El PAN y el PRD, a menudo, o siempre, discordantes, coincidían en el momento de elegir a sus comités nacionales. Como en trienios anteriores, cada uno renovaría sus mandos en marzo próximo. Pero esa convergencia dejó de ocurrir, ya que Acción Nacional anticipó su propia fecha. Elegirá presidente el 8 de diciembre y comité nacional al día siguiente. Hasta ahora, el perredismo mantiene su calendario y aunque faltan cinco meses para la jornada electoral y ni siquiera se ha emitido la convocatoria, el proceso ya está en curso.
Al ser instalado el consejo nacional panista el 6 de octubre, el líder Manuel Espino sorprendió a todos proponiendo una nueva fecha, tres meses antes de lo previsto, para renovar la dirección nacional, episodio en que él mismo está involucrado a menos que rehúse buscar la reelección. Si era una trampa destinada a limitar el tiempo de campaña de Germán Martínez, que días atrás había renunciado al Gabinete presidencial en pos del liderazgo blanquiazul, los adversarios de Espino la ignoraron y al contrario, la consideraron generosa. Aprobada la iniciativa en el consejo nacional, lo fue también el 8 de octubre en el comité nacional y ayer la secretaría general emitió la convocatoria respectiva. El registro de aspirantes se abrirá el miércoles 24 y será cerrado el 23 de noviembre. O como lo anunció Espino el lunes, 45 y 15 días antes de la reunión electoral del consejo.
Hasta ahora sólo Martínez es aspirante. Ha iniciado la búsqueda del voto de los consejeros con demostraciones de fuerza, surgidas de la principal, que fue el anuncio de su propósito en Los Pinos, inmediatamente después de que fue aceptada su renuncia a la Secretaría de la Función Pública y designado su paisano, amigo y colaborador Salvador Vega para sucederlo. En el sistema mexicano, lo presida un priista o un miembro del PAN, el reemplazo de un miembro del Gabinete implica una calificación o su contrario. Cuando no asciende el subsecretario a llenar la vacante dejada por una renuncia la sustitución puede ser fuente de dificultades, que no será el caso.
En la víspera de la separación de Martínez (muy distante en tono y propósito de la que protagonizó Felipe Calderón del Gabinete de Fox en mayo de 2004) había formulado un anuncio ambiguo el diputado tabasqueño Gerardo Priego. No expresó abiertamente su objetivo de contender por la presidencia partidista, aunque dejó ver que concretaría ese propósito según resultara una gira de auscultación que realiza desde hace dos semanas. Por su parte, el senador poblano Humberto Aguilar parece aprestarse a ser candidato, apoyado por su líder en Xicoténcatl, Santiago Creel, lo que significaría un debilitamiento de la caudalosa corriente que en la asamblea nacional panista celebrada en León al comenzar junio pasado dejó a Espino sin el control del consejo nacional. Por ésa, entre otras causas, podría ocurrir que el dirigente nacional abandonara su propósito de buscar la reelección que, dicho sea de paso, han conseguido todos los líderes del PAN que decidieron encabezar por seis y no sólo por tres años a su partido.
Aunque en el PRD no haya todavía candidaturas formales las encarnan ya Alejandro Encinas y Jesús Ortega. Pero no irán solos tras la presidencia que ahora ejerce Leonel Cota. El lunes anunció que lo hará de nuevo Camilo Valenzuela, que tres veces antes ha competido por ese cargo, contra Amalia García, Rosario Robles y Cota mismo. Miembro de la insurgencia armada en los setenta, integró después de ser amnistiado la corriente socialista que dio lugar al Partido Patriótico Revolucionario, que se sumaría al Partido Socialista Unificado de México. Ha sido diputado por ese partido y por el PRD, cuyo consejo nacional encabeza, y donde es líder de la corriente Red de Izquierda Revolucionaria.
Se sitúa abiertamente como una tercera opción lejana y antagónica frente a Encinas y Ortega, a quienes caracteriza como “subordinado” y “opositor” a Andrés Manuel López Obrador. Él no es lo uno ni lo otro, aseguró al presentar su candidatura, acompañado más que por un apoyador (puesto que dejó de ser miembro del PRD) de un símbolo, Otón Salazar, el legendario líder de la insurgencia sindical del magisterio que padeció persecución y cárcel por ello. Su decisión de contender una vez más no fue compartida por toda su corriente. Uno de sus miembros, Pablo Franco, la percibe como un estorbo a Encinas en beneficio de Nueva Izquierda, la corriente de “los chuchos”.
Ciertamente, la franja partidaria donde Valenzuela ha recogido antaño sus votos está más distante de Ortega que del ex jefe de Gobierno, que necesita acrecentar sus bases de apoyo y lo requiere más todavía en presencia de esa nueva opción. La decisión del congreso perredista, ganada por Nueva Izquierda, limitó la participación en la elección de nuevos dirigentes a sólo quienes sean miembros del partido, a diferencia de la tradición perredista que abrió siempre el escogimiento de líderes y candidatos a los simpatizantes no encuadrados en la organización. Encinas debe aprovechar al máximo las siguientes semanas para persuadir, sobre todo a seguidores de López Obrador renuentes a militar en el PRD a inscribirse para estar en condiciones de sufragar en su favor. Su posibilidad de suceder a Cota, vigorosa por el apoyo de su ex jefe y por el que le ofrece quien lo reemplazó, Marcelo Ebrard, se fortalecerá si consigue incrementar el número de militantes, operación que tiene como límite el 30 de noviembre.