Los golpes afectaron sus vértebras lumbar 4, 5 y 6. Era tan crítico su estado, que la persona que lo recogió sugirió aplicarle la eutanasia y evitarle tanto sufrimiento.
Atropellado, fue llevado a la clínica de pequeños animales de la facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad del Tolima. El diagnóstico no fue nada halagador.
Pero, cuando parecía tener sus minutos contados, estudiantes de la facultad se empeñaron en sacarlo adelante y lo sometieron a una lluvia de tratamientos. Todo marchaba bien hasta que notaron que el accidente dejó sin movimiento sus patas traseras.
Ahora, el reto era buscar una solución a su parálisis y lograr que el animal se desplazara por sí mismo.
Félix Medina y Ricardo Muñoz, estudiantes de octavo semestre de Veterinaria y Zootecnia, se convirtieron en sus benefactores.
Los muchachos adoptaron al cachorro barcino de nueve meses, le dieron techo y comida y le diseñaron una silla de ruedas para él.
Con base en una idea de Félix, consiguieron tubos de PVC y un par de ruedas de triciclo y comenzaron a armarle la silla. Ensayaron una y otra vez hasta que finalmente, con una tela gruesa, dos días después tenían listo el singular aparato ortopédico.
Es una especie de “cama” que se sujeta al cuerpo del perro sostenida con los tubos, que van unidos a las llantas. El perro se impulsa con las patas delanteras. “Cuando la estrenó ladraba de felicidad”, dice Ricardo.
Esto ha convertido al perro en todo un “personaje”. Ahora “Jairo”, como bautizaron los universitarios al animal para mofarse de un amigo al que poco le gustan los perros, se mueve y juega como si nada.
