¿Dónde quedó el niño que llevamos dentro? Ese niño franco y espontáneo que nos hacía reír a menudo, esa personita que tenía sueños e ilusiones; más que preocupaciones.
Ese niño a diario le decían que le querían, cuánto lo apreciaban, cuánto valía, cuán importante era todo lo que hacía. Ese niño que había aprendido a tener paciencia, comprendía que la calma era necesaria para esperar sin desesperar, que en la vida lo bueno y lo malo pasa, así como pasan los años. Ese niño que vislumbraba que sería el arquitecto de su existencia, que nada estaba escrito sobre su futuro que entendía que siempre hay una oportunidad para ser feliz y que la vida está llena de aciertos y errores.
La actitud ante la vida lo hacía equivocarse de vez en cuando, lo cual no era tan malo, no se encerraba en ese error sin perdonarse, estaba convencido que todos nacimos con las mismas posibilidades, y que los ganadores eran aquéllos que volvían a intentarlo una vez más.
Era el que estaba atento a sus maestros quienes le transmitían la sabiduría de la vida en palabras suaves y sencillas. Aquel niño de sentimientos puros y nobles, que le preocupaba tanto la salud de su inseparable perro, como la salud del abuelo enfermo.
Durante la infancia todos alguna vez sentimos la angustia y el temor de habernos extraviado, pero siempre vimos la luz al seguir un sendero, y para continuar hay que vencer el miedo que sólo existe en la imaginación, hay que avanzar sin rendirse, así como los sueños; lo moldeamos, le damos las dimensiones, nos subimos en él, incluso los compartimos, fijamos una meta y nadie nos detiene hasta alcanzarlos.
El niño es quien nos recuerda que todo es más fácil de lo que parece, sobre todo si llevamos una vida digna y ordenada. Es quien nos hace madurar, a poner los pies sobre la tierra, a su edad somos el espejo de ellos, lo que hagas y digas algún día lo intentará hacer, la mentira es la acción más cruel que conoce a su edad, mientras cumplas las promesas, continuarás para él siendo una persona en quien confiar y alguien ?grande? de mucho respeto.
Un niño se convierte en persona triunfadora cuando aprende de los fracasos, cuando se perdona sin rencores, cuando ama lo que hace. Se ve triunfador cuando se siente amado por quienes le rodean.
Para él los buenos colegios son muy importantes, pero no son fundamentales para su vida, siempre estará atento para aprovechar las oportunidades que aprendió en las escuelas, que serán como bendiciones que le da la vida sin necesidad de angustiarse.
Toda etapa tiene un tiempo, y el tiempo del hombre en ocasiones es más rápido que la vida misma. Por esa razón los niños viven su infancia con tal intensidad, que no dejan nada a la casualidad.
Si el miedo aparece en la mente de un niño, lo analiza y le da la dimensión que quiere, siempre terminará por dominar a la imaginación.
Siempre existirán los miedos, aún y en los adultos, piensa que una vida sin miedos es una vida superflua, porque los miedos se presentan en forma de retos que da la vida, y son útiles para forjar al verdadero triunfador. ?Hay que seguir aprendiendo de los niños?.
¡Encuentra al niño que llevas dentro!