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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

Es más fácil cometer una injuria que soportarla

En un escrito de NIETZSCHE publicado después de su fallecimiento y llamado Fragmento Póstumo, este pensador Alemán sentenció: “A todo el mundo le gusta decir unas palabras injuriosas, pero nunca ha creído nadie que a él se le aplique con razón una sola de ellas”. Parece increíble que no nos demos cuenta de esto, pero así es: recibir la menor injuria es algo que no lo podemos tolerar. Para PASCAL, la razón de esta total intolerancia reside en que para cada uno de nosotros, nuestra alma es lo mas sublime y por lo tanto, intocable en el maltrato. Incluso, estimamos en muchísimo la opinión que los demás tengan de nosotros y a tal grado es así, que en la gran mayoría de las ocasiones nos importa más la opinión que otros tengan sobre nosotros, que la que podamos tener nosotros mismos.

Para el Romano CICERÓN, “Mejor es padecer una injuria que hacerla”. La Injuria consiste en la ofensa, ultraje de obras, de palabras, o gestos, que hacemos a una persona. ¿Por qué es tan fácil que injuriemos a otros? El novelista Inglés DICKENS, en su gran obra, Grandes Esperanzas, nos muestra la facilidad de cómo era injuriado PIP (El personaje central de la novela) tanto por su hermana como por los conocidos de ésta. Las permanentes injurias que PIP recibía, demuestran una de las más fuertes tendencias de la condición humana: la ligereza, la liviandad, desdén e injusticia, como norma general de nuestro comportamiento. ¡Por supuesto, que cuidamos mucho de no injuriar al que es más fuerte físicamente, poderoso o peligroso que nosotros o al menos, no lo hacemos en su presencia!

Para los niños, como bien lo dice DICKENS, ninguna afrenta le es más dolorosa que la injusticia. Como se trata de un niño, a los mayores que él, los ve como gigantes y aunque la injusticia sea leve, como los niños son pequeños, perciben la injusticia como muy grande. Es altísimo el porcentaje de los padres y madres que injurian a sus hijos de muy variada forma y entre ella, la injusticia es la más frecuente y la que más agravia a los hijos.

El Romano PUBLILIO SIRIO, nos dice que “Es más fácil cometer una injuria que soportarla”. Y un proverbio Romano dice: “Se olvidan los beneficios, la injuria no se olvida”. Y una paradoja más: La injuria jamás la olvidamos, aún cuando no seamos rencorosos y muchas personas que han sido injuriadas, dado su carácter, son absolutamente capaces de perdonar a quienes los injuriaron. Y la paradoja consiste, en que el injuriado sí es capaz de perdonar y en cambio, el ofensor, el que injuria, jamás perdonará a su ofendido. Y la razón de que jamás lo perdona, es que el ofensor nunca estará seguro de que el ofendido lo pueda perdonar y por lo tanto, teme su venganza.

El novelista Ruso DOSTOYEVSKI, en su más importante obra, Los Hermanos Kamarazov, nos descubre el odio que le nace a la persona que injuria contra su ofendido, mientras que éste, puede sentir una gran mansedumbre ante su ofensor. Por ello, nada más inteligente de nuestra parte, que escapar de cualquier situación que nos ponga en peligro de injuriar a otro o de ser injuriado, pues nuestro ofensor nos tomará odio. Todos sabemos, que el que nos ayuda y favorece nos toma aprecio, mientras que el que nos causa daño, termina por despreciarnos y odiarnos.

SÉNECA advirtió esta cuestión muy bien al escribir: “Es a menudo más conveniente disimular un insulto que negarlo”. Este filósofo no nos explica por qué razón debemos actuar así, pero ello se debe a las razones que hemos apuntado. Si logramos disimular un insulto y el que nos insultó termina creyendo que no nos dimos cuenta de su injuria, no nos tomará odio, pues no tendrá de que cuidarse de nosotros en el futuro.

CRITILO nos da estas reflexiones: el Español FRAY ANTONIO DE GUEVARA, escribió: “Por que son los corazones tan inclinados a mal, que olvidan mil servicios que les hacen, mas no injuria que les dicen”. El Rey SALOMÓN, en Proverbios de la Biblia escribió: “Muestra luego su ira el fatuo, pero el barón circunspecto disimula la injuria”. Si nos pusiéramos a hacer cuentas, nos lamentaríamos muchísimo del daño tan grave que le hemos hecho a nuestros hijos y cónyuge con nuestras injurias; los amigos que hemos perdido para siempre por esta horrenda costumbre; las relaciones profesionales y comerciales que hemos destrozado por esta ligereza y muchísimas personas no podrán decir nada de esto, pues fueron asesinadas por haber injuriado, aun cuando jamás se pueda justificar ningún crimen por ningún tipo de injuria; pero somos tan débiles y delicados para soportar injurias, que la mínima nos parece enorme y la grande monstruosa. ¡Ordenémosle a nuestros dientes ser los carceleros de nuestra lengua cuando sintamos el deseo de injuriar!

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