Brooklyn, NY.- Desde que se conocieron en la década de los setenta hubo un click inmediato. Todos los días desde entonces se preguntaban ¿qué vamos a hacer esta noche? y la respuesta era: conquistar al electorado estadounidense. Son George W. Bush y Karl Rove, quien esta semana acaba de despedirse de su relación profesional con el hombre al que llevó a la Casa Blanca en el año 2001.
Tal vez no hay una mejor biografía de Rove que Bush’s Brain. How Karl Rove Made George W. Bush Presidential, escrita por los periodistas texanos James Moore y Wayne Slater, quienes relatan cómo se tejió la relación del estratega político con la familia Bush desde que en 1973 un joven Rove conociera a George H. Bush, quien entonces era el líder del Comité Nacional Republicano, hasta el ascenso de Bush hijo a la Presidencia, en enero de 2001.
Sin duda Rove ha sido, junto a Dick Cheney y Donald Rumsfeld, uno de los personajes más influyentes en la carrera política y en la Presidencia de Bush hijo. Después de todo a este genio político se debe el que un vástago mimado, mal estudiante universitario y con problemas de alcohol terminara en los años noventa con la gubernatura texana de la popular demócrata Ann Richards y que posteriormente lograra lo impensable, sacar a los demócratas de la Casa Blanca, luego de los 8 años de la era Clinton, bajo los cuales Estados Unidos vivió un crecimiento económico sin precedentes y pese a haber cometido errores imperdonables durante la campaña presidencial del año 2000.
Odiado y amado en la escena política de Estados Unidos, Rove fue el arquitecto de la consolidación de los republicanos en las elecciones legislativas del año 2002 y de la reelección de Bush en el año 2004. Su firma electoral ha sido siempre la misma: campañas negativas y la polarización del electorado. Primero en la elección del año 2000, a Rove se le responsabiliza de destruir la precampaña de John McCain con el rumor de que el Senador tenía una hija afroamericana, fruto de una relación extramarital.
Luego, en la elección intermedia de 2002 y en la presidencial de 2004, Rove impulsó en las plataformas republicanas el rechazo a los matrimonios gays, los valores conservadores de la derecha cristiana y la política del miedo en tiempos del terrorismo. En varios medios también se manejó la versión de que Rove fue el responsable de mandar a Colin Powell en 2003 a la ONU a ofrecer las “pruebas” de la supuesta posesión de armas de destrucción masiva del régimen de Saddam Hussein.
También a Rove se le acusa de haber filtrado la identidad de Valerie Plame, una espía de la CIA, al periodista Robert Novak, como venganza por las críticas de su esposo, el embajador Joseph Wilson, a la invasión de Irak.
Su legado en la política estadounidense es mixto. Si bien Rove sirvió bien a su amplia clientela republicana en sus años como consultor político, lo hizo mediante la polarización de la sociedad estadounidense. Campañas negativas, filtración de chismes a la prensa y muchos millones de dólares de por medio, Rove dejó huella en Washington y en la política electoral estadounidense fortaleciendo el famoso mito de la guerra cultural entre los estados rojos (republicanos) y los azules (demócratas). Su influencia electoral opaca la que en algún momento tuvo Dick Morris, el estratega electoral de Bill Clinton en 1991, quien presuntamente asesoró a Felipe Calderón en la elección presidencial mexicana del año 2006 y le aconsejó lanzar la campaña negativa en contra de López Obrador.
Dejando de lado el debate de la seducción y manipulación del electorado con campañas negativas, lo que el caso Rove lleva a discusión es la influencia que ejercen en la política personajes que no fueron elegidos en las urnas, pero que actúan literalmente como cerebros de los presidentes sin que su trabajo sea sometido a la rendición de cuentas. Hoy Bush se ha quedado oficialmente sin cerebro, aunque para muchos nunca lo haya tenido…
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