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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

Conócete, acéptate, supérate

Hemos dicho en muchas ocasiones que el más útil de todos los ramos del conocimiento, es el de conocerse a sí mimo y al prójimo. Una gran cantidad de relevantes siquiatras y sicólogos han concluido que no conocen de ninguna perturbación emocional que no tenga como causa la carencia de conocimiento de sí mismo y de los demás.

Para conocernos a nosotros mismos, es necesario alejarnos de nosotros y poner toda nuestra atención en el prójimo: observar sus conductas, actitudes y hablar con ellos de lo que les preocupa y de cómo ven el mundo. Y para lograr conocer a los demás, es necesario que miremos dentro de nosotros, que observemos los latidos emocionales de nuestro corazón. A primera vista pareciera que el camino debería ser al revés, pero no es así, ya que solamente nos podemos conocer a nosotros mismos en la medida que estemos dispuestos a conocer a nuestro prójimo.

SAN AGUSTÍN nos aconsejó: “Conócete, acéptate, supérate”. Ya el filósofo griego SÓCRATES nos había advertido: “Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento”. Y ese conocimiento que “llega desde dentro”. No es otro que el conocimiento más puro de nuestro espíritu y que consiste en la clara distinción de las cosas y lo es también, el que nos llega del corazón: la suma de intuiciones, corazonadas, certeza emocional, claridad de conciencia, percepción nítida de nuestros sentimientos y percepción transparente de los sentimientos de los demás.

Las perturbaciones emocionales permanentes solamente surgen cuando carecemos de un suficiente conocimiento de nosotros mismos y de los otros. Al no conocernos, no sabemos cómo comportarnos ante los demás y en la ignorancia de nosotros mismos surge el miedo permanente, el aislamiento y todo tipo de pensamientos distorsionados y conductas erróneas. Y ante el desconocimiento del prójimo y del conocimiento del corazón humano, no sabemos si el otro nos habla con la verdad, no entendemos sus reacciones ante nuestra conducta y jamás podremos comprender lo que piensa y siente.

De este desconocimiento de nosotros mismos y del prójimo nacen la angustia, la soledad, el aislamiento, el enfado permanente, la incomunicación, la incomprensión sentimental, propia y ajena, etcétera. Una persona que haya recibido grandes adversidades en su vida, pero que posea un buen conocimiento de sí mismo y de los demás, siempre saldrá adelante. En cambio, una persona a quien la Fortuna lo haya favorecido, pero que sea un mal conocedor de sí mismo y de su prójimo, padecerá grandes sufrimientos y no sabrá qué hacer con su vida.

Cuando el mal conocedor de sí mismo y de los otros logra tener el suficiente conocimiento de sí y de los demás, sanará síquicamente. Y por vez primera constatará un hecho que lo dejará asombrado: que los grandes sufrimientos no tienen como causa las dificultades económicas, los problemas amorosos, las enfermedades, etcétera, sino la manera como aceptan esos problemas.

Por ello, SAN AGUSTÍN tenía mucha razón cuando escribió: “Conócete, acéptate, supérate”. Y es que en realidad, aceptar los problemas de la vida sólo puede lograrlo el que se conoce a sí mismo y a los demás, pues nunca se siente solo en su sufrimiento, sino que sabe, que muchísimas personas sufren al igual que él, pues todos son seres humanos sujetos a todo tipo de dolor.

CRITILO piensa que conocernos a nosotros y a los demás, nos es de una enorme utilidad en nuestras vidas y nos sugiere que para lograrlo, nada es más importante que tratar a muchas personas, metiéndonos dentro de su corazón, tratando de entender y comprender cómo se ven a sí mismas, a nosotros y al mundo que lo rodea.

Siempre debemos estar en esta tarea: tratar de ser unos permanentes conocedores de los pensamientos, sentimientos y conductas de los demás, al menos por un buen tiempo. Pero esta tarea nos exige que dejemos de manipular y de explotar a nuestro prójimo y que jamás lo veamos como un escalón para nuestro ascenso. Sino por el contrario, que veamos a los demás como la fuente más pura y certera del conocimiento de nosotros mismos y de la vida. En este sentido, los demás serán la fuente de nuestra salud emocional y de nuestra felicidad.

Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx

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