La pesadumbre y la comunicación con los demás
La obra cumbre de GOETHE se titula Fausto, habiéndose tardado en escribirla sesenta años. Hay en esta obra pensamientos de tal profundidad y belleza en su expresión, que con absoluta seguridad, muchos de ellos pueden enriquecer enormemente nuestro espíritu. Citaremos uno de ellos y lo comentaremos.
Le dice MEFISTÓFELES a FAUSTO, los dos personajes centrales de esta obra: “Cesa de jugar con tu pesadumbre, que, cual buitre, devora tu existencia. La mas ruin compañía te hará sentir que eres hombre entre los hombres”.
La Pesadumbre es una molestia, un disgusto en lo físico o moral; es también, un motivo de aflicción, una pena, un sentimiento de tristeza. GOETHE siempre decía que debemos de buscar la alegría aun dentro del dolor. Toda Pesadumbre es un pesar mayor; por lo general, es una serie de pesares, como es la techumbre una serie de techos. Para THOMAS DE QUINCEY, la Pesadumbre es “la carga de lo incomunicable”. Y esto es absolutamente cierto: cuando la Pesadumbre aflige nuestro corazón, quedamos postrados por un sufrimiento interior que además, nos impide comunicarnos con los demás. La Pesadumbre nos aísla de los otros, rompe nuestros vínculos con el mundo exterior.
GOETHE, inmensamente sabio, no solamente nos advierte que nuestra Pesadumbre es como un buitre que devora nuestra existencia, sino que además, nos da uno de los remedios más eficaces para empezar a quitarnos el gran peso de nuestra Pesadumbre: buscar la compañía de otro o de varias personas. Para GOETHE es tan importante la compañía de un ser humano para aliviar, y aun para terminar con nuestra Pesadumbre, que incluso nos dice que la más ruin compañía nos hará sentir que somos hombres entre los hombres. THOMAS DE QUINCEY nos dice lo mismo, pero en sentido contrarios: que la Pesadumbre nos incomunica.
Pero también GOETHE nos aconseja que cesemos de jugar con nuestra Pesadumbre. No se trata, por supuesto, de un juego que nos divierte, sino de un juego enfermizo que frecuentemente jugamos cuando estamos afligidos. Como la Pesadumbre nos mete dentro de nosotros, entre más analizamos y nos condolemos de nuestro pesar o conjunto de pesares, más profundamente nos metemos dentro de nosotros mismos y más nos alejamos de los demás y del mundo exterior. Darle vueltas y más vueltas a nuestros pesares, no nos saca de ellos, sino más nos hunde en ellos. Y una vez que el espectro de nuestros sentimientos está invadido por la aflicción de nuestros pesares, es muy difícil salir de ese infierno. Es en éste estado, donde se dan las más graves depresiones y donde el suicida decide privarse de su vida.
La compañía de una persona o de varias, es para GOETHE, un remedio eficacísimo para sentir que somos hombres entre los hombres, personas entre las personas; es decir, que somos iguales. Y es que la Pesadumbre es tan pesada para nuestro espíritu, que nos impide saber, sentir y ser conscientes que somos personas, y que toda persona siempre tiene a su disposición la fuerza, la posibilidad de resolver sus problemas, de resistir y aguantar, y en el más desesperado de los casos, de abrazarse a la Esperanza. Recordemos, que la Esperanza es lo último que muere. Recordemos lo que dijo el Romano SEVERO CATALINA: “La esperanza es la mano misteriosa que nos acerca a los que deseamos y nos aleja de lo que tememos”. Y este mismo pensador nos dice: “La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones”.
Seamos valientes para comunicarles a otros nuestros pesares. La sola compañía de una persona es suficiente para conectarnos con el mundo y para abandonar el sótano de nuestra soledad pesarosa y de nuestro aislamiento enfermizo, que como buitre devora las entrañas de nuestra vida. Al buscar o aceptar la compañía de alguien, empezamos a compartir y a comunicar nuestros pesares.
En nuestra Pesadumbre, el otro, es nuestra ventana al mundo. Quien nos acompaña, nos hace más ligera la carga, nos hace sentir que no estamos solos. No se trata de que seamos compadecidos, pues muchas veces nos lleva a la autocompasión y a la victimización. No, sino que la presencia y la comunicación con el otro nos permite tomar conciencia de nuestras posibilidades como persona, y nos hace ver que el sufrimiento y pesares no son nuestros en exclusiva. La comunicación con otras personas, nos dice CRITILO, puede lograr que abandonemos el enfermizo juego de sentir que somos los exclusivos “depositarios del dolor”. No somos ni jamás seremos los “depositarios del dolor”. Los pesares forman parte de la vida de todos los seres humanos.