciencia tranquila sólo puede ser el resultado de que nuestra voluntad esté orientada al bien. Tener buena voluntad consiste en estar dispuestos en palabra y obra, a hablar y actuar rectamente. Ya FERNANDO DE ROJAS en su obra La Celestina, nos advierte que más valía comer unas migajas de pan con paz, que disponer en la casa de todas las viandas, viviendo con rencillas.
CRITILO sugiere, que en vez de estar afanosamente ocupados en forjarnos un gran prestigio y en acumular riquezas, tengamos siempre muy presente que si gozamos de una Conciencia tranquila, gozaremos de una paz superior. Y saber también, que la paz interior es un supremo bien que nos reporta una inmensa ventaja: tener el libre acceso a uno de los más caudalosos ríos que nos conducen a la felicidad.
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