“Brevedad de la vida”
SÉNECA, el portentoso pedagogo que nos enseña él solo, más que miles de autores juntos, en su obra, “De la brevedad de la vida”, nos trasmite la siguiente profunda reflexión:
“No se halla a nadie que quiera compartir su dinero y ¡entre cuántos distribuyen la vida todos y cada uno de los hombres! Son estrechos para mantener su patrimonio, pero generosísimos para perder el tiempo y en lo único en lo que la avaricia es recomendable. Así pues, me agradaría atrapar a alguno de entre la multitud de ancianos y decirle: ‘Vemos que has llegado hasta la última edad posible en la vida humana, cien años o más te aplastan con su peso. Vamos, vuélvete atrás para dar cuenta de tu vida. Considera qué cantidad de tiempo te ha arrebatado un acreedor, cuánto tu amiga, cuánto el rey, cuánto un cliente, cuánto una disputa con tu mujer, cuánto el castigo de los esclavos, cuánto la carrera por la ciudad a causa de tus obligaciones. Añade las enfermedades que nosotros mismos nos causamos. Añade también el tiempo que se perdió sin emplearlo. Verás que tienes menos años de los que cuentas. Trae a la memoria el momento en el que has estado seguro de tus proyectos, cuántos días pasarán como tú, los habías planeado, cuándo te fuiste útil a ti mismo, cuándo tu rostro se mantuvo en un estado natural, cuándo tu espíritu animoso, qué obras has hecho en tan largo tiempo, cuántas han anhelado tu vida sin darte cuenta tú de lo que perdías, cuánto tiempo te has robado un vano dolor, una tonta alegría, un ávido deseo, una dulce conversación, ¡qué pequeñez de tiempo ha quedado para ti! Comprenderás que vas a morir prematuramente’ Entonces, ¿qué motivo hay para que ocurra todo esto? Vivir como si siempre fueras a vivir, nunca te viene a la memoria nuestra fragilidad, no observas cuánto tiempo ha pasado ya. Lo pierdes como si rebosaras de su plenitud y superabundancia, cuando quizá sea el último ese mismo día que te entregas a algo, ya sea a un hombre o a una cosa. Temes todo como mortal y deseas todo como inmortal”.
La cita de SÉNECA es larga, pero no debemos resistirnos a dejar de transcribirla completa cuando se trata de una genial reflexión que puede enriquecer lo que nos quede de vida.
Tememos todo como mortales, y al mismo tiempo, deseamos todo como si fuéramos a ser inmortales, nos dice SÉNECA. Qué razón tuvo el poeta VIRGILIO cuando expresó: “Breve e irreparable es para todos el tiempo de la vida”. Pero más breve y más irreparable lo hacemos los hombres cuando dilapidamos el tiempo, que es el tejido del que está hecha nuestra vida. CICERÓN decía que: “Para vivir como es debido, el breve tiempo de la vida es bastante largo”, pero el problema, es que los seres humanos de la actualidad no tenemos la concepción de la vida que tenían los griegos y los romanos de la Antigüedad. En la Grecia y en la Roma Antigua, los seres humanos tenían una concepción más noble y adecuada de la vida.
Una de las tragedias de nuestra existencia consiste en que desvalorizamos nuestro pasado, no dándonos cuenta que en grandes trozos de nuestro ayer, fuimos enormemente felices. Por ello, SÉNECA siempre nos alertó de no estar pendientes tanto de un futuro que nos es incierto. El romano PUBLILIO SIRO advierte muy bien esta idea al haber escrito: “Siempre es peor el mañana que el ayer”. GOOTHE nos decía lo mismo, al afirmar que en el futuro seríamos muy dichosos si fuera como el ayer. De hecho, del pasado ya nada tenemos que temer. Nuestros temores nacen de nuestros deseos que queremos ver realizados en el futuro.
Decía el historiador. TITO LIVIO: “Día pedido”. Apliquemos esta fuerte sentencia contrastándola, con la reflexión de SÉNECA. CRITILO nos sugiere que revisemos nuestro pasado a fin de identificar cómo y cuándo es que aprovechamos mejor nuestro tiempo. Esta búsqueda de lo valioso de nuestro pasado nos indicará lo que podemos en parte hacer en nuestro futuro. Algo similar lo sentenció el romano PLINIO EL JOVEN: “Si cuentas los años, el tiempo te parecerá breve, si ponderas los acontecimientos te parecerá largo”.
Lo importante, nos dice CRITILO, no es tanto vivir muchos años, sino vivirlos bien, no tratando de retener el día, que sería imposible, pero sí aprovecharlo de la mejor manera.