La mayor sabiduría que existe es conocerse a sí mismo
Nada en la vida nos puede proporcionar una mayor estabilidad emocional que un buen conocimiento de nosotros mismos y de los demás. De este conocimiento dependen nuestras armoniosas relaciones con el prójimo y el que nosotros prosperemos en nuestras actividades. Desafortunadamente, ni una sola persona ha nacido con este tipo de conocimientos, sino que es algo que vamos adquiriendo progresivamente en nuestra vida. Por cierto, los mayores conocedores de sí y de los demás han atravesado por acontecimientos dolorosos, esfuerzos, confusiones y angustias.
Cuando somos jóvenes o ya adultos, llevamos impresa la marca de nuestra infancia. Si la relación con nuestros padres y la formación que nos dieron fue la adecuada, nuestras posteriores etapas de nuestra existencia serán exitosas; pero si la imagen que tenemos de nuestros padres esté equivocada y no la corregirnos, durante el resto de nuestras vidas pasaremos por múltiples confusiones, sentimientos dolorosos y con una errónea percepción de nosotros y de los demás.
Las personas que gozaron en su infancia de una normal relación con sus padres, ya de jóvenes y adultos muestran dos señales inequívocas: en la gran mayoría de las veces renuncian abiertamente al autoengaño y segundo soportan la verdad por más dura que sea. En cambio, cuando el joven o el adulto pasó su niñez de una manera sufrida y confusa porque se fue formando la idea de que sus padres fueron unos verdaderos monstruos, que todo lo hacían mal, y que no fueron queridos ni comprendidos por ellos, si no corrigen esta falsa distorsión, sufrirán esos niños, durante toda su existencia.
Nos resulta verdaderamente asombroso creer que aquellos jóvenes y adultos que dicen que en su infancia no fueron comprendidos ni queridos por sus padres, estén absolutamente equivocados. No hablamos de una errónea creencia parcial, sino completa, pues la visión que tuvieron o aún tienen de sus padres está totalmente distorsionada.
Las quejas de estas personas respecto a sus padres son las mismas: fueron crueles, incomprensivos, fríos, distantes, violentos, etcétera. Lo que sucede, es que una vez que no ha sido posible establecer una cálida y adecuada relación entre padres e hijos, el desarrollo del niño toma caminos equivocados y siempre hay un culpable: los padres. Lo que el niño no comprende, ni aun de adulto si sigue recordándolos como verdaderos monstruos, es que casi nunca hubo de parte de los padres una mala intención. No comprenden que sus padres quisieron su bien y que actuaron de acuerdo a su personal formación (con frecuencia, una pobre formación emocional de los padres). En la gran mayoría de los casos, los padres se preocuparon mucho por sus hijos y manifestaron sus sentimientos como mejor pudieron, pero eso no lo creen los resentidos hijos, que ya de adultos siguen sufriendo por las secuelas de ese abismo que se dio en la relación con sus padres desde la infancia.
CRITILO nos dice que si el joven o el adulto lleva una vida sentimentalmente confusa, recordando la monstruosidad de sus padres y fracasando en su vida por esa infancia desdichada que le ha impedido tener un adecuado conocimiento de sí mismo y de los demás, lo que debe hacer es ponerse en manos de un profesional de la salud mental. El diálogo con este profesional irá corrigiendo la visión distorsionada que tiene de sus padres y al corregirla, empezará por vez primera en su vida a verla con claridad. Se empezará a percibir a sí mismo de una manera certera, pues al observar a sus padres en su real dimensión, todo el mundo comenzará a tener claridad para el. Y será en ese momento, cuando por vez primera en su existencia principiará a conocerse a sí mismo y a los demás y con ello, su vida será completamente diferente: comenzará a apartar la luz de las tinieblas, la mentira de la verdad, y la claridad sustituirá a la malsana distorsión.
¡Hagamos todo lo posible por conocernos a nosotros y a los demás! Bien sentenció GALILEO: “La mayor sabiduría que existe es conocerse a sí mismo”. Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx