Sabiduría de la antigua Roma
Con el alma satisfecha en el presente, nadie se preocupa del porvenir.
Es verdaderamente contradictorio: le tememos al futuro y a la vez, quisiéramos saber qué es lo que nos depara. ¿Por qué razón los humanos somos tan proclives a consultar nuestro horóscopo, el Tarot, que nos lean las líneas de nuestra mano, a que nos lean, las cartas, los sedimentos del café, a consultar la bola de cristal, etc.
La razón está en dos cuestiones fundamentales: aun los que lo niegan, todos somos supersticiosos (claro que en grados diferentes) y segundo, dada nuestra fuerte tendencia biológica, genética, a pretender conocer lo que nos depara el porvenir.
Somos supersticiosos, porque en muchos sentidos somos débiles y estamos llenos de carencias; porque somos personas y no seres sobrenaturales y porque nuestra biología tiene impresa en nuestros genes las ansias y el temor, a la vez, de conocer el tiempo por venir. Y esto es así, porque nuestros primeros ancestros de hace tres millones de años y el Homo Sapiens de hace cuatrocientos mil años o de ciento cincuenta mil para otros expertos, no comprendían las fuerzas de las tormentas, el fuego, las inclemencias del tiempo, los fallecimientos causados por epidemias, la escasez de alimentos, etc., Ante su vida totalmente impredecible, querían encontrar la paz a través de sacrificios humanos y de animales como un culto a sus dioses y señales del futuro en las formas del fuego, de las entrañas de los animales, etc.,
Resignémonos: la superstición, la contradicción entre el miedo y el deseo de conocer el porvenir, va a permanecer en todos nosotros, fácilmente, algunos cientos de miles de años más (si aún la raza humana no se hubiera extinguido) o durante todo el tiempo que dure la existencia de nuestra especie.
No podemos luchar contra nuestras supersticiones y miedos y deseos de pretender conocer el futuro; sería una locura hacerlo, pues nuestra biología siempre triunfaría sobre nuestros intentos voluntarios. Sería tanto, como querer derribar una pared de concreto armado a base de estrellar nuestra cabeza contra ella. ¿Entonces, qué podemos hacer?
Primero, aceptar nuestra absoluta imposibilidad, pues no podemos vencer la fuerza de la genética de cientos de miles de años y segundo, hacer uso de nuestra inteligencia y de nuestras emociones para atemperar, suavizar y disminuir la fuerza biológica de nuestras supersticiones y el querer traspasar las barreras del presente, a través de sensatas previsiones. Esta es una tarea que le corresponde solamente a las fuerzas de nuestro espíritu, ayudándonos de las reflexiones de los hombres más sabios de la historia, quienes con su enorme fuerza persuasiva calmarán la sístole y la diástole de las olas espantosas de nuestro corazón.
“Sólo hay sufrimientos para el alma que se inquieta por el porvenir”, escribió el sabio SÉNECA. En vez de emplear tiempo y energías para tratar de saber qué nos espera en el futuro, es mucho más provechoso atender actividades productivas y placenteras en el presente. Si logramos apasionarnos por actividades que respondan a nuestros gustos y capacidades, viviremos cada vez más en el presente, con la certeza, de que un presente bien vivido es la mejor preparación para el Futuro que tanto nos inquieta. El romano HORACIO, señaló esta idea magistralmente: “Con el alma satisfecha en el presente, nadie se preocupa del porvenir”. Es absolutamente cierto, que un presente ocupado en tareas útiles y gustosas, no sólo llena de encanto nuestra existencia, sino que satisface plenamente a nuestra alma. El alma de cada uno de nosotros siente hambre constante de conocer la naturaleza, de beber de las fuentes de la verdad y de la belleza. Cuando cuidamos a nuestra alma, se llena de complacencia y el presente es un mundo que encuentra lleno de significado. El alma se sosiega y está en paz.
El romano CICERÓN escribió: “No hay ventaja alguna en conocer el futuro. Doloroso es atormentarse sin provecho”. Démonos cuenta, que todo intento de rebasar el presente nos causa dolor y no los causa, por el hecho de que nos resulta a todos, absolutamente imposible de conocer lo que aún no ha nacido, las circunstancias que aún no se han producido. Atormentarnos de esta manera es una locura, por lo que solamente nos queda aceptar nuestras limitaciones y acrecentar poco a poco nuestro valor y coraje ante el porvenir. ¡Que venga lo que venga, que al final de cuentas: o podremos con el infortunio o la adversidad terminará con nosotros¡ ¿Y qué, de todas maneras, no vamos un día a morir?
CRITILO nos dice que recordemos, que los seis mil seiscientos millones de seres humanos que el día de hoy estamos con vida, a largo plazo, todos los seis mil seiscientos millones estaremos muertos y aumentaremos en esa cifra a los más de cincuenta mil millones de seres humanos que un día vivieron y hoy ya no existen.
Dos opciones tenemos: vivir nuestro presente aterrorizados por el futuro, como corderos espantados ante la persecución de un lobo o bien, vivir nuestro presente con bravura y coraje, logrando de este presente todo lo que nos dé mereciéndolo, sin merecerlo y todo lo que podamos arrebatarle gracias a nuestro esfuerzo.
Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx