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Periférico| Operativo de ?blindaje?

Arturo González Gonzáleza

Lo que ocurre desde el jueves nunca se había visto en La Laguna: agentes de distintas corporaciones y soldados revisando a conductores de vehículos ?sospechosos? en los puentes y vialidades que unen a Coahuila con Durango. Las autoridades federales y estatales lo llaman operativo de ?blindaje? contra la delincuencia organizada y los alcaldes de Torreón y Gómez Palacio lo consideran una acción contundente para evitar que el ?efecto cucaracha? -es decir, el arribo de capos del narcotráfico que huyen de los despliegues policiaco-militares efectuados en otros estados- vulnere la aparente tranquilidad de la región.

Las autoridades y un sector de la población de la Comarca Lagunera se han jactado durante años de vivir en una zona relativamente segura en comparación con entidades como Tamaulipas, Baja California, Chihuahua y Sinaloa. La realidad de ciudades como Nuevo Laredo, Tijuana, Ciudad Juárez y Culiacán parece muy lejana y poco probable en esta región.

Pero hay claros indicios de que La Laguna no es tierra ajena al narcotráfico. La ubicación estratégica que para negocios lícitos ha operado a favor de la zona, también atrae a las actividades ilícitas. Podría decirse que desde hace lustros este punto es un eslabón de la cadena de los estupefacientes que alcanza a los Estados Unidos. La cercanía con la frontera, con el centro del país, con el Pacífico norte y el noreste de México, meten en la ruta del narco a la Comarca.

Por otra parte están los crecientes índices de consumo de drogas, sobre todo entre jóvenes y adolescentes y la demanda cada vez mayor de narcóticos elaborados: al uso de marihuana, cocaína y heroína se une el de las metanfetaminas o drogas de diseño. La presencia de estos enervantes requiere de una red delictiva de personas dedicadas a la transportación, distribución y venta.

Pero el tráfico y el consumo no son las únicas caras del narcotráfico en la región. Ahí están las balaceras en las colonias del poniente de Torreón y las ejecuciones sin esclarecer en la Comarca Lagunera de Durango, las cuales presentan las características de los crímenes ocurridos en otras partes del país que tienen el sello de la delincuencia organizada. Quizá la única diferencia sea el número.

Poco se puede hablar -que no sea rumor- de una actividad fundamental en el desempeño del hampa: el ?lavado? de dinero. Cuando inició el boom de las franquicias en la región, no pocos se aventuraron a relacionar el fenómeno económico con el fenómeno delincuencial. Hasta el momento nada se ha comprobado, pero difícil es aplacar las sospechas.

Otro asunto igual de escabroso es el de la corrupción de los cuerpos policiacos. Es una verdad de Perogrullo que para el narcotráfico es imposible operar sin la complicidad de por lo menos algunos agentes o comandantes de las corporaciones. La gran interrogante está en el hasta dónde ha penetrado el poder corruptor de la mafia las instituciones en la región, a qué niveles llega y quiénes, que se supone debieran combatirla, trabajan para ella.

En atención a todo lo señalado, cabe el cuestionamiento de cuál es el verdadero objetivo de la presencia policiaco-militar en La Laguna. Si la respuesta es, como se ha señalado en el propio nombre del operativo, ?blindar? a la región, parece que las autoridades participantes no se dan cuenta que el fenómeno del narco ya está aquí desde hace años. Si la intención es disuadir o inhibir, como lo aparatoso del despliegue lo indica, habría que comenzar a acostumbrarse a vivir con retenes cerca del lecho seco del río Nazas y con las molestias que esto ocasiona a la ciudadanía, hasta que la delincuencia organizada desaparezca; por que si las acciones son temporales, ¿quién puede asegurar que una vez terminadas no vaya el crimen a recuperar sus espacios momentáneamente ?perdidos??

Sin duda, la sociedad espera mucho más de sus gobernantes, pero también quiere creer que lo que se hace en La Laguna y en otras partes del país, es el principio de algo grande que repercutirá a futuro en el incremento de la seguridad de las ciudades o por lo menos en la disminución del poder destructor de los cárteles, que en el sexenio anterior aprovecharon los vacíos que el Gobierno dejó.

Sin embargo, cómo cuesta creer en los optimistas discursos oficiales, cuando se vende como resultados positivos de un operativo sin precedentes en la región, el aseguramiento de un rifle de postas y dos cigarros de marihuana.

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