Panteones, arte funerario mexicano
MÉXICO, DF.- Puede ser un conjunto de callis (casas, en náhuatl) de manufactura indígena o de tumbas distribuidas frente a una iglesia colonial. Puede ser un enorme mausoleo de presunto gótico con ángeles dolientes esculpidos en mármol o una pequeña gaveta ubicada en una especie de fúnebre condominio de interés social.
Panteón o cementerio, cripta o camposanto, todos los espacios fúnebres de México deben estar protegidos porque son la base material del festejo de Día de Muertos, celebración declarada patrimonio intangible de la Humanidad por la UNESCO en 2003.
Tal es la premisa que defiende la arquitecta Luz de Lourdes Serna, fundadora e integrante de la Red Mexicana de Estudios, Espacios y Arte Funerarios, asociación civil cuyo objetivo es proteger el patrimonio funerario del país.
El valor urbano que guarda el trazado del Panteón Francés, el valor histórico que le aportan al panteón de San Fernando las tumbas de personajes como Ignacio Zaragoza y Benito Juárez, el valor artístico que le da al Panteón de Dolores, por poner un ejemplo, el busto en bronce de la tumba de Melchor Ocampo, obra de Enrique Alciati, son elementos que la arquitecta Serna destaca a la hora de hacer una defensa de los espacios funerarios mexicanos.
Este catálogo divide a los cementerios en varios tipos: El primero de ellos es el espacio funerario prehispánico, caracterizado por la sepultura, que podía estar en la propia casa o bien en espacios ceremoniales, como el de Quiahuiztlán, en Veracruz.
Lo poco que queda de bosques en la ribera de los lagos michoacanos se encuentra en los panteones: “Estos sitios corren riesgo ya que tienen problemas de uso de suelo y hasta olvido de los tradiciones”. En la ciudad de México hay ejemplos notables en barrios antiguos como Coyoacán, San Mateo Xalpa o Míxquic: “¿Qué le protegemos a un panteón mestizo: montículos de tierra, plantas endémicas o una barda que puede tener o no un valor estético? Lo que vamos a proteger es el valor tradicional” señalo.
La investigadora ve un riesgo en el avance del turismo y la mercantilización de la celebración tradicional. Pugna por “una observación del ritual, que asegure que el constructor de la Fiesta de Muertos, el deudo, sea respetado íntegramente en su solemnidad y en su religiosidad”, y añade que “los panteones privados guardan mucha obra escultórica. El problema con estos espacios es que los propietarios deben otorgar permiso para establecer un proceso de investigación sistematizado, y no siempre acceden”.