Conducir en Torreón cualquier tipo de vehículo -sea auto, camión, moto o bici- o recorrer a pie sus principales vialidades, se ha convertido en una “aventura” de alto riesgo. Al constante incremento del número de unidades -fenómeno que puede considerarse “normal” si se toma en cuenta el crecimiento de una ciudad como la nuestra y de su área conurbada-, se ha sumado en los últimos meses una serie de problemas derivados de errores en la planeación de obras de infraestructura y remozamiento por parte de autoridades locales y estatales, de la ineficiencia de los encargados y empleados de ciertas áreas de la administración municipal y, en general, de una falta de sensibilidad hacia la ciudadanía.
Para realizar sus labores cotidianas, un habitante de Torreón debe recorrer varias veces al día parte de la ciudad a través de sus principales vialidades, algunas de las cuales hoy están sometidas a necesarios trabajos de modernización.
Cualquier ciudadano puede entender esa necesidad de mejorar las calzadas, bulevares, calles y avenidas y de llevar a cabo obras que temporalmente provocan el cierre parcial o total de la circulación; puede tolerar esa incomodidad con la esperanza de que dichas modificaciones traerán un beneficio para él y para la mayoría; puede aceptar así, pues, la molestia sin protestar. Pero cuando la afectación comienza a salirse del marco de lo razonable e, incluso, pone en riesgo su integridad física, difícil es que el ciudadano se quede callado.
Actualmente, obras como la modernización del bulevar Juan Pablo Segundo, la remodelación del par vial Francisco I. Madero-Comonfort, la construcción del par vial Paseo del Tecnológico-Manuel Gómez Morín y los cambios en la avenida Juárez oriente, están atrasadas en su ejecución, lo cual ha provocado el malestar de pobladores y comerciantes del sector y de conductores y peatones. No sólo eso. Como en su momento publicó El Siglo de Torreón, la mayoría de esos trabajos se ha desarrollado sin los señalamientos suficientes. A la incomodidad se suma la inseguridad.
Zanjas, montones de tierra, máquinas y trabajadores es el paisaje cotidiano de esas y otras vialidades desde hace meses. Mientras las autoridades se empeñan en minimizar los problemas, éstos crecen. Desde finales del año pasado, la ciudad se enfrenta a la oscuridad por las noches. Amplios sectores e importantes vialidades presentan fallas de alumbrado público, lo cual aporta un ingrediente extra de peligro a las ya de por sí riesgosas rúas en las que se trabaja.
Pero hay más. Es común observar en días hábiles y en plena “hora pico”, cuadrillas de trabajadores realizando labores de reparación de redes hidráulicas, recarpeteo y repintado, en transitadas vías -por ejemplo, Independencia y Diagonal Reforma- sin que, en muchos de los casos, haya agentes de Tránsito controlando la circulación. El ciudadano se las arregla como puede.
Para colmo, muchos de los trabajos no se hacen como se debe. O sea que tanta incomodidad en ocasiones no vale la pena. En Torreón tenemos ya una obra que bien podría ser un monumento a la incapacidad. El Distribuidor Vial Revolución (DVR), luego de meses de construcción y molestias, será demolido, al menos en parte, para ser reconstruido debido a las fallas en las que incurrieron empresa y Gobierno.
En esto de los errores, la actual Administración municipal no se ha quedado atrás. Ahí está el recorte de las banquetas en la avenida Juárez oriente, en donde se les “olvidó” mover los postes de luz y teléfono, los cuales quedaron sobre la calle, “esperando” a que alguien se estampe en ellos.
Y para el que pensaba que hasta aquí llegaríamos en este año en cuanto a problemas viales por las obras, mejor que se prepare. Se avecina el caos en el Nudo Mixteco. En unos días iniciará el trabajo fuerte para la construcción del Sistema Vial Centenario en la confluencia de los bulevares Constitución e Independencia con la carretera a San Pedro. Las vías alternas serán puestas a prueba, al igual que la paciencia de los ciudadanos que tienen dentro de su ruta habitual este punto. La Dirección de Vialidad ya advirtió que no cuenta con los elementos suficientes para vigilar el tránsito en el sector y que, por eso, pedirá el apoyo de la empresa constructora. Habrá que ver qué sucede.
Pero como ya he explicado, el problema no es que se realicen obras, sino cómo se hacen. Las autoridades están obligadas a brindar seguridad a transeúntes, ciclistas, motociclistas, automovilistas y choferes, con señalamientos, supervisión e iluminación nocturna; es decir, deben reducir al mínimo posible las molestias y el riesgo en las vialidades. Además, tienen que hacer cumplir los tiempos previstos para los trabajos y garantizar la calidad de los mismos. De lo contrario, el año del Centenario será recordado más como el año en que Torreón se transformó en una peligrosa trampa vial.