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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

La firme resolución y la desgracia de no pedir

En la España musulmana destacó el pensador árabe IBN JAQAN, por su sabiduría. Trascribiremos dos de sus pensamientos y formularemos algunos comentarios.

“El hombre de firme resolución es quien cavila mientras duda y cuando está seguro se lanza rápido a obrar” (IBN JAQAN). Los grandes hombres de acción han vivido cumpliendo este pensamiento. NAPOLEON decía que él podía tardarse en tomar una decisión, pero que una vez tomada, la ejecutaba de inmediato, como si su brazo no estuviera sujeto a su hombro sino a su cabeza. Por su parte, JULIO CÉSAR comentaba a menudo, que aun en las más importantes decisiones era necesario meditarlas reservándose todo el tiempo suficiente, pero una vez tomada la resolución, él (César), la ejecutaba de inmediato para que su “celo no se enfriara”.

El pensador IBN JAQAN hace referencia al hombre “de firme resolución”, pues la mayoría de los seres humanos no goza del atributo de carácter de tomas firmes resoluciones. Una firme resolución es aquella que una vez tomada concienzudamente, debe ejecutarse de inmediato. La resolución se toma serenamente, en cabeza fría, pero la ejecución se lleva a cabo, a sangre caliente. Sobre este tema, GOETHE sentenció: “Hay que estar decidido a ser inmediatamente lo que es justo y razonable: porque quien mucho reflexiona no siempre toma la mejor decisión”. Esta reflexión es complementaria a la sentencia de IBN JAQAN en el sentido de que debemos tomar la decisión de cuánto tiempo vamos a tardar para resolvernos a actuar de alguna determinada manera. Aplazar las cosas es una decisión: la de no hacer nada. Cuando no determinamos un tiempo razonable para decidirnos, caemos en el miedo o en la negligencia y cuando queremos actuar o ya será tarde o los efectos de nuestra ejecución serán diferentes. Decía GOETHE, que uno de nuestros más grandes males es que actuamos a destiempo: o antes o después, de cuando debimos hacerlo.

Es muy cierto el refrán que nos advierte: “Cuando pudo no quiso y cuando quiso, ya no pudo”. NAPOLEÓN nos aconsejó: “Nada mas difícil, pero nada más precioso que el saber decidirse”. El gran genio y conocedor de la psicología de los reyes y políticos, NICOLÁS MAQUIAVELO, que vivió en Florencia Italia en tiempo del Renacimiento, sentenció: “La firme decisión demuestra que la fortuna no tiene ningún poder sobre ella”. Para JULIO CÉSAR, NAOPLEÓN, GOETHE, PEDRO “EL GRANDE” y otros destacados hombres de acción, tomar decisiones y ejecutarlas con prontitud, constituyen estrellas del carácter que avasallan todos los obstáculos.

Esta es otra de las sabias sentencias de IBN JAQAN: “No es desgraciado quien pide y no le dan; el desgraciado es aquél a quien dan y no toma”. Desgraciado es toda persona que padece desgracias o una desgracia y como sabemos, toda desgracia es una suerte desfavorable o adversa. Por lo general, todo suceso adverso causa al que le acontece, un estado de aflicción.

Hay muchas personas, que equivocadamente piensan que pedir un favor constituye una vergüenza y que muestra un signo de carencia y debilidad. Comúnmente se piensa que el pedir es propio de individuos inferiores. Así como algunos pordioseros despiertan nuestros sentimientos de lástima (pordioseros enfermos, inválidos, ancianos abandonados, marginados, etc.,), otros pordioseros despiertan nuestro rechazo y coraje cuando vemos que podrían trabajar en vez de hacer de la mendicidad un oficio. SAN AGUSTÍN en una carta que le envió a CERECIO, rescató un himno alegórico, que dice: “Puerta soy para ti, quien quiera que seas, tú que me llamas”.

La realidad, es que todos necesitamos de los demás; prácticamente, nuestra necesidad de los demás es absoluta, sólo que la disfrazamos mediante el pago económico por los servicios y bienes recibidos o bien, por la reciprocidad de favores. Pero no hay nadie, que no dependa totalmente de los demás. Esto sucede aun con los hombres más ricos y poderosos del mundo. Y más bien, estas personas son las que tienen las más grandes necesidades de los otros, aunque ellos crean lo contrario.

Si necesitamos algo de alguien y al pedírselo no dañamos su honra, prestigio o sus bienes, es una muestra de humildad acudir por su ayuda. Si no acudimos, casi todas las veces, no es por no molestarlo, sino por una soberbia bien disimulada. No pedir cuando podemos hacerlo, demuestra que nos sentimos inferiores y preferimos pasar por una necesidad o por no resolver un problema a creer (falsamente) que vamos a mostrar nuestra inferioridad al otro.

Y aun hay una forma más refinada de soberbia y una cruel y falsa demostración de que somos superiores: que es cuando alguien, sin pedírselo, acude en nuestra ayuda y nosotros nos negamos a recibirla. Esto sucede con mucha más frecuencia de lo que pensamos: quien se comporta de esta manera, negándose a recibir, es un verdadero desgraciado. Estas personas sufren su desgracia de varias formas: por la necesidad en que se encuentran, por su sentimiento de inferioridad de no atreverse a pedir, por negarse a recibir ayuda que le hubiera solucionado un necesidad o problema, por las lacerantes punzadas de su soberbia al no aceptar su ayuda y posiblemente por su sentimiento de culpa por haberse mostrado un mal agradecido.

Nos dice CRITILO, que se requiere humildad para pedir, pero se requiere aun más humildad y valentía para aceptar las ayudas que se nos ofrecen.

Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx

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