Shanghai.- Los llaman Xiao Huangdi (Pequeños Emperadores). Son una generación de casi 90 millones de hijos únicos, varones, que nacieron como resultado de una política de control natal iniciada en la década de los años 80. Hoy estos hijos únicos han causado todo un fenómeno social. Además son un reflejo fiel de una sociedad machista en la que la mujer desempeña un papel secundario en el hogar y en la escala social.
En 1979 el Gobierno chino inició la política de un solo hijo. Originalmente fue aplicada de manera laxa, pero cuando China sobrepasó los mil millones de habitantes, en 1982, el Gobierno empezó a endurecer los controles mediante impuestos altos a las parejas que deseaban tener un segundo hijo. Como varias parejas empezaron a darle la vuelta a la política, el Gobierno hizo más estrictos los controles, negando la expedición de documentos de identificación oficial a los segundos vástagos. A casi tres décadas de su aplicación, la política ha sido “exitosa” al estabilizar el crecimiento poblacional a 1.75 hijos por mujer, conteniendo la población china en 1.37 mil millones de personas a 2007, al menos según las cifras oficiales.
Sin embargo, la política ha tenido efectos colaterales. De acuerdo con estudiosos de la Universidad de Fudan, las autoridades chinas fueron más flexibles en su aplicación en las áreas rurales del país. La razón se debe a que en el campo los progenitores necesitaban hijos varones que asegurasen una continuación en el trabajo del campo. Cuando las madres se daban cuenta de que esperaban a una niña solicitaban un permiso especial para volver a embarazarse. Por ello, las niñas que nacieron en esa época pasaban a un segundo plano en la escala familiar. Incluso a esas pequeñas se les llama “agua derramada”, término que denota la “desgracia” que significaba para una familia de campesinos el tener una hija, en lugar de un hijo.
Los efectos de esta política llegaron a casos extremos. Tras determinar el sexo femenino del embrión, mediante un sonograma alentado por el Gobierno chino, miles de mujeres optan voluntariamente por terminar su embarazo. Con ello, algunas Organizaciones No Gubernamentales, principalmente estadounidenses, denuncian que en China ha ocurrido un verdadero infanticidio femenino. Por su parte, el Gobierno chino no da cuentas oficiales de esta situación, pero de acuerdo con la Asociación para la Planificación Familiar de China en algunas ciudades hay hasta 8 niños por cada 3 niñas.
Esta situación ha puesto en jaque a las organizaciones feministas internacionales que defienden el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Al conocer cifras que calculan que unas “50 millones de niñas” no han nacido en China y que otra situación similar acontece en la India, muchas de estas organizaciones han tenido que encontrar una forma distinta de defender el derecho a un aborto seguro, sin dejar de denunciar esta situación. Sin embargo, el problema va mucho más allá y no está sólo en las “niñas no nacidas”, sino también en las miles de niñas que sí nacen y que son abandonadas en orfanatos o en instituciones mentales por sus padres, tanto aquí en China como en la India.
Por el contrario, en las ciudades chinas la política de un solo niño ha sido aplicada con mucho más rigor y en general, al parecer entre las parejas más educadas hay indiferencia respecto al sexo del primer hijo. Indiferencia también porque las parejas chinas de nuevos ricos pagan el alto impuesto gubernamental (que puede llegar hasta los 10 mil dólares) para tener un segundo hijo.
En efecto, en las calles de Beijing y de Shangai se ven pocos infantes y la gran mayoría de ellos es de varones. Los “pequeños emperadores” son el orgullo de un país que crece a ritmos envidiables, pero son el reflejo de una cultura en la que lamentablemente las “pequeñas emperatrices” parecen no tener lugar.
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
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