En los ánimos encogidos nunca tuvo lugar la buena dicha
CERVANTES, en su obra Persiles, escribió: “La baja fortuna jamás se enmendó con la ociosidad ni con la pereza; en los ánimos encogidos nunca tuvo lugar la buena dicha; nosotros mismos nos fabricamos nuestra ventura y no hay alma que no sea capaz de levantarse a su asiento; los cobardes, aunque nazcan ricos, siempre son pobres, como los avaros mendigos”
Jamás dejaremos de insistir en la misma idea: solamente los grandes clásicos han sido los forjadores de las civilizaciones. Un solo autor clásico, gracias a su poderosa inteligencia, a su profunda sabiduría y a su gran capacidad artística para transmitirnos sus ideas y sentimientos, nos da mucho más para mejorar nuestras vidas, que decenas de miles de autores juntos.
Es absolutamente cierto que las bases de nuestra civilización Occidental se las debemos a un puñado de genios: a HOMERO, PLATÓN, DANTE, CERVANTES, Y SHAKESPEARE. Estos cuatro autores, le dieron las mejores bases a la civilización de Occidente. Pero como en los últimos cien años, Occidente se ha estado apartando de sus fundamentos, es absolutamente necesario volver a los grandes pensadores, quienes son los únicos que nos pueden proporcionar un rumbo correcto a nuestras existencias.
La “baja fortuna” a que se refiere CERVANTES, es la mala suerte, es los golpes que nos propina la cambiante y frívola fortuna, quien da y quita sin ton ni son. Pero CERVANTES nos advierte de manera indirecta, que la “baja fortuna” la podemos mejorar, pero nos dice que jamás la ha enmendado ni la ociosidad ni la pereza. La ociosidad consiste en el vicio de no trabajar y se dice que es ocioso aquel que no se aplica a aquello a que está destinado. Para el Romano LUCANO “El ocio hace siempre inconstante el espíritu” y por su parte, la pereza consiste en la resistencia o repugnancia a trabajar o a cumplir las obligaciones del cargo o estado de cada uno. Toda pereza conlleva una flojedad, descuido o lentitud en las acciones o movimientos. El poeta romano OVIDIO escribió: “Observa cómo la indolencia echa a perder al cuerpo perezoso, de la misma manera que las aguas inmóviles se corrompen”.
Para CERVANTES, “en los ánimos encogidos nunca tuvo lugar la buena dicha”. Todo “ánimo encogido” se manifiesta mediante una timidez y un apocamiento. En la inmortal obra de HOMERO, la Iliada, se descubre magistralmente una cualidad constante de los héroes: la valentía y la audacia. Cuando el corazón se encoge, nuestro ánimo decae al igual que todas nuestras funciones fisiológicas y nos resulta casi imposible realizar alguna acción que implique valentía. La buena dicha a que alude CERVANTES consiste en los buenos resultados que obtenemos gracias a nuestra grandeza de ánimo. Decía GOETHE, que él desconfiaba de todos los remedios que se daban para salir airoso de alguna dificultad y que el único remedio para salvarse de las situaciones difíciles y peligrosas es “la presencia de espíritu”, es decir, un ánimo valiente y resuelto.
CERVANTES en su Quijote alude a la buena y mala fortuna, pero en toda su inmortal novela insiste en las enormes ventajas del empeño, la valentía, el esfuerzo y el ánimo. El Quijote es la viva encarnación de las grandes virtudes de la valentía, el esfuerzo y la constancia ante las adversidades. Por ello, CERVANTES bien sabía que era cierta su afirmación de que “nosotros mismos nos fabricamos nuestra ventura”. La “ventura” en el sentido a que hace alusión CERVANTES, es la idea de felicidad y en ese sentido, depende de nosotros el ser venturosos, es decir, afortunados. En el Quijote, CERVANTES nos da ciertas ideas sobre este tema: “El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no se debe quejar si le pasa”; y en otra parte afirma: “Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas para dar remedio a ellas” y también sentencia: “La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear”.
Y finalmente CERVANTES en la última parte de la reflexión con la que iniciamos, nos dice: “los cobardes, aunque nazcan ricos, siempre son pobres, como los avaros mendigos”. CRITILO nos pide que analicemos cuidadosamente las reflexiones a que hemos aludido de CERVANTES.
Nos resulta asombrosa la sabiduría de este genio, quien en esta reflexión nos hace ver cómo todo cobarde por más rico que sea es un pobre; es decir, un pobre de espíritu, pues toda cobardía denota un alma pequeña. Y también, bien nos dice, que todo avaro es un mendigo, pues su avaricia le impide emplear y gastar sus bienes, quedando en una real situación de pobreza económica como la del mendigo que carece de lo indispensable.