En el magnífico Palacio de Minería de nuestra capital, siete personajes internacionales de la ciencia y la cultura fueron investidos con el más alto galardón que concede la UNAM.
Se trata sin duda de personajes que venciendo las dificultades que a todos nos presenta la vida, han logrado la excelencia en sus diversas disciplinas. Me duele reconocer lo poco que conozco la trayectoria de los tres mexicanos que forman parte del selecto grupo investido con el doctorado Honoris Causa, aunque el neurobiólogo Ricardo Miledi conquistó mi corazón cuando al recibir la investidura declaró: “Yo soy el honoris, pero mi esposa es la causa”. ¡Para que aprendan señores!
Del físico-químico Leopoldo García sólo sé que anteriormente ya había recibido el Premio Nacional de Ciencias y a la doctora Juliana González, siendo todavía directora de la Facultad de Filosofía, le escuché una sesuda conferencia. Persigo ¡eso sí! desde hace algunos años los libros del también doctorado Fernando Savater, ese español amable -o sea fácil de ser amado- gentilhombre y filosofo de la alegría.
Disfrutable hasta el deleite resultó la conferencia magistral que en vísperas de su investidura impartió Nelida Piñón, escritora, poeta y primera mujer en presidir la Academia Brasileña de las Letras. De la vasta obra literaria del italiano Giovanni Sartiori, sólo leí el “Homo Videns” y “La sociedad Teledirigida”, dos magníficos ensayos sobre la penetración y el inimaginable poder que tiene la televisión sobre la sociedad moderna y que el autor dedicó: “A Hilaria que lee y no se empobrece sólo mirando”.
Junto a Ricardo Lagos expresidente de Chile, por su contribución al desarrollo de la ciencia y la cultura, todos ellos son personajes ejemplares que sin embargo, fuera de la élite universitaria, breves menciones en los noticieros de la tele y eventuales notas en la sección cultural de los periódicos, no han tenido ni ellos ni su obra mayor difusión. De lo que la mayoría de los medios de comunicación nos mantienen al día, es de la cantidad de millones que se meten a la bolsa los narcotraficantes.
Estamos también ampliamente informados de la forma escandalosa en que algunos políticos disfrutan de sus súbitas riquezas sin que nadie los toque ni con el pétalo de una rosa. Estos señores son también personajes ejemplares y no es extraño por lo tanto que sea larga la cola de los mexicanos que quieren entrarle a los “negocios redondos” del narco y de la política.
La poca difusión que recibe la labor y los logros de quienes desde el silencio de los laboratorios o las bibliotecas contribuyen a mejorar y embellecer el mundo, contrasta con la exagerada información que generan diariamente de las delirantes aventuras sexo-amorosas del Potrillo y la Trevi, de los caprichos de Madona o de las vicisitudes del futbolista Beckham y su anoréxica Spice Girl.
Miles de jóvenes mexicanos vibran, aúllan de emoción en los estadios, en los auditorios, en las plazas públicas con ídolos como Britney Spears. De ella es el dinero y la gloria y sus locuras son siempre noticia que la convierte en personaje envidiable y ejemplar para tantas jovencitas que sueñan con contonearse y enseñar todo lo que tienen, como su ídolo, frente a las cámaras.
Para la labor de los siete investidos por la UNAM con el Honoris Causa, la remuneración económica no es significativa, la difusión es casi nula y los reconocimientos que eventualmente reciben son motivación para muy pocos. “Obrar bien, es la consecuencia directa de saber en qué consiste lo bueno” asegura Fernando Savater en “El valor de elegir” (Editorial Ariel).
Con los personajes ejemplares que la mayoría de los mexicanos tenemos presentes todo el tiempo, no es extraño que no acabemos de levantar cabeza porque vamos a ver: ¿Quién no quiere volverse un millonetas rapidito y fácil como Montiel o la Gordillo? ¿A quien no se le antoja vivir a su aire como Paulina Rubio o Alejandra Guzmán?
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