En este inicio de 2007 conviene comentar los resultados esperados para las variables económicas y financieras más relevantes de nuestra economía. En principio, los indicadores disponibles muestran que este año promete ser menos dinámico que el pasado, y con mayores riesgos en el horizonte externo, aunque por ahora me limito a evaluar los efectos de la situación en Estados Unidos y no incorporo el riesgo muy real de una caída fuerte en el precio del petróleo sobre nuestra economía.
Las estimaciones más recientes de crecimiento económico para la economía de Estados Unidos presentan un panorama menos optimista que el año pasado, ubicándolo alrededor del 2.2 por ciento, en contraste con el 3.3 por ciento de expansión de 2006. Por otra parte, la expectativa de inflación es ligeramente por encima del dos por ciento, por lo que es muy probable que la Reserva Federal mantenga invariable el nivel de las tasas más allá de lo que estiman los analistas financieros, algunos de los cuales todavía prevén una reducción de las mismas tan pronto como abril de este año. Existen, además, diversos riesgos que han venido creciendo con el tiempo y que, de materializarse, se traducirían en un panorama más complicado en el corto plazo.
En primer lugar está el tamaño del déficit en cuenta corriente de Estados Unidos, que se acerca al siete por ciento de su PIB. Hasta ahora se ha financiado con los flujos de capital procedentes de las naciones asiáticas y los países exportadores de petróleo, pero si este dinero deja de fluir en las cantidades necesarias hacia Estados Unidos, ello podría trastocar el desempeño de su economía.
En segundo lugar, está la forma en que se resolverá el asunto de la burbuja de precios de la vivienda, que ya en la segunda parte del año pasado mostró señales claras de agotamiento. Los datos muestran un enfriamiento en la venta de casas habitación y un aumento considerable en su inventario, lo que de llegar a impactar en el gasto de los consumidores puede también afectar el desempeño esperado de la economía estadounidense.
Es importante señalar, sin embargo, que no obstante estos riesgos, la mayoría de los analistas y los organismos internacionales todavía se inclinan por un panorama de expansión razonable para la economía global durante 2007, ya que ello no depende tanto como antes de la economía norteamericana. La OCDE y el FMI prevén que el resto de las naciones desarrolladas también crecerán este año, pero a un ritmo inferior al que registrará Estados Unidos. La fuerza del crecimiento mundial este año se espera, por tanto, que venga de las naciones emergentes, en particular India, China y el resto de Asia. En ese contexto, si bien puede darse otro buen año de crecimiento global, lo relevante para México es cómo nos afectará lo que se espera para la economía estadounidense. La menor expansión del sector industrial en Estados Unidos puede repercutir negativamente sobre nuestras exportaciones y la inversión en México, que quizá registren un comportamiento menos dinámico que en 2006. Aún así, podemos esperar que la economía mexicana muestre un crecimiento modesto, alrededor del 3.5 por ciento, lo que sería menor al avance que se estima en 4.7 por ciento registrado el año pasado.
El panorama de las variables financieras para México luce otra vez como el lado fuerte de nuestra economía. No anticipo variaciones importantes en los niveles de la inflación, las tasas de interés y el precio del dólar. La inflación pudiera ser ligeramente menor (entre 3.5 y cuatro por ciento) a la del año pasado, pero todo dependerá de que resulten ciertas las apreciaciones de nuestras autoridades monetarias, en el sentido de que los factores que afectaron el crecimiento de los precios en la segunda mitad de 2006 eran transitorios. Yo no estoy convencido de ello. Considero que la recuperación de la economía y la creciente liquidez han facilitado el traslado a precios de los incrementos de costos asociados a las alzas salariales por encima del crecimiento de la productividad y de los mayores precios de los energéticos, lo que de ser cierto requerirá de una política monetaria más restrictiva que la actual.
Me parece que, contrario a la expectativa de la mayoría de los analistas, el Banco de México no podrá disminuir las tasas de interés durante este año y que bien pudiera verse obligado a elevarlas, en particular si no varían las tasas estadounidenses y persisten las presiones inflacionarias en nuestro país. Estimo, por tanto, que los Cetes a 28 días se ubicarán en promedio entre siete y ocho por ciento, nivel algo superior al que registraron en 2006.
La fuerza del peso se finca, en términos generales, en la gran liquidez internacional que ha beneficiado a las economías emergentes, los altos precios de las materias primas como el petróleo y, en particular, en el entusiasmo de los inversionistas internacionales por la salud financiera de nuestro país. No parece que esto vaya a cambiar mucho este año, a pesar de que gran parte de nuestra solidez financiera se debe al precio alto del petróleo, más que a una transformación estructural de la economía. El precio del dólar, por tanto, seguirá oscilando entre 10.80 y 11.80 pesos. Las muchas desventajas que impiden el crecimiento de la productividad de la mano de obra y la competitividad de nuestras empresas no desaparecerán en 2007. En este año se probará el alcance de la administración de Felipe Calderón, quién tendrá que proponer las reformas que hasta ahora han encontrado una férrea oposición en el Congreso. Como en otras ocasiones, sigo pensando que hay pocas probabilidades de que cambie este panorama, por lo que a pesar de las buenas intenciones del nuevo gobierno, no espero que se aprueben en este año las reformas estructurales para sacarnos de la mediocridad.