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Pasmo

Federico Reyes Heroles

Vertiginosas, intensas, sorpresivas, desgarradoras, así han sido las últimas dos décadas. Según las cifras del Banco Mundial ha sido el periodo de mayor reducción de la pobreza en la historia de la humanidad. Más de 300 millones de seres humanos dejaron la pobreza extrema. Ha sido también el periodo de mayor extensión del VIH-SIDA. En ellas aparecieron los nuevos gigantes: de las cien principales economías del mundo alrededor de 56 son ya empresas y no estados-nación. El comercio internacional ha crecido como nunca antes en la historia de la humanidad. El hambre y las sequías, sobre todo en el África subsahariana, siguen siendo una pesadilla.

En las últimas dos décadas las guerras fraticidas continuaron incontenibles, igual sangraron y dividieron a la antigua Yugoslavia o a Ruanda que hoy a Sudán. Pero con todo y esos horrores las últimas dos décadas están repletas de historias admirables que demuestran lo que puede la voluntad humana. Pensemos en Sudáfrica, que lejos se mira el apartheid, se trata en algún sentido de una nueva nación. Hace 20 años China se encontraba apenas en el umbral de la Organización Mundial de Comercio, hoy con sus productos, legales e ilegales, se devora al mundo y desplaza a los principales socios comerciales de Estados Unidos. En ese mismo periodo China deprimió su crecimiento demográfico al extremo de tener hoy desbalances regionales entre barones y mujeres. El país excomunista hoy cuenta con alrededor de 100 millones de consumidores de lujo. De ser una economía sin músculo hoy es referencia obligada para leer el futuro.

En el mismo periodo las eternas promesas de la India como coloso a punto de despertar se han ido convirtiendo en realidades. Basta con observar sus desarrollos tecnológicos o las crecientes áreas de servicios de punta en el país que era símbolo de miseria. Hoy en la India las incipientes clases medias se cuentan por cientos de millones. En dos décadas Irlanda dejó de ser el país más pobre de Europa para convertirse en una de las naciones con mayores ingresos per cápita. Ha repatriado no sólo capitales sino seres humanos. Ha desarrollado actividades económicas de altísima tecnología y gran especialización como el software. Por si fuera poco logró pactar acuerdos de paz sobre el añejo y sangriento conflicto del Ulster, problema de raíces muy profundas que muchos pensaban irresoluble. Irlanda es ejemplo de lo mucho que se puede hacer en dos décadas, tan fácil como cambiar el destino de una nación.

En las mismas dos décadas al desmoronarse Moscú se abrió la puerta al nacimiento de nuevos países, no sólo los que conformaban la antigua Unión Soviética sino los periféricos. Todos ellos han cruzado por auténticos periodos fundacionales, es decir han sabido llegar acuerdos centrales sobre qué los une como nación, se han dado nuevos cimientos jurídicos, han dejado atrás las economías centralmente planificadas que eran mucho más que una simple organización productiva, eran una cultura en la cual se habían formado muchas generaciones. Diez de ellas lograron -a velocidades extraordinarias- reunir los requisitos de la Unión Europea y tramitar su ingreso. Sus niveles de productividad ascienden y en lo general han sido exitosas en las economías globales. Fantástico. Atrás quedaron los Ceausescu y los Milosevic. Hoy el mapa de Europa es otro. Queda como registro de la gran capacidad de la voluntad humana para transformar para cambiar su entorno y cambiarse a sí mismo.

En nuestro propio continente ha habido también cambios relevantes. Simplemente el año pasado hubo más de diez elecciones en América Latina, todas pacíficas, lo cual era un sueño hace muy poco tiempo. Nicaragua y El Salvador enterraron guerras que sangraban a esas naciones. Recuperación de democracias perdidas y construcción de nuevas quedarán en la historia. Pero quizá el caso más notable es el chileno. Hace dos décadas se vivían los días de fiesta de la dictadura. Llegó el plebiscito, botaron al dictador, desarmaron lentamente el andamiaje de control que éste les impuso. Cuentan en los hechos con un nuevo orden constitucional. Por si fuera poco con gobiernos de signo diverso -democracia cristiana y socialistas- han dado continuidad a la modernización económica y apuntan para ser el primer país desarrollado del área. Por supuesto también ha habido continuidades como la obsesión guerrera de nuestros vecinos del norte o la mítica permanencia del dictador más antiguo del mundo en Cuba. Y regresiones como el caso muy visible de Venezuela.

En México también ha habido cambios notables. Del aparato que parió la terrible elección del 88 queda poco. La alternancia se generalizó primero en horizontal, municipios, diputados locales y también en vertical, gobernadores y la presidencia. A pesar del temor de muchos México entró al TLC. Hoy tiene un superávit notable con la primera potencia del mundo. Hace dos décadas no existía un sistema institucional de defensa de los derechos humanos y el electoral dependía del Ejecutivo. La expresión transparencia era utilizada para referirse al caribe mexicano. Los pendientes son clarísimos: recaudación, sector energético, pensiones, ahorro interno, educación, productividad y por supuesto mayor justicia. Dos décadas que son registro del gran cambio producto de la voluntad.

Son las mismas dos décadas en que nuestros legisladores (siete legislaturas) han sido incapaces de encontrar un formato para que el Informe presidencial sea un acto respetuoso de la democracia y de la ciudadanía. ¿Será tan difícil? ¿Quién sale beneficiado? Nadie. El perjuicio es para México. Están pasmados. Qué vergüenza.

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