El hombre representa la supremacía; la mujer la preferencia.
La supremacía es la fuerza.
La preferencia el derecho.
El hombre es el águila en vuelo; la mujer un ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio.
Cantar es conquistar el alma.
El hombre encarna el cerebro; la mujer el corazón.
El cerebro es la luz de la vida.
El corazón da vida al amor.
El hombre es la más elevada de las criaturas; la mujer el más sublime de los detalles.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar.
El trono exalta.
El altar santifica.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por las lágrimas.
La razón convence.
Las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos; la mujer de todos los martirios.
El heroísmo ennoblece.
El martirio sublimiza.
El hombre es el templo; la mujer el sagrario.
Ante el templo nos descubrimos.
Ante el sagrario nos arrodillamos.
El hombre piensa; la mujer sueña.
Pensar es conquistar la fantasía.
Soñar es contemplar auroras.
El hombre es el código; la mujer el evangelio.
El código corrige.
El evangelio perfecciona.
El hombre está colocado donde termina la tierra; la mujer donde comienza el cielo.