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Pide Camil por un ‘largo diluvio’

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El Universal

MÉXICO, DF.- “No ves que ya estoy llegando”, dice Dios en su último parlamento del musical El Diluvio que Viene. Y en efecto, el creador de todas las cosas baja en forma de paloma para compartir la mesa con los pobladores de San Crispin, el pueblo que construyó un arca para salvarse del segundo diluvio universal.

No fue, sin embargo, el único acontecimiento de tintes divinos que ocurrió en la función de estreno realizada el miércoles. Jaime Camil, quien interpreta al cura Silvestre, dijo después de la obra: “Todo el primer acto lo hicimos sin monitores de audio y eso fue horrible. Pero el problema se resolvió en el segundo acto, gracias a Dios”.

También pidió la intervención del cielo para que el musical tenga una larga temporada y dejó en sus manos la posibilidad de que él puede estar en más de las 100 funciones pactadas: “Tengo otros compromisos, pero espero coordinar mi tiempo para estar más tiempo y sobre todo tenemos la esperanza en Dios de que será una temporada larga”.

En cambio, fue notoria la ausencia divina en otros aspectos durante el estreno. Por ejemplo, no hubo poder humano ni sobrehumano que arreglara los micrófonos ambientales del teatro San Rafael, así que el público se tuvo que conformar con escuchar las canciones con los micrófonos personales de los actores.

Afortunadamente, la mayoría de las voces mostraron potencia y eficiencia. María Filippini demostró que basta un matiz en la voz para llenar el teatro con su papel de Consuelo, la prostituta que llega al pueblo de San Crispin para vender, obvio, consuelo para el cuerpo.

Otra cosa que también se podría reclamar, son los cambios escenográficos por detrás del escenario, que eran visibles para el público, de modo que mientras el cura Silvestre trataba de convencer al pueblo de construir el arca, por detrás se podía ver la forma en que “caminaba” la escenografía de la plaza del pueblo. Quizá podría pedirse el apoyo del creador para evitarlo, pero como le diría Dios al cura Silvestre: “¿Y no quieres que también cargue las maletas por ti?”.

Las opiniones se dividen en cuanto a si hubo o no intervención divina en la actuación de María Inés en el papel coprotagónico de Clementina, la joven impetuosa, que está alborotada y enamorada del cura Silvestre. Entre el público hubo quienes calificaron como un “milagro” la buena actuación de la ex integrante de La academia. A otros les pareció también que el “milagro” consistía en el hecho de que después de tres años todavía no haya superado sus deficiencias en la voz.

La propia María Inés está consciente del reto: “No puedo decir que con mi actuación quiera callar bocas o demostrar que sí canto, sólo quiero que la gente venga a ver el musical y juzgue mi trabajo”. De hecho, dijo que ya invitó a Lolita Cortés, la juez que tantas veces la destrozo dentro de La academia.

Pero el acontecimiento donde más se sintió una verdadera intervención sobrehumana, fue en la voz de Dios, que fue la grabación que dejó Manolo Fábregas desde la última versión del montaje en la década de los 90. Ahora que han pasado 11 años de su muerte, una simple grabación lo devolvió a su mayor pasión: el teatro musical.

Fela Fábregas, su viuda, dijo conmovida: “Cuando la escuché durante los primeros ensayos y funciones previas, estuve a punto de llorar, fue verdaderamente emotivo”.

En la obra, Dios se comunica con el cura Silvestre con una llamada telefónica, no es exagerado decir entonces que Manolo Fábregas se comunicó con el público a través de esta grabación.

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