Hacerme valer por cosas que dependan de mí mismo y no de los demás o renunciar a hacerme valer.
SÉNECA, uno de los filósofos más sabios que ha dado la humanidad, escribió un brillante libro que tituló De la Brevedad de la Vida. En esta obra reflexionó: “¿Por qué quejarnos de la naturaleza? Ella se ha comportado con bondad. La vida, si sabes utilizarla, es larga. Sin embargo, a uno lo mantiene una avaricia insaciable, a otro la laboriosa diligencia en trabajos inútiles. Éste rebosa de vino, aquél está paralizado en la inactividad. A éste le fatiga su ambición, siempre pendiente de las opiniones de los demás… Hay quienes la veneración de los superiores, nunca agradecida, los consume en una voluntaria esclavitud… y a la mayor parte, que no persigue nada cierto, la vaga e inconstante ligereza con tedio de sí misma, los precipita a nuevos pareceres”.
Cuando asumimos una o varias de estas equivocadas conductas, despilfarramos nuestras vidas y nos convertimos en el hijo pródigo al que alude la Biblia, pero aún peor, porque el hijo pródigo bíblico lo que despilfarró fue sólo el dinero que le dio su padre, mientras que nosotros derrochamos la vida misma, que tiene más valor que todos los tesoros de la tierra. Cuando somos unas marionetas de nuestra vida, se nos aplica la sentencia del poeta latino VIRGILIO, que amonestó: “Mínima es la parte de la vida que vivimos”.
Dice SÉNECA que la naturaleza se ha comportado con bondad. Ya el artista florentino LEONARDO DA VINCI nos había advertido: “La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte halles algo que aprender”. Es cierto que la naturaleza es bondadosa. Esto lo advirtió muy bien el griego médico HIPÓCRATES, 400 años antes de CRISTO, quién escribió: “No los remedios, sino la naturaleza es la que cura, consistiendo la virtud de aquéllos en ayudar a ésta”.
Ser diligentes y activos en tareas inútiles, constituye una de las más graves equivocaciones y una de las maneras más tristes de que la vida se nos escape y pasemos de noche por ella.
El no saber distinguir entre las tareas útiles e inútiles marca la diferencia entre una vida provechosa y altamente satisfactoria y una vida malograda y fracasada. El ocuparnos de trabajos inútiles constituye un insulto a nuestra vida, pues demuestra el menosprecio por el tiempo y el rechazo a las brillantes oportunidades que la existencia día a día nos ofrece. El poeta Alemán GOETHE nos dice que metamos las manos de lleno en la vida y que encontraremos tareas y secretos que ennoblecerán nuestra existencia.
Venerar a los superiores en poder o en riqueza, es una esclavitud y una servidumbre y en muchas ocasiones, una muestra de bajeza. Podemos ser independientes y autónomos si así lo queremos; sólo basta que nos estimemos en lo que realmente valemos y que dejemos de despreciarnos a nosotros mismos.
CRITILO piensa que uno de los más sabios e inteligentes consejos que alguien haya dado para no vivir con ligereza, ni para ser un siervo sumiso, es el pensamiento de QUEVEDO, que si lo cumpliéramos, podríamos sentirnos reyes de la Tierra y no vasallos. QUEVEDO sentenció: “Hacerme valer por cosas que dependan de mí mismo y no de los demás, o renunciar a hacerme valer”. ¡Todos podemos hacernos valer, sólo hace falta que nos demos cuenta que tenemos la suficientes armas para vivir decorosamente en la Tierra, tal y como una vez lo dijo GOETHE: “La naturaleza nos dotó con los sentidos y la inteligencia necesaria para vivir una vida útil y productiva”.
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