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Pequeñas especies / ?MIS QUERIDAS MASCOTAS?

M. V. Z. Francisco Núñez González

Cuando tenía siete años de edad llegó a nuestra casa la primera mascota, ?Sultán? un excelente compañero, noble, cariñoso y valiente a la vez, un magnífico guardián, se trataba de un perro cruza de Boxer con Bull Terrier Stanford.

Desde entonces han pasado por mi vida una gran cantidad de perros, cada uno de ellos ha dejado un grato recuerdo, sobre todo las hembras, nobles, sentimentales, leales, verdaderamente cariñosas, excelentes madres, las recuerdo y todavía se me hace un nudo en la garganta. ?Candy? quien me acompañó durante toda mi estancia en la ciudad de Durango mientras estudiaba en la Facultad de Veterinaria, qué nobleza de animal. Y qué podría decir de ?Blanca Nieves? la mascota de mis hijos, que vivió con nosotros catorce años, jamás la olvidaré.

Recién adoptamos a ?Pelusa?, una perrita poodle de un año de edad, la llevé a casa cuando perdimos a ?Sam?, sólo Dios sabe por qué pasan las cosas, ?Pelusa? es una perrita que sufrió bastante, la llevó un cliente a la clínica que se apiadó de ella, la encontró en la calle y se estaba consumiendo debido a la sarna, enfermedad de alto contagio y muy dolorosa, estuvo en tratamiento y encerrada en una jaula durante meses, al principio se mostraba huraña y desconfiaba. Al llevarla a casa fue como si hubiese llegado un hermanito para mis hijos, sobre todo para Sofía la menor, ahora cuando llego a casa es quien mejor me recibe, se desvive por querer complacerme, al principio dormía fuera de la casa por orden mía, ahora ya duerme dentro de la casa, es una aduladora. Sofía la lleva a la clínica semana tras semana para la estética, si por ella fuera la tendría a diario a la inseparable ?Kuchu? como le dice de cariño.

Cuando cursaba la preparatoria teníamos en casa a ?Balín? y ?Sultán?, dos perros completamente diferentes, en raza y carácter, ?Balín? era un Fox Terrier pelo de alambre, un perro pequeño muy inteligente, hábil, algo gruñón pero jamás llegó a morder, muy especial para la comida le fascinaban los dulces, su lugar favorito era meterse debajo del sillón de la sala, cuando lo llamábamos para que saliera, sólo asomaba la punta de la nariz, y para hacerlo salir completamente, con el solo hecho de que oyera la envoltura de celofán de un caramelo, corría inmediatamente y se paraba en dos patas para que le diera su premio. ?Sultán? era un perro muy tranquilo y bonachón, era idéntico a un ?Beagle? sólo que de mayor tamaño, se llevaron siempre muy bien, jamás hubo disputa por la comida o por dominio de jerarquías.

Cuando cursaba el segundo año en la Facultad de Veterinaria realicé mi primera cirugía de hernia umbilical en ?Candy?, una perrita ?Weimaranier? gris de tres meses de edad, sus dueños al no poder atender me la obsequiaron, ya eran tres perros en casa, al principio mi madre no la veía muy convencida con la llegada de la tercera mascota, pero ?Candy? se supo ganar inmediatamente el cariño de ella y la veía con más gusto cuando la traía semanalmente desde la ciudad de Durango donde estudiaba.

Pasaron los años y terminé mis estudios, los tres perros se llevaban excelentemente bien, la única ocasión en que ?Candy? se ponía molesta con sus compañeros era cuando tenía a sus cachorros, no permitía que se acercaran en lo más mínimo, era una excelente madre, cuando revisaba a sus crías, me dirigía una mirada muy especial, no necesitaba del habla para comprender su agradecimiento.

En una ocasión me encontraba en cama recién operado de una fractura de fémur, cuando escuché el ruido de un automóvil que frenaba, inmediatamente sentí una opresión en el estómago cuando empecé a oír el lloriqueo de ?Balín?, lo habían atropellado, aún no me explico cómo llegué hasta la calle en tres segundos sin poder apoyar la pierna operada y sin necesidad de las muletas, alcancé a ver a mi perro que se arrastraba hacia mí, lo tomé en mis brazos le dirigí unas palabras de aliento y murió al instante.

Absolutamente nada pude hacer para ayudarlo, sentí una gran tristeza por su partida así como ?Candy?, que empezó a decaer, no comía, cada vez más delgada y esa mirada triste de desesperación que me pedía a gritos que la ayudara, nada podía hacer, tenía cáncer en los huesos, mi compañera de toda la carrera que me acompañaba a diario a la Facultad, que vivió conmigo las desveladas de los exámenes de patología y farmacología y yo sin poder hacer algo por ella. Todavía recuerdo el día que la dormí, al estarle diciendo las últimas palabras, tal vez buscando su perdón y comprensión por no poder hacer algo por ella, con aquella mirada tan típica de ella me agradecía por todos los años felices que pasamos juntos y sobre todo por quitarle ese sufrimiento que le producía el terrible osteosarcoma.

No cabe duda que, la muerte es el único dolor que el perro le causa a su amo, y no por culpa suya.

Los perros son como los hijos, cada uno de ellos tiene alguna característica especial que crees sentir cierta preferencia, pero realmente a todos les quieres por igual.

Es por eso que inmediatamente debemos de hacer un espacio en nuestro corazón con otra mascota cuando recién se haya ido nuestro perro de toda la vida, sé que es muy difícil, pero desde el cielo de los perros, ellos son los que están enviando a un sustituto para que su querido amo deje de sufrir.

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