Sabiduría de la Biblia
La sabiduría de la Biblia es deslumbrante. En Éxodo 20.16 se dice: “No darás testimonio falso contra tu prójimo”. Y en el mismo Éxodo 23.1, está escrito: “No harás declaraciones falsas: No te coludas con el culpable para testimoniar a favor de una injusticia”. Y en Levítico 19.16 se afirma: “No andarás con cuentos de aquí para allá ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo.
Damos testimonio de algo, cuando hablamos de la verdad de una cosa, cuando afirmamos o averiguamos lo que decimos. En cambio, mentimos cuando decimos algo que es contrario a la verdad, o bien, cuando damos a entender lo que no es verdad, o cuando inducimos intencionadamente a otro a un error y a engañarse.
No decir la verdad, mentir intencionadamente puede causar serios perjuicios a otros. Hay mentiras que no causan ningún daño, cuando decimos que el año pasado visitamos un país y no fue cierto. En cambio, dar un falso testimonio en contra de la honra, seguridad, o bienes de otro, constituye una transgresión moral y a veces, constituye un delito.
Nuestro falso testimonio que causa una injusticia a una persona, es una verdadera afrenta a su persona. La injusticia con la que cooperamos, tiene grados de gravedad, y en ciertas cosas, la injusticia puede provocar la deshonra, pérdida de bienes, o la muerte, contra quienes actuaron injustamente.
El romano CICERÓN decía, que “Al mentiroso, ni cuando dice la verdad se le cree” y es tanta la ligereza de espíritu de algunos, que violentan lo afirmado en Éxodo 23.1: “No harás declaraciones falsas: no te coludas con él culpable para testimoniar a favor de una injusticia”. Esta ligereza y perversión de algunos, la captó muy bien PLINIO al haber escrito: “No hay falsedad tan insensata que no la apoye algún testigo”.
A veces, cuando callamos la verdad por cobardía, es como si mintiéramos y más, si al haber dicho la verdad que sabíamos hubiéramos impedido una injusticia. El contribuir con una injusticia por nuestras falsedades, cometemos una impiedad y somos tan injustos como el que cometió la injusticia, porque si no hubiéramos declarado con falsedad, la injusticia no se hubiera cometido.
El gran poeta AMADO NERVO dijo: “Las almas superiores no tienen miedo más que de una cosa: de cometer una injusticia” y el más grande filósofo que ha dado la humanidad, PLATÓN, escribió en su obra La República: “La injusticia es el mayor de los crímenes que puede cometerse contra el Estado”.
Declarar falsamente contra otro y cuando de nuestra declaración depende un perjuicio para él, nuestra declaración nos deshonra y para el que acusamos, constituye una infamia, un descrédito, una maldad y una vileza. Sobre esta idea el romano QUINTILIANO escribió: “El maledicente no se diferencia sino por la ocasión”.
Aunque la persona malvada, como el maledicente que causa deshonra a otro, es un malhechor de sí mismo, su falsedad en perjuicio de otro es una atentado cuyo mal casi nunca termina con el perjudicado, sino que la deshonra y daño que sufre el inocente, por lo general causa males a su cónyuge, hijos y otras personas. El falso testimonio que arruina a otro, se expande causando otros males y a veces, la expansión de los males puede afectar a un enorme número de personas y por mucho tiempo.
Cuando andamos “Con cuentos de aquí para allá” y declaramos en falso contra la vida del prójimo, como lo dice el Levítico de la BIBLIA sembramos la cizaña de los rumores más perniciosos. Y ya sabemos que el daño de un rumor puede tener graves consecuencias incalculables. Un rumor es la voz que corre entre el público. Y cuando nuestra ligereza y maldad esparce una noticia grave pero falsa, por lo general el rumor da lugar a un acrecentamiento de nuestra original falsedad.
Nos dice Critilo, que general rumores falsos y graves, es acrecentar nuestra primera falsedad LUIS IX dijo: “Cuanto más absurdo y grosero es un rumor más fe se le presta”.
Critilo opina, que si tenemos la tendencia a difamar y a calumniar, mejoraríamos enormemente nuestra vida si cortáramos de tajo esta conducta perversa, viciosa y dañina para nosotros y los demás. ¡Por supuesto, que podemos radicar para siempre esta conducta tan vil! Solamente imaginémonos los enormes daños que un maledicente puede causarle a nuestra madre, padre, cónyuge, hijos, etc.