La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte podamos hallar algo que aprender
No debemos contrariar a nuestra particular naturaleza, entendiendo por ésta a la suma de facultades y disposiciones con las que nacimos. A nuestra naturaleza no hay que tratar de someterla a nuestra voluntad, sino nosotros subordinarnos a ella en lo fundamental. Habrá, seguramente, una serie de acciones y tareas que consideremos como las más grandes y sublimes, pero si no hemos nacido para ellas, nunca podrán ser nuestras y mejor será que nos dediquemos con pasión a aquellas actividades para las que la naturaleza sí nos dotó. CICERÓN dijo: “Vivir de acuerdo a la naturaleza”.
LEONARDO DA VINCI, escribió: “La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte podamos hallar algo que aprender”. Y esto es absolutamente cierto: la naturaleza es tan vasta y variada, que todas las personas podrán alcanzar algunos de sus grandes beneficios, con tal que nos sometamos a ella, buscando de qué cualidades nos dotó para nuestro beneficio. Cuando desarrollamos nuestra existencia al margen de lo que la naturaleza ha impreso en nuestro carácter y poderosas tendencias, nada bello podremos hacer, tal y como lo dijo la bailarina estadounidense, ISADORA DUNCAN: “Lo que es contrario a la naturaleza, no es bello”.
Es contrario a nuestros intereses dedicarnos en todo aquello que no contradiga la voluntad de nuestra MINERVA, contrario a nuestra Musa, es decir, a nuestra fuente de inspiración. La envidia y una insensata ambición nos desvían de nuestras facultades naturales al tratar de evitar las acciones de otros que sí están dotados para ellas. Nuestras poderosas tendencias genéticas y la pétrea formación de algunos rasgos de nuestro carácter fijados en la infancia, constituyen los caminos más seguros para llevar una vida armoniosa, si somos dóciles a todo esto. ¡Claro, que sí detectamos rasgos malsanos en nuestro temprano carácter, debemos luchar contra ellos! Pero luchar contra las tendencias, preferencias, gustos y capacidades con que la naturaleza nos dotó, es una verdadera insensatez, además de ser una tarea infructuosa, pues hay cualidades que no podemos intercambiar.
Nadie se imagina a un MOZART tratando de destacar en matemáticas, o a un ARISTÓTELES queriendo ser un gran bailarín. Si la naturaleza nos dio facultades para ser buenos comerciantes, nada más erróneo que pretender ser un político o si la naturaleza dotó a una persona con facultades para la medicina, sería equivocado que deseara pretender ser un destacado industrial.
Los dioses no vendrán en nuestro auxilio si constantemente estamos traicionando a nuestra MINERVA, es decir, a quien nos indica el camino de qué debemos hacer. BALTAZAR GRACIÁN en una de sus obras nos advierte que una de las causas de fracaso se debe a estar cambiando frecuentemente de propósito. Y cambia constantemente de propósito de tareas aquel que no conoce sus facultades naturales o que conociéndolas, las desprecia por parecerle poca cosa.
CRITILO nos da esta sabia reflexión del romano CICERÓN “Conozca, pues, el hombre su genio y sea sensor severo de sus buenas disposiciones y de sus defectos, porque no parezca que muestran los comediantes en la escena más discernimiento y prudencia; los cuales no se apropian los personajes mejores, sino aquellos que van de acuerdo a su naturaleza. Trabajemos, pues, principalmente en aquello para que tenemos mejor disposición; pero si alguna vez la necesidad nos lleva a cosas que no convengan con nuestras facultades, hemos de aplicar gran cuidado, meditación y diligencia a desempeñarlas cuando no con todo decoro, a lo menos con el menor deshonor que nos sea posible y no tanto nos hemos de empeñar por los bienes que nos negó la naturaleza, como en evitar los defectos en los que nos concedió”.
¡Siempre que sea posible, actuemos como GOETHE nos aconsejó!: “Zapatero a tus Zapatos”.
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