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Pequeñas especies| ¡LO CORTÉS NO QUITA LO VALIENTE!

M. V. Z. Francisco Núñez González

Regresábamos del periodo vacacional decembrino al segundo semestre de la carrera de veterinaria, realmente había sufrido con Anatomía del primer semestre. Fue la materia más difícil de todas las que cursamos, recuerdo que semanas antes del examen, mi compañero de la casa de asistencia y yo estudiábamos todo el día y parte de la noche durmiendo de cuatro a seis horas al día, los temas eran muy extensos, tengo aún presente el examen oral de veinticinco fichas, cada una constaba de cuatro temas, por ejemplo sacábamos un papel al azar de una urna que contenía el número de la ficha, por decir la número cinco, era describir el fémur, arterias y venas que lo irrigan, músculos que se insertan, nervio que lo alimenta, articulaciones, tendones que aloja, así como describir todas sus caras y huesos colindantes, después había que describir la articulación escápulo humeral, detallar tendones, ligamentos e inserciones, en seguida hablar de los músculos dorsales y por último describir el intestino delgado, han pasado más de treinta y cuatro años y aún recuerdo el examen como una pesadilla, aunque haya aprobado la materia.

Mi hija Alejandra que se encuentra cursando la carrera de veterinaria, en ocasiones cuando la veo estudiar para un determinado examen, la he llegado a cuestionar por el tiempo que le dedica a sus estudios, pues no es ni la mitad del tiempo del que yo me pasaba con los libros, claro que debo admitir que yo era cabeza dura para el estudio.

Durante el segundo semestre tuve una mala experiencia, y todo por abrir la boca de más. En la clase de Bacteriología el libro de texto de Merchant Packer que llevaríamos se encontraba agotado, por lo tanto al preguntarnos la clase la doctora titular de la materia, joven ella, dedicada y de carácter especial, nadie habíamos preparado la clase por carecer de libro, por lo cual hubo molestia por parte de ella y una seria amonestación al grupo, incluso había facilitado el libro a uno de los compañeros para que sacara copias y así avanzar hasta que llegara el texto, realmente desconocíamos que había prestado el libro, continuó el regaño, recuerdo perfectamente que mencionaba: al menos deberían estar agradecidos con su compañero que se tomó la molestia de haber realizado el trabajo de sacar las copias. Fue cuando cometí el gran error de ponerme de pie y muy solemnemente le agradecí a nuestro compañero en nombre de todos por haber tenido la atención de haber hecho ese trabajo especial y la mayoría me secundó. Contaba con dieciocho años de edad, no por eso justifico la falta, pero jamás fue mi intención faltar al respeto a la doctora que se notaba molesta por mi desplante. Lo único positivo que obtuve de aquella negativa intervención, fue dedicarle más tiempo de estudio a esa materia durante el semestre, sabía que me preguntarían la clase y la doctora al igual que yo sólo esperaba el examen final que sería oral, constaría de veinte fichas y debía prepararme a conciencia.

Otro de mis errores fue el no haber ofrecido inmediatamente una disculpa a la doctora, aunque imponía su carácter, la cortesía y humildad son valores que a través del tiempo se da uno cuenta de lo importante y necesarios que llegan a ser en la vida. Jamás fui un alumno irrespetuoso, siempre valoré a mis maestros, al llegar a la facultad mi comportamiento era de mesura y respeto, fue difícil y a la vez una gran experiencia vivir fuera de casa, mis compañeros de lo más variado; edades, costumbres, estatus, carácter, etc., recuerdo que al principio ante alguna broma de ellos quedaba callado, no la festejaba ni la repelía, pero hacían leña del árbol caído, así que aprendí a devolver las bromas estudiantiles adquiriendo cierta facilidad para hacerlo llegando a identificarme con ellos y hacer magníficos amigos.

Se presentó el día del examen y lo primero que hice al despertar fue “volver” el estómago de lo nervioso que me encontraba, aunque no traía nada de alimento tuve que ir varias veces al baño por las náuseas que me causaba la proximidad del examen, aunque realmente era el enfrentamiento con la doctora. La evaluación empezó después de las siete de la mañana, eran cerca de las doce del día y aún no tocaba mi turno, sobra decir que sabía lo que me esperaba por lo tanto me preparé para el examen. Al nombramiento pasé y saludé a la doctora sin poder ocultar mi nerviosismo que de inmediato lo notó, me dijo: no estudian en todo el semestre y un día antes no duermen por preparar el examen por esa razón vienen en ese estado. No respondí al ataque. Me dijo tome una ficha, empecé a describir la ficha número dos; nutrición de las bacterias, requerimientos nutritivos, agua y gases, compuestos orgánicos e inorgánicos, factores de crecimiento, requerimientos en relación con el oxígeno, técnicas de las investigaciones de Gram, tinción de Gram y por último describir la bacteria Espheorophorus Necrophorus (hoy Phusebacterium) concluí satisfactoriamente según yo, me dijo muy bien continúe, ya terminé le dije, pero es que no me ha dicho nada, esperaba esa respuesta, no la contradije, deme oportunidad de sacar otra ficha, adelante me dijo, ficha número once; acción de los agentes físicos sobre las bacterias, efectos de la temperatura, esterilización por calor, calor húmedo, por presión en autoclave, transmisión de las bacterias, vías de entrada al huésped, transmisión mecánica, por fomites, contacto directo, alimentos, secreción y excreción, y describir las bacterias, Brucella Melitensis, Brucella Abortus y Brucella Suis. Terminé con los temas y me dijo una vez más, es que no me ha dicho nada, para ese entonces llevaba más de treinta minutos de no decirle nada, tomó su libro de calificaciones y coloqué mi mano sobre el libro para que no anotara la calificación que absolutamente era de reprobación, le dije de una manera muy sutil y respetuosa, le voy a decir una por una de las veinte fichas para que verifique que vengo preparado y no piense que no estudié, esbozó cierta sonrisa mientras tanto mis compañeros estaban atentos afuera del aula observando a través de las ventanas, dijo, es que no se trata de eso compañero, ya puede salir por favor. Afuera del aula inmediatamente me rodearon mis condiscípulos y sus preguntas caían como en cascada; qué te preguntó, cómo te fue, qué le contestaste, qué te puso, por qué te tardaste. No me fui hasta que presentó el último compañero para esperar mi calificación, pasaban de las tres de la tarde cuando salió la doctora y pregunté por mi evaluación, estoy seguro que sabía perfectamente mi resultado de memoria, aún así sacó el libro y buscó mi nombre, incluso ni lo preguntó, dijo: ¡Tiene un seis compañero! Un seis con sabor a diez, pensé.

Años más tarde tuve otro encuentro con ella, ahora se trataba de colega a colega, ya me había titulado, la doctora trabajaba en un laboratorio de patología animal, llevé la cabeza de un cerdo para diagnóstico de rabia del cual sospechaba, al ver mi muestra, como en la escuela me volvió a describir y a corregir la forma de manejo de muestras para laboratorio, además dudaba que saliera positivo a rabia el caso que yo refería. Al esperar el resultado me di cuenta que aún quedaban viejos recuerdos, empezaba a pensar que mi esfuerzo había sido en vano, si no fuera por los niños que estuvieron expuestos ante el animal sospechoso, tal vez no hubiese perdido todo un día de trabajo al trasladarme hasta la ciudad de Durango. Después de unas horas la doctora me daba el resultado; ¡positivo a rabia!

Sólo he vuelto a saludar a la doctora una vez más en un aniversario de la Facultad de Veterinaria hace unos cuantos años, por cierto muy amable y condescendiente. He decidido que la próxima vez que la vea, le ofrecerá la disculpa que le debo después de treinta y tres años, a mi querida y siempre recordada maestra de Bacteriología.

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