Fortalezcamos el amor a la vida
SÉNECA, es su Epístola 24, escribió:
“Ante todo, evítese un sentimiento que ha dominado a muchos: el de las ganas de morirse. Pues has de saber, Lucilio mío, que, lo mismo que hacia otras cosas, también hacia la muerte hay una desatinada inclinación del ánimo, la cual a veces afectó a varones generosos e inquebrantables, y muy a menudo a los cobardes e indolentes: aquéllos (los varones generosos e inquebrantables) desprecian la vida, éstos (los cobardes e indolentes) la encuentran pesada. A algunos les invade la desgana de hacer y ver siempre idénticas cosas, y no el odio a la vida, sino su tedio, en el cual caemos impelidos por la Filosofía misma cuando decimos: ¿Hasta cuándo las mismas cosas? Me despertaré, me dormiré, sentiré apetito, frío, calor… Nada tiene fin, sino que todas las cosas, trabadas en un círculo, huyen y se siguen: la noche empuja al día, éste a su vez a la noche; el estío termina en otoño, al otoño le sigue el invierno, que es acariciado por la primavera; así que todo pasa para volver siempre. No hago nada nuevo, no veo nada nuevo, y esto, a veces, da náuseas. Muchos son los que piensan que vivir es, ya no acerbo, sino superfluo”.
SÉNECA ha sido uno de los más profundos pedagogos del alma. Este pensador vivió como pensó, y cuando su antiguo alumno, el Emperador NERÓN le ordenó quitarse la vida, SÉNECA se privó de ella en presencia de su esposa y amigos y de la guardia de NERÓN, sin expresar la menor queja ni lamento.
Para FROMM, hay personas que detestan la vida y que padecen de una inclinación a la muerte. Se trata de personas con un nulo o escaso amor a la vida. Pero fuera de estos casos patológicos, la realidad es que en ciertos países desarrollados, un alto porcentaje de la población sufre de un ánimo perturbado que le impide gozar de su existencia. Y estamos hablando de personas normales, pero que han perdido la capacidad de asombrarse del mundo y de su propia vida. Nos asombramos de algo, cuando nos causa admiración y nos maravilla de que ese algo exista. En cambio, el Tedio nos causa repugnancia, fastidio o aburrimiento.
Las ganas de morirse la sienten, como bien lo dice SÉNECA, tanto los varones generosos como los cobardes. Un alma generosa siente ganas de morir por un sentimiento de desprecio a la vida, lo que implica un acto de valentía. En cambio, los cobardes desean morir porque la vida les resulta aplastante y dura.
La rutina, como la describe SÉNECA, nunca en sí misma produce el deseo de morir. Una misma rutina es para muchas personas una fuente permanente de júbilo, mientras que para otros, resulta un fastidio y una profunda pesadumbre.
SÉNECA nos describe los sentimientos de desgana, tedio y deseos de morir que padecen muchas personas, pero en su reflexión no entra a las causas de estas ganas de morir, ni tampoco nos da los remedios para curar ésta “desatinada inclinación del ánimo” a la muerte.
La psicología profunda ha descubierto que las personas que padecen de esta desgana en el vivir, se debe a una progresiva desvalorización de su propia vida: se trata de personas que sienten (como si el sentir fuera igual que la verdad) que no son capaces de hacer frente a los problemas que les plantea su existencia, de que son personas incapaces, y que su futuro es negro y sin posibilidades de éxito.
Por lo general, nos dice CRITILO, no sabemos que en realidad somos mucho más fuertes y capaces que lo que pensamos. Y si no, observemos cómo en las guerras y en los desastres naturales, las personas son capaces de enfrentar grandes adversidades de todo tipo y de reconstruir sus vidas.
Uno de los caminos más eficaces y rápidos para recuperar el amor a la vida y aniquilar las ganas de morir, consiste en tener la absoluta confianza de que no es cierto que somos incapaces y que estamos llenos de defectos; la evolución de la humanidad ha probado contundentemente que los seres humanos gozamos de capacidades extraordinarias. Y saber también, que nuestro mundo (trabajo, amistades, etc.) es mucho más rico de lo que creemos. Y finalmente, darnos cuenta que no es cierto que el futuro nada bueno puede ofrecernos.
En el momento en el que veamos con claridad las últimas tres afirmaciones, nuestra vida dejará las tinieblas y entraremos a un nuevo mundo de luz y de júbilo. La vida de cada uno de nosotros contiene muchas riquezas, y nuestro futuro está repleto de oportunidades.
¡Hagamos el compromiso con nosotros mismos de asombrarnos ante la naturaleza, asombrarnos de nuestros seres queridos, y de que estamos vivos; si lo hacemos, acrecentaremos enormemente el amor a la vida!