Las falsas vorágines del éxito
La sociedad de nuestro tiempo nos empuja al éxito, a la acumulación de información y al establecimiento de nuevas metas. Desde esta visión, lo importante para nosotros es progresar, aún cuando no estemos conscientes de los que significa ese supuesto progreso. Estamos tan confundidos, que acudimos a las modas más recientes en los campos de las metas y el éxito, y sin más, nos dejamos llevar por esa nueva vorágine que consiste en alcanzar el triunfo a toda costa.
El problema radica, en que todo lo anterior constituye algo externo, por lo que nuestras metas y progresos son como prótesis artificiales que nada tiene que ver con nuestra estructura espiritual, intelectual y emocional. En esa vorágine hacia sumar, progresar, nos olvidamos de preguntarle a nuestro interior qué es lo que siente nuestro corazón, qué nos indica nuestra conciencia, y qué hemos hecho de esos sueños que tanto soñamos en las etapas tempranas de nuestra vida, cuando aún no estábamos contaminados de los conceptos de progreso personal, éxito y nuevas metas.
Cuando ya no somos capaces de profundizar en nuestro interior y cuando estamos conectados con lo externo y con las modas del éxito, en ese momento somos cautivos de todo tipo de vorágines, pues al sentirnos perdidos y al estar invadidos por la angustia y la ansiedad, falsamente pensamos que la única manera de llegar a ser felices, es cumpliendo las rigoristas metas que nos hemos propuesto. Y ya entrados en las vorágines nuestra angustia y ansiedad aumenta, pues no nos hemos dado cuenta que hemos violentado nuestro mundo interior, compuesto por nuestra insobornable conciencia, nuestros gustos, tendencias naturales, las sabias intuiciones de nuestro corazón, etcétera. Este mundo interior nuestro pudiera estarnos pidiendo a gritos que abandonemos todas esas metas y progresos que nada tuvieron que ver con nosotros.
Pero no, ya instalados en las distintas vorágines, no comprendemos por qué, nos sentimos crónicamente insatisfechos, ansiosos, angustiados y cansados, aún cuando estemos progresando y alcanzando las metas artificiales que nos propusimos. No caemos en la cuenta, que no se trata de subir muy alto ni deprisa por la escalera, sino de recargar la escalera en la pared adecuada. Es semejante al que se encuentra perdido en un campo, selva o desierto: “cree, en su desesperación, que entre más aprisa camine más pronto encontrará la salida o camino adecuado, cuando la mayoría de las veces, más se pierde y aleja”.
Nos perdemos y alejamos más, porque las prótesis artificiales que nos ha impuesto el medio social en que vivimos, se resumen en dos objetivos fundamentales: tener cada vez más, y ser mejores cada día. El primer objetivo está relacionado con la acumulación de cosas y dinero; y el segundo, se relaciona con “ser cada vez mejores” técnico, en la acumulación de conocimientos, o en otros tipos de mejoría como la belleza física, la moda, etcétera.
Desafortunadamente nuestro “mundo interior” nos puede estar pidiendo algo totalmente diferente: dedicarnos a esa actividad que tanto abrazamos con cariño durante muchos años, pero a la que finalmente renunciamos, pues no respondía a los cánones del éxito que la sociedad nos exige. Hicimos a un lado nuestros profundos gustos por el deporte, la música, o la convivencia con nuestros amigos, pues ello nos robaría el tiempo que deberíamos dedicar al cumplimiento de las metas y de ser mejores y superiores a nuestros competidores.
Traicionar nuestros sueños, a ese mundo interior que revela lo mejor de nosotros mismos, es elegir el “vacío existencial”, por más exitosos que podamos ser en aquello que no es propio de nuestro mundo interno. Es como aquella persona que pudiera quedar plenamente satisfecha con un solo chocolate, pero al haber perdido el gusto por sus auténticos gustos, se empalaga de muchos dulces o pastel, quedando al final insatisfecho y culpado por su gula.
Nuestros más queridos sueños y nuestros deseos de nuestro mundo interior no son sustituibles. Casi siempre son totalmente distintos a nuestras falsas autoimposiciones de ser cada vez mejores y de tener cada vez más.
CRITILO nos dice: que la única manera de salir de estas frustrantes vorágines es decidirnos a ser auténticos y valientes, dedicarnos a lo nuestro, y abandonar las falsas metas, que la sociedad nos impone.