La serenidad y la cordura constituyen los principios de la sabiduría y la felicidad
La Serenidad consiste en ese raro sentimiento de paz interior que en ocasiones nos visita inesperadamente. Pero para algunos la Serenidad es una conquista del alma que pocos logran, pues se compone de varios factores. Los Griegos le daban el nombre de “eutdymia” al equilibrio emocional que no permite turbarse. Nos turbamos ante algo o ante alguien cuando nuestro ánimo se inquieta, quedando perplejos y confundidos. De alguna manera, resulta imposible la tranquilidad del alma ante la turbación.
Probablemente, lo que para los Griegos constituía la “eutdymia”, corresponde a lo que nosotros entendemos por Serenidad. No se trata de esa ausencia de turbación como consecuencia de una larga enfermedad de la que nos hayamos recuperado; como tampoco se trata de esa quietud propia de toda persona resignada ante eventos desafortunados contra los que nada puede ya hacer. A nivel físico, cuando las olas del mar empiezan a inquietarse y después de su inquietud las olas se embravecen, más tarde, el mar se calma y tranquiliza. Algo similar nos sucede con la Serenidad: después de eventos de todo tipo que han llegado a nuestra vida, algunas personas llegan a sentir de manera casi permanente esa quietud, ese equilibrio que sólo da la sabiduría a unos cuantos privilegiados.
Con frecuencia, toda resignación lleva larvada consigo cierta dosis de resentimiento, aún cuando no se exprese. En cambio, la Serenidad no está contaminada por el resentimiento ni por ninguna rebeldía sofocada. Probablemente, el núcleo de toda persona serena esté en ese “sí” incondicional que le da a su vida. La placidez, el gozo interior, la no-turbación ante las adversidades, la no exaltación ante los éxitos, son ingredientes de todo espíritu sereno.
El famoso escritor chino LIN YUTANG, escribió: “La Serenidad y la cordura constituyen los principios de la sabiduría y la felicidad”. La cordura tiene sus raíces etimológicas en las mismas que las tiene el corazón. Toda persona cordial es la que expresa los sentimientos propios de un buen corazón, y no puede existir la cordura más que en un corazón espiritualmente sano. De hecho, el buen juicio y la sensatez emergen de la cordura.
La cordura es el armazón de la Serenidad, y es imposible experimentarla sin un sentido moral. La sensibilidad moral y la cordura se bastan así mismas y ambas dan el armazón a la Serenidad. Recordemos que no podemos estar cuerdos, en nuestro sano juicio, sin cordura. No sería extraño que la cordura tuviera un parentesco muy cercano con la mansedumbre, la magnanimidad y la clemencia. De otra manera no podríamos explicarnos la naturaleza moral y emocional de la Serenidad, que es proclive a manifestarse clemente, mansa y magnánimamente.
Para LORD BAYRON, “Una conciencia tranquila nos hace serenos”. Ya sabemos que podemos engañar al jurado compuesto por los hombres más inteligentes, pero jamás podremos engañar a nuestra conciencia. Recordemos al personaje de DOSTOYEVSKI en su obra Crimen y Castigo, a ese estudiante de Derecho a quien su conciencia delata y traiciona ante su crimen cometido. El durísimo juez, que es nuestra implacable conciencia, nos privará de la Serenidad si nos encuentra culpables.
CRITILO está convencido que se puede conquistar la Serenidad. Así lo ha observado en ciertos hombres, mujeres y aun jóvenes de todas las capas sociales; quienes han conquistado esta placidez del alma a base de esfuerzos y de decirle “un sí a la vida”, a pesar de todos los males. Un personaje de SHAKESPEARE, quien fue golpeado duramente por la vida debido a su mal comportamiento y ya ante la presencia de su propio desastre, exclamó: “con lo que soy puedo seguir viviendo”. Si así piensa una persona golpeada por sus malos actos, de que a pesar de todo puede seguir viviendo, ¿Por qué no podrían seguir viviendo también las personas moralmente buenas y sensatas, a pesar que el cielo les haya caído encima?
Cada uno de nosotros, independientemente de nuestras capacidades y posición social y económica e independientemente de cómo nos haya tratado la vida, tenemos un seguro acceso a ese tesoro del alma que es la Serenidad.
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