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Jacinto Faya Viesca

Es el amor la vida del corazón

El gran poeta y pensador Español QUEVEDO, en su obra, Migajas Sentenciosas, escribió:

“Es el amor la vida del corazón, y así como es imposible vivir el hombre sin vida, así es imposible estar sin amor el corazón. Es el amor una afición voluntaria de gozar con unión la cosa que es tenida por buena. Otros llaman a esto pasión, y dicen que es una complacencia que pone la cosa amada en la voluntad del que ama. Y asimismo es el amor principio de todas las pasiones, y que todos los afectos del corazón estriban en él como fundamento, y nacen de él como causa y raíz; porque todo lo que tenemos, aborrecemos o amamos, es en cuanto es conveniente o desconveniente para nuestro bien. Y, en fin, es una delectación y movimiento del corazón. Pruébase fácilmente este origen o nacimiento, porque el amor es de algún bien; de donde naturalmente ese aborrecimiento que tenemos al mal”.

QUEVEDO se muestra en esta reflexión como lo que fue: un profundo conocedor de la condición humana, de los secretos de nuestras pasiones más profundas. Su primera sentencia es deslumbrante: “Es el amor la vida del corazón, y así como es imposible vivir el hombre sin vida, así es imposible estar sin amor el corazón”.

El amor como la vida del corazón a que alude QUEVEDO no se refiere únicamente al amor romántico, sino que su idea es muchísimo más amplia: se refiere a las cosas, personas que amamos, como una cuestión vital para nuestras vidas. Se trata del amor a una persona, a los amigos; amor a la naturaleza, a una vocación y a nuestros gustos y preferencias. Es el amor contrario al aborrecimiento. Aborrecemos todo aquello que consideramos un mal para nosotros y para nuestros seres queridos. En cambio, amamos todo aquello que pensamos que engrandece y favorece nuestra vida y la vida de nuestros seres queridos.

Para QUEVEDO, y esto constituiría una importantísima contribución a la psicología profunda, el amor es el principio de todas las pasiones. ¿De cuales pasiones?. Para QUEVEDO el amor sería el principio de todas las pasiones buenas y malas. Y esto sería así, porque todos los afectos siempre surgirán de una raíz inicial en nuestro corazón: el amor por todo aquello que beneficia nuestra vida. De esta manera, el odio, el rencor, el resentimiento, la sed de venganza, la piedad, ternura, compasión, etc., nacen en virtud de que algunos afectos enriquecen nuestras vidas, y en cambio, otros afectos dañan nuestras existencias.

Si odiamos a una determinada persona, resulta obvio que no la amamos, pero la odiamos porque esa persona es un obstáculo o nos ha causado un mal que daña algo que amamos: a una persona, nuestra fama, alguna aspiración nuestra, etc. Y así sucede con todos los demás afectos. Por ejemplo, la sed de venganza; queremos vengarnos en contra de alguien por el hecho de que ya nos causó un daño en algo que amamos: nuestro prestigio, un insulto que daña al sentido del honor que tanto amamos, etc.,

Para QUEVEDO, nuestra vida afectiva, la vida de nuestras pasiones, se mueve en dos polos: lo que amamos, y lo que aborrecemos. Amamos todo lo que cuida y preserva todo aquello que consideramos valioso. Aborrecemos, en cambio, todo aquello que daña lo que amamos. En este sentido, QUEVEDO sigue el pensamiento del inmenso filósofo Griego ARISTÓTELES, quien en su monumental obra, Ética a Nicomaco nos dice reiteradamente que nuestra naturaleza es imposible que se incline a lo que considera dañino, y en cambio, todo lo que hace es en vista a obtener la felicidad. Podemos cometer delitos y actos inmorales, pero los cometeríamos porque consideraríamos que de ellos podríamos obtener algún provecho. Aun, el que se priva de su vida, lo hace porque para él es un bien el ya no sufrir.

En los animales vemos con claridad, que siempre van en busca del placer y que a toda costa tratan de evitar el dolor. Y lo mismo nos sucede a los seres humanos. ¿Y los mártires de la Iglesia Católica que se dirigían a la hoguera cantando y llenos de júbilo, no contradice lo anterior? Por supuesto que no, pues los mártires consideraban un bien el dar su vida por CRISTO. Lo mismo sucede cuando hacemos duros sacrificios por alguna persona. Los sacrificios constituyen una carga dolorosa, pero nada son cuando esos sacrificios se orientan a cuidar a una madre o un hijo enfermo o cuando se lucha por la patria o cuando una madre soltera trabaja de sol a sol para sacar a sus hijos adelante.

CRITILO piensa que tenemos que beber siempre de las fuentes de agua cristalina vivificante y limpia de las mentes de los grandes pensadores. Un QUEVEDO, PLATÓN, SÉNECA, DANTE, GOETHE, ARISTÓTELES, etc., vieron y sintieron lo que solamente los grandes videntes y poetas pueden mirar. Pero nosotros podemos apropiarnos de esas profundas vivencias y de esas deslumbrantes ideas.

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