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Para la ciencia, poco y tarde | Plaza pública

Miguel Ángel Granados Chapa

En México se destina poco dinero público a la ciencia y la tecnología. El presupuesto en ese rubro para este 2007 disminuyó de 0.37 a 0.35 por ciento del Producto Interno Bruto. El nivel más alto en la aspiración, fundada y necesaria, de llegar al uno por ciento, se alcanzó en 1998, cuando se destinó a la investigación científica y tecnológica 0.46 por ciento.

Un mal adicional es que los magros recursos destinados a ese propósito llegan tarde o nunca. De modo que quien visite la página de Convocatorias, resultados y avisos del Conacyt, debe precaverse contra la ilusión de suponer que esa información del órgano gubernamental que canaliza el gasto federal se refiere a realidades consumadas. Uno puede ver en la red convocatorias a programas de becas mixtas, nacionales o en el extranjero, o al programa de cooperación de posgrado. Y puede ver resultados de convocatorias previas referidos a programas del fondo mixto de fomento a la inversión científica y tecnológica con los gobiernos de Durango, Sonora, San Luis Potosí, Nayarit y Coahuila o los resultados del programa de becas mixtas, correspondientes a marzo y abril.

Pero, cuidado, es posible que no obstante la alentadora publicación de la convocatoria y la aún más estimulante información sobre los resultados, éstos demoren en concretarse.

No digo que sea así necesariamente y en todos los casos. Pero hay ejemplos de la prolongada espera a que se somete a los destinatarios de los recursos.

He aquí uno, que debe tener en la desesperación a quienes confiaban (así, en pasado) en obtener financiamiento que ya había sido aprobado. El diez de octubre de 2005 se publicó la convocatoria para los programas de apoyo financiero del Conacyt a la Universidad Nacional Autónoma de México. Muchos meses después, en la página de Conacyt a que me refiero se publicaron los resultados: el 19 de julio y el ocho de octubre de 2006 se avisó de la aprobación de recursos por cerca de 187 millones de pesos, destinados a 187 proyectos. A finales de mayo de 2007 la UNAM no ha recibido un solo peso de esos recursos. No es de extrañar ese retraso, si se considera que apenas se están recibiendo las asignaciones correspondientes a las convocatorias de 2003 y 2004. La última ministración referida a esos periodos debió ser entregada a principios de este año. Suma veinte millones de pesos y se puso a disposición de la UNAM la mitad a mediados de este mes de mayo y se anunció que el resto llegaría inmediatamente después, sin que así ocurriera.

Otro ejemplo es el de la convocatoria para investigadores en proceso de consolidación. La lista respectiva, que contiene 108 proyectos a los que se asignaron casi once mil millones de pesos, fue publicada el 11 de diciembre pasado. Seis meses después los proyectos siguen en espera de esos recursos. También las evaluaciones se realizan con lentitud. Conforme a la convocatoria de investigación científica básica de 2006, aparecida en la página del Conacyt el cuatro de septiembre del año pasado, se presentaron 320 proyectos de la UNAM, entre esa fecha y el cierre de la convocatoria, el 21 de noviembre todavía no se conocen los resultados, aunque esperarlos a estas fechas es quizá demasiado exigir, teniendo en cuenta que la segunda lista de resultados relativos a 2005, como hemos dicho, apareció casi un año después.

Se dirá que esta vez apenas hay un mes de retraso porque se programó emitir la lista de resultados en abril y en fin, no hay que ser tan ansiosos.

Abundan las razones o los pretextos para estas demoras, que perjudican la sustancia del trabajo de los investigadores y su ánimo. Esta vez se atribuye el retraso en las asignaciones que debían llegar en el semestre reciente al cambio de funcionarios. Parece que es lento en extremo el procedimiento administrativo para expedir y registrar nuevos poderes y reconocer las firmas de las personas autorizadas para disponer de los recursos.

La verdadera causa de las tardanzas y de los ralos presupuestos podría radicar más bien en la concepción del Gobierno panista sobre estas materias y la concreción de su ideario en la designación del personal encargado de aplicar o lastrar la política en ciencia y tecnología. Fue nombrado en diciembre director general del Conacyt el maestro Juan Carlos Romero Hicks, más por razones de adscripción política que por su cercanía con los asuntos que debe gestionar. Romero Hicks, nacido en Guanajuato el diez de diciembre de 1955, obtuvo en la universidad del estado la licenciatura en relaciones industriales, en 1977 y luego cursó dos maestrías en el Southern Oregon State College, una en ciencias sociales y otra en administración de negocios.

Al retornar se hizo miembro de tiempo completo del personal docente y administrativo de su alma mater. Se desempeñó como director de recursos humanos y como secretario general hasta que el gobernador Carlos Medina Plascencia lo nombró rector en 1991. En aquel entonces la institución carecía de la autonomía que Romero Hicks gestionó, por lo que fue elegido rector de la nueva etapa así inaugurada.

Dejó el cargo el año 2000, cuando fue designado candidato al Gobierno del Estado y se convirtió en el cuarto mandatario (el segundo elegido) de esa entidad procedente del PAN.

Si bien formó parte de la junta directiva del Conacyt, el que ahora lo dirija resulta más de su filiación panista y su experiencia de Gobierno que de su interés y destreza en la política que ahora está encargado de administrar, no de entorpecer.

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