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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

Mínima es la parte de la vida que vivimos

El poeta romano VIRGILIO, sentenció: “Mínima es la parte de la vida que vivimos”: Esta máxima se aplica perfectamente al estado de vida que muchos vivimos: el malgastar nuestro tiempo de la manera más triste y el no ser dueños de nosotros mismos.

SÉNECA, en su sabia obra, De la Brevedad de la Vida, nos explica magistralmente las maneras en que desperdiciamos nuestras vidas; el filósofo de Córdova, España, que vivió desde muy niño en Roma, nos dice:

“¿Pensar que yo hablo de ésos cuyas desgracias están a la vista? Dirige tu mirada sobre aquéllos a cuya felicidad se recurre: están sofocados bajo sus bienes. ¡Cómo son de pesadas para muchos sus riquezas! ¡A cuántos su elocuencia y el cotidiano afán por hacer ostentación de su inteligencia les consume la sangre!¡Cuántos empalidecen por sus mismos placeres!¡A cuántos la multitud de clientes que les rodea no les deja ningún instante de libertad!

“Recorre por último a estos que siguen, desde los más bajos en la escala social hasta los más elevados: éste llama a juicio, éste comparece, ése corre peligro, aquél lo defiende, aquél lo juzga, nadie se salva a sí mismo, cada uno se consume el tiempo en el otro. Preguntas sobre aquéllos cuyos nombres están grabados en la memoria. Verás que ellos son reconocidos por estas señales: uno es servidor vehemente de otro y éste de otro distinto. Nadie es dueño de sí mismo y después es en extremo demencial la indignación de algunos: se quejan del desprecio de sus superiores, porque no han tenido tiempo de recibirlos cuando ellos querían.

“¿Alguien se atreve a quejarse de la soberbia de otro cuando él mismo nunca tiene tiempo libre par sí? No obstante, aquel, quienquiera que sea, te ha mirado laguna vez, aunque fuese con rostro insolente, él ha puesto sus oídos a disposición de tus palabras, él te ha aceptado a su lado. Tú no te has dignado nunca a mirarte, ni a escucharte.

“Así pues, no existe razón para que asignes estas obligaciones a otra persona ya que, cuando obras así, no es que quieras estar con otro, sino que no puedes estar contigo mismo”.

Esta larga reflexión de SÉNECA, uno de los más grandes conocedores y fortalecedores del alma humana, nos practica un grave diagnóstico de nuestra alma enferma: la enfermedad que tiene como causa el que nunca tenemos tiempo libre para nosotros mismos. Nuestras frenéticas actividades, nuestro activismo sin provecho para fortalecer nuestra alma ante los infortunios, nuestro pavor a la pobreza y a la muerte nos han acobardado ante la verdadera vida.

Esto es lo que se conoce como “enajenados”. Estamos enajenados porque no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a los demás, a nuestros miedos y cobardías.

No nos contentamos con lo que tenemos y acumulamos más dinero como si con ello acumuláramos más tiempo y calidad de vida. Somos cautivos de los deseos de otros, porque no sabemos morar dentro de nosotros. Nos sujetamos a la voluntad de cualquier persona, porque no sabemos subordinarnos al fondo íntimo de nuestra conciencia. Perdemos lastimosamente el tiempo en un activismo frenético, cuando no somos conscientes que muy pronto nos podrá visitar la muerte.

CRITILO nos pide que hagamos un alto en el camino y nos decidamos a tener mucho más tiempo para nosotros. Tiempo para ordenar nuestros pensamientos desordenados, tiempo para contemplar la naturaleza, tiempo para dedicarnos a la atención de nuestros hijos, cónyuge y seres más queridos; tiempo para gozar de las pequeñas cosas de la vida que son el realidad las grandes cosas de la existencia, como la contemplación de la belleza, descubrir la verdad, escuchar la música y vivir con serenidad y cordura.

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