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Jacinto Faya Viesca

Los deseos naturales y los deseos vanos

El sabio Griego EPÍCURO le escribió lo siguiente a su amigo MENECEO en una de sus famosas Cartas: “Y hay que considerar que de los deseos unos son naturales, otros vanos; y de los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma. Un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda elección o rechazo a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la culminación de la vida feliz. En razón de esto todo lo hacemos para no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. Una vez lo hayamos conseguido, cualquier tempestad del alma amainará, no teniendo el ser viviente que encaminar sus pasos hacia alguna cosa de la que carece ni buscar ninguna otra cosa con la que colmar el bien del alma y del cuerpo”.

La doctrina de EPÍCURO formada hace dos mil años ha perdurado gracias a sus sabios principios. Este filósofo Griego goza de mala fama porque se le atribuye una serie de principios que él jamás predicó ni practicó. Se dice que EPÍCURO defendía el placer a toda costa y sin miramiento alguno; que predicaba una doctrina orientada al lujo y a la inmoralidad. Nada de eso es cierto. EPÍCURO vivió durante toda su existencia de una manera muy austera, moral, respetuosa, noble y de entrega a los demás.

Uno de los fundamentos de su doctrina consiste en defender la idea de que nuestra felicidad no depende de los placeres, sino de la ausencia de los dolores físicos y de los sufrimientos morales. EPÍCURO parte de la base, de que nuestros deseos pueden ser la fuente de nuestra felicidad o de nuestra desgracia. Y para evitar caer en la infelicidad, este sabio nos aconseja que solamente debemos desear todo aquello que vaya de acuerdo a nuestra naturaleza, y rechazar todo tipo de deseos vanos.

Para EPÍCURO, los deseos que van de acuerdo a nuestra naturaleza son muy fáciles de alcanzar: alimentos sanos y sencillos, vestuario simple y sin adornos, nada de lujos ni ningún tipo de extravagancia. Y también nos aconseja que despreciemos y aniquilemos todos nuestro deseos vanos, como son: alimentos caros y elaborados, vestuarios costosos, y lujos de todo tipo; rechazar los deseos vanos como el perseguir la fama, el poder y el prestigio, que en gran parte dependen de las circunstancias y no de nosotros. Dice EPÍCTETO, uno de los más famosos pensadores de la escuela ESTOICA, que la fama, el poder y el dinero jamás nos conducen a la felicidad, y que en cambio, son fuente de dolor, incomodidad y graves preocupaciones.

EPÍCURO nos aconseja que cuidemos de satisfacer los deseos que nos son necesarios para el bienestar del cuerpo y para la vida misma. Y estos deseos consisten en el apropiado descanso, y en llevar buenas relaciones con nuestro prójimo. Nos pide en su doctrina, que debemos rechazar todo deseo malsano, como las comidas excesivas, los placeres ilícitos, y todo aquello que nos robe la paz y la tranquilidad del alma.

Para el Epicureísmo, si sabemos llevar una vida sencilla, sin lujos, sin ningún tipo de excesos y apegados a las buenas costumbres y a la moral, será muy fácil que nuestra alma fácilmente se prevenga ante todo tipo de preocupaciones, pues una vida simple no da motivos para preocuparnos por las cosas superfluas.

CRITILO encuentra en el Epicureísmo, una sólida doctrina que nos conduce a llevar una vida feliz, pues lo que nos es necesario fácilmente lo podemos adquirir. En cambio, lo superfluo y lo lujoso nos es difícil de obtener y nada añade a la tranquilidad de nuestro espíritu. Si estudiamos cuidadosamente los preceptos de EPÍCURO, observaremos que este pensador le da una gran importancia al cuidado que debemos poner al momento de tomar nuestras decisiones, las que deben estar encaminadas a evitar en todo lo posible todo aquello que nos impida los dolores físicos y los sufrimientos morales. De lo que se trata, no es tanto en ir en busca del placer, sino de evitar todo tipo de sufrimientos físicos y emocionales, lo cual resulta relativamente fácil, si somos capaces de extinguir nuestros deseos consistentes en la búsqueda del placer a toda costa, cuando lo que debemos hacer, es evitar todo aquello que atente contra la salud de nuestro cuerpo y la serenidad de nuestra alma.

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