México es, en verdad, un país de película. Y lo peor es que las cintas no nacen del magín de un argumentista genial, sino de la misma realidad de nuestra comunidad para ser inscritas como muchas otras tragicomedias que acaecen por acá, que bien podrían merecer un volumen más de los tres ya escritos por José Agustín y publicados en la serie Tragicomedia Mexicana: el último editado y agotado culminaba con el sainete protagonizado por el hermano incómodo de Carlos Salinas de Gortari y su liberación por el Gobierno del cambio -¿del cambio, dijo?...
La vista que hoy se engendra no es producto de la exageración del columnista, sino resultado de los extraños sucedidos en torno al Sindicato de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos, su ex dirigente nacional por herencia paterna Napoleón Gómez Urrutia y un líder, surgido de la nada, que se llama –si no le han cambiado el nombre- Elías Morales. El film se desarrolla en un pequeño asiento minero de la región carbonífera de Coahuila, Pasta de Conchos, donde una noche de febrero de 2006 explota un túnel y mueren 67 mineros cuyos cadáveres no han podido, ni podrán, ser rescatados por Industrial Minera México, la empresa propietaria de la explotación.
Argumento complejo, ciertamente, y más aún el reparto, pues en el foco central de la intriga aparecen los directivos de la empresa en la defensa de sus intereses. Por otra parte, el ex secretario de Trabajo y Previsión Social del Gabinete de fábula de Vicente Fox, ex presidente de la República, -señor Francisco Javier Salazar- quien tuvo asignado un papel forzado y triste pero necio y tozudo: ponerse al servicio de los empresarios para desafanarles toda responsabilidad punible por la flagrante imprevisión que provocó el derrumbe de la mina. Y Javier Lozano, el nuevo, que dice a quien quiere oírlo: a mí que me ordene un Juez y yo hago lo que él diga...
Atrás de la escena se mueve otra intriga, como una música de fondo en suspenso: los evidentes y encontrados intereses por la explotación del gas grisú para obtener un sucedáneo que puede usarse como energético, tanto en los terrenos coahuilenses como en el susbsuelo de Sonora, donde IMMSA tiene intereses que hacen guiños multimillonarios al otro importante grupo minero del país, el de la familia Ancira y asociados.
A estas alturas de la exigencia fílmica el pobre argumentista no encuentra un buen camino para el guión: se desespera, se mesa y estira los cabellos, toma café y cocacola como desesperado, fuma como chacuaco en la penitenciaría y rompe cuartillas y cuartillas de papel en el intento de dar coherencia y realismo a la línea argumental. Salen entonces, del sombrero de copa de cualquier Mandrake capitalino, las falsificaciones de las firmas de los funcionarios en la toma de nota a favor de Elías Morales como líder único e indiscutido del sindicato minero metalúrgico y al día siguiente, en un fade out imprevisto, los documentos y todo el expediente relativo desaparece, ¿sabe usted de dónde? De la mera Procuraduría General de la República.
Aquí hay un ingrediente de suspenso marca Hitcock: en las oficinas presidenciales de Los Pinos se genera un tsunami en ciernes: caerán cabezas importantes, se filtra a los columnistas y presentadores de noticias del Distrito Federal. ¡Ave María! se escucha gritar en la Procuraduría General de la República. Despeinado, con la corbata floja, y una transida sonrisa de máscara griega en el rostro, aparece el señor procurador y ordena la investigación de rigor en la Delegación metropolitana de la angustiada PGR. Ni tarda ni perezosa la dirección de Comunicación Social de la dependencia da un giro de 180 grados a sus declaraciones y anuncia, triunfalista, que los documentos desaparecidos eran simples copias, copias simples, simplísimas, cuyos originales están resguardados en la sede principal del órgano persecutor del delito, en el faldeo del Ajusco. Así que calma y nos amanece. Además, ya están sujetos a investigación por aquello de no te entumas el delegado de la PGR en el DF, la subdelegada de procedimientos especiales, la agente del MP, ya repuesta del desmayo sufrido el jueves anterior, y los titulares de la mesa 20 de trámite, guardianes de los papeles sin importancia desapareciditos.
¡Vaya! ¿Y Gómez Urrutia? Ah, pues el antiguo prófugo, detentador de 55 millones de dólares propiedad de los trabajadores mineros sindicalizados en Cananea, Sonora, fue amparado por un Tribunal Colegiado del Trabajo para que no se le molestara su libertad y fuese restituido como líder nacional del sindicato minero.
¡Happy end!..
¿Y los cadáveres de los mineros muertos? ¿Y la responsabilidad por la prevaricación inherente de aquel señor Salazar despedido como secretario del Trabajo por la transición presidencial? ¿Y las cuantiosas sumas de indemnización que debió haber pagado IMMSA a las viudas, huérfanos y deudos de los mineros sepultados en Pasta de Conchos?... Chí lo sá. Lo único que se conoce es el título de la siguiente película: Pasta de Conchudos 2...